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Trump pone a renovables en la picota.

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Por qué las renovables en EEUU no reaccionan ante el infierno verde de Trump pero las europeas viven una sangría

  • Los inversores no se creen el fin de las grandes ayudas
  • Y la demanda energética de la IA compensará todo
  • Las europeas están presentes en el frente más dañado

«Vamos a tener una política en la que no se construirán molinos de viento. Están llenando nuestro país de basura». Con esta frase Donald Trump dejaba a las claras cual será su política en la conferencia de prensa del 7 de enero de Mar-a-Lago en Florida. Este miércoles, en su megabatería de órdenes ejecutivas, confirmó al 100% esta nueva directriz energética con la suspensión de los proyectos eólicos.

Esto provocó fuertes convulsiones en las renovables de toda Europa, con una caída del 17% de Oersted (afectada también por el agujero en sus cuentas anunciado ese mismo día por los tipos de interés), mientras todas las firmas del sector caían cerca de un 2%. Este ha sido solo el último episodio de una auténtica sangría bursátil europea, que llegaba a esta fecha con el pesimismo ya integrado en su cotización. Sin embargo, mientras esto ocurre, las principales firmas renovables de EEUU no solo no caen con Trump, sino que experimentan claras subidas.

Para entender este contraste es suficiente con la cotización del European Renewable Energy Total Return, que recoge la cotización de las principales firmas del viejo continente. Desde el 1 de enero de 2024 ya ha perdido un 42% de todo su valor, mientras que desde la elección de Trump se dejan un 19%. Desde la semana ‘maldita’ donde el republicano ha entrado ya oficialmente a la Casa Blanca, se deja un 5%. Pero mientras esto ocurre, la empresa líder en energía eólica y solar en EEUU, NextEra, sube un 16% desde enero de 2024, aunque matizado con una caída del 7% desde la elección de Trump. Por su parte, First Solar cotiza plano desde los comicios. Firmas como Clarway Energy sí que caen claramente un 9% desde este periodo, pero, en cualquier caso, experimentan un descenso mucho menor que sus contrapartes al otro lado del Atlántico.

La realidad es que, si bien podría parecer que las empresas locales deberían ser las mayores perjudicadas del ‘infierno verde’ que parece querer desatar Donald Trump, la realidad es que los analistas ponen en seria duda este planteamiento. De hecho, si bien la menor financiación y apoyo de la Casa Blanca al sector puede suponer un lastre para su evolución, desde Wall Street creen que se suman tantos vientos de cola y matices sobre los ‘problemas’ para las empresas locales que el balance es claramente ganador para estas compañías.

En el lado opuesto de la historia están las firmas europeas, que habían apostado con todo por la eólica marina estadounidense y ahora se encuentran con proyectos paralizados por un Trump que irá precisamente en contra de este modelo. Firmas como Oersted y Vestas han copado los grandes campos eólicos en el mar que son la principal diana de la ‘furia’ de Trump, mientras que sectores como el solar, la eólica terrestre u otros tipos de renovables no se verán frenados en seco. Todo esto aderezado por el impulso de la Casa Blanca de seguir apoyando a una industria local en detrimento de las empresas extranjeras.

Las medidas de Trump

En su vuelta a la Casa Blanca, Trump firmó una batería de órdenes presidenciales sobre la energía que potenciaban las fuentes fósiles frente a las renovables. Sus decretos tuvieron dos objetivos: los molinos de viento y las leyes energéticas y económicas de Joe Biden.

En un primer decreto, Trump prohibió la firma de nuevos contratos de electricidad provenientes de parques eólicos situados en alta mar. Esa norma instaba al resto de administraciones federales a revisar todos los procedimientos administrativos de concesión de permisos para construir parques eólicos, fueran marinos o terrestres; así como terminar fulminantemente cualquier acuerdo de suministro energético que tuviese el Gobierno federal.

Esta situación supone un bloqueo temporal a nivel nacional de la actividad eólica en Estados Unidos. Sin embargo, dado que estos proyectos afectan especialmente a terrenos federales (como las aguas fronterizas que bañan al país), las eólicas siguen teniendo una vía de escape: los proyectos estatales y locales. En mayor o menor medida los programas regionales están libres de las prohibiciones presidenciales al contar los estados como California o Texas con amplias competencias en materia energética.

Otra norma firmada por el presidente obligaba a detener la distribución de fondos públicos a proyectos medioambientales, haciendo hincapié en los subsidios y préstamos que disponían dos leyes de la era Biden: la ley de reducción de la inflación (IRA) y la ley de inversiones en infraestructuras. Ambas normas planteaban un paquete de deducciones fiscales y un programa de ayudas públicas para impulsar la electrificación del país en campos como el transporte, la energía o la industria.

La suspensión de las ayudas en todo caso es temporal, ya que el presidente no puede derogar leyes aprobadas por el Congreso y las subvenciones ya concedidas tendrán que entregarse tarde o temprano, si el Gobierno no quiere acabar en los tribunales. Por otro lado, las exenciones fiscales, que son de aplicación automática, siguen vigentes para los contribuyentes, tanto norteamericanos como extranjeros, en áreas que van desde la construcción de molinos de viento hasta los créditos fiscales por la rehabilitación de los hogares en materia energética.

