Desde el Faro
Por: Rafael Hidalgo
La puesta en escena en el Capitolio (20/1/25) de “La Consagración de Napoleón”, donde en lugar de los generales franceses, escoltaban a Donald Trump los mariscales de los chips: Elon Musk (Tesla), Mark Zuckerberg (Facebook), Jeff Bezos (Amazon), Sundar Pichai (Google) y Tim Cook (Apple), no fue casualidad.
En realidad, la guerra tecnológica entre EE. UU. y China se formalizó en vísperas del gobierno de Donald Trump, cuando Xi Jinping, en un Congreso sobre Ciberseguridad, ordenó a sus huestes (Pekín, 20/4/16): “Asediar los castillos donde se investiga y desarrolla tecnología clave -refiriéndose a los semiconductores (chips)- debemos tocar a rebato (convocatoria con tambores o campanas ante un peligro)…” (“La guerra de los chips”, 2023, Chris Miller).
Uno de los primeros fuegos estuvo relacionado con quién tenía “la más grande” supercomputadora. Mientras EE. UU. anunciaba la “Summit” de IBM (06/06/18), computadora de 200 petaflops (velocidad para realizar cálculos), Sugón de China lanzó “Sunway” de 1 exaflops (1000 petaflops) en 2021, pero en mayo de 2022 salió la Frontier de 1.1 exaflops (Laboratorio Oak Ridge, EE. UU.).
Pero a Huawei le cayeron con todo. De ser la segunda en el mercado mundial de smartphones con el 17 % -compitiendo con Apple y Samsung- y la mayor proveedora de redes 5G (2018), pasó al 3 % en 2022. Acusada de espionaje, EE. UU. presionó a Australia, Japón, etc. para evitar que la contrataran en 5G. Meng Wanzhou, hija del fundador, permaneció cuatro años en Canadá, acusada de robar secretos de T-Mobile para venderlos a Irán (1/12/18).
El Plan Made in China 2025, para reducir la importación de chips de 85 % (2015) a 30 % (empresas de EE. UU. representaban el 39 % del mercado, Corea del Sur 16 % y Taiwán 12 % en 2019), fue enfrentado por Trump con una guerra comercial inocua: si bien colocó aranceles de 25 % a 1000 productos tecnológicos y 10 % a productos por US$ 300 mil millones (1/9/19), la respuesta china fue feroz: aranceles a productos sensibles agrícolas, como soya, maíz, etc., obligando al greatest showman a alzar bandera blanca (15/1/20).
Esta vez, las hostilidades recrudecieron cuando la empresa china DeepSeek le aguó la fiesta a Trump, al ofrecer gratis (código abierto) un servicio comparable a ChatGPT (OpenAI), justamente cuando lanzaba la alianza “Stargate” con Sam Altman de OpenAI, con una inversión de US$ 500 mil millones (MM) en AI (inteligencia artificial), ocasionando una caída del valor en bolsa de Nvidia (diseñador de chips para AI) de US$ 600 mil millones.
Al cerrar 2024, Huawei copaba, en plena recuperación, el 13 % del mercado, siendo el segundo mayor cliente de TSMC (Taiwán), la mayor fabricante de chips, mientras que en carros eléctricos, la china BYD ha superado a Tesla en ventas por 10 000 unidades (1.78 millones).
En contraofensiva, Trump reinició la guerra comercial con un arancel de 10 % a los productos chinos (1/2/25) y anunció un veto a sus aliados para que no vendan a China chips menores a 14 nanómetros (mientras más pequeño, más potente). En represalia, le han impuesto aranceles al carbón, gas, maquinaria agrícola, investigación antimonopolio a Google y restricciones a las exportaciones de tungsteno, telurio, bismuto, molibdeno e indio, vitales