Por qué las firmas de EEUU no sufren

El principal golpe es esa eólica marina que está dominada mayoritariamente por los gigantes europeos, que llevan años de ventaja en esta fórmula que es la que ahora está bajo el fuego de Trump. Sin embargo, la realidad es que las firmas del sector se encuentran, precisamente, con que cada vez hay más demanda de energía renovable en EEUU. Esté Trump o Biden, la realidad es que el alto consumo energético de los centros de datos suponen un verdadero cambio de paradigma y un impulsor constante para estas empresas.

Proyectos como el reciente acuerdo de 500.000 millones de dólares por el que OpenAI, SoftBank y Oracle construirán 20 centros de datos para impulsar la IA necesitarán de una provisión constante de electricidad. Tanto las leyes de Biden como los primeros decretos presidenciales de Trump han fomentado otras fuentes de energía, además de las renovables o las fósiles, entre las que se incluye la energía atómica.

Las centrales nucleares están reviviendo una nueva edad de progreso debido al consumo energético, la necesidad de contar con fuentes alternativas y la construcción de los reactores modulares (SMR, en inglés), que abaratan los costes. Este mismo entusiasmo por lo atómico tiene también reflejo en lo renovable, especialmente en proyectos locales y estatales para el transporte, las pymes y las pequeñas localidades.

«Incluso con el cambio político no es probable que estas empresas abandonen su tendencia dado que los precios son más competitivos»

El propio Biden estableció el concepto de «comunidades energéticas» ante zonas deprimidas energéticamente para potenciar la renovación eléctrica y renovable, que independientemente del inquilino de la Casa Blanca, parece imparable. Y eso Wall Street parece saberlo: de ahí que las empresas eléctricas estadounidenses tengan una baza mejor que las europeas en el competitivo mercado norteamericano.

En ese sentido David Boyce, de Schroders, defiende que «la demanda de electricidad sigue aumentando con la revolución de la IA y los precios de la energía renovable serán clave para satisfacerla». La firma comenta que múltiples empresas están llegando a acuerdos bilaterales de suministro para alimentar con energía fotovoltaica y eólica estos centros de datos y que «incluso con el cambio político no es probable que estas empresas abandonen esta tendencia dado que los precios son más competitivos».

«18 congresistas republicanos han enviado una carta para pedir que no se deroge la IRA»

Prueba de esta tendencia es, por ejemplo, en que esta misma semana la firma de energía fotovoltaica, First Solar, recibió una mejora de su recomendación por parte de los analistas de Seaport de ‘neutral’ a ‘comprar’, debido a que «está muy bien posicionada para aprovechar la mayor demanda». En ese sentido señalaba que «a pesar de los desafíos políticos, la competencia y los altos tipos de interés, la energía solar sigue siendo uno de los segmentos más prometedores de las renovables».

Además, varios analistas dudan abiertamente de que Trump quiera y pueda quitar la ley de reducción de la inflación (IRA), la ley energética que otorga las cuantiosas subvenciones y subsidios fiscales al sector. «Podría llegar a ver cierta reducción pero la realidad es que no es probable una derogación o recorte considerable», comenta Boyce. En primer lugar porque «hay estados republicanos que se benefician directamente de ella» y por lo tanto, es ampliamente improbable que los representantes en el Congreso de los mismos voten su abolición. Pone como ejemplo claro a Texas, el bastión republicano que es el máximo líder en proyectos renovables (junto con California). Schroders comenta que renunciar a la IRA haría que este sector perdiese la financiación para unos proyectos con los que ya cuentan y que genera puestos de trabajo y actividad económica.

Los expertos de Aurora Research coinciden alegando que muchas personas en estados estados «se están beneficiando de créditos fiscales y ya han empezado a construir». Por lo tanto, el golpe económico para los mismos estados republicanos sería impactante. En resumen, «las posibilidades de que se renuncie a la IRA son remotas. Más bien vemos un despliegue menor de energía eólica y solar para 2024, reduciéndolas en hasta 25 gigavatios». En ese sentido recuerdan que ya hay 18 legisladores republicanos que han enviado un carta pidiendo no tocar la IRA alegando que «se debe priorizar la certidumbre empresarial».

El ‘mar’ condena a las europeas

En ese sentido, desde el ThinkTank Power Engine International comentan que el cambio de Trump no destrozará las previsiones del sector sino que más bien «se reducirá ligeramente la IRA, afectará a la eólica marina y ampliará la producción de gas y petróleo». Esta es la gran diferencia con las europeas, que son sus dominadoras absolutas. Oersted posee el primer parque eólico, el Block Island y tiene un gran portfolio por toda la costa este de proyectos en construcción como el Sunrise Wind, que ya ha tenido que ser retrasado a 2027 por proyectos y retrasos. Total Energies, Shell, Iberdrola, Equinor, Engie y EDPR también tienen numerosos proyectos por toda la Costa Este de EEUU.

«Vemos mayores riesgos (de las políticas de Trump) para la industria eólica marina de EEUU dadas las declaraciones del presidente Trump contra la industria, incluido el riesgo de que no haya más desarrollo eólico marino en EEUU en el mediano plazo», escribieron los analistas de Barclays en una nota de investigación una semana antes de que Trump confirmara esta medida. Los proyectos ya estaban plagados de problemas por los mayores costes de lo esperado y los altos tipos de interés, que se han manifestado en alertas contables desde 2023 en las cuentas de las principales firmas. Sin embargo, implica que el gran mercado que se abría para el sector se cierra de golpe a cal y canto, pues parece complicado que haya nuevos proyectos. El Economista

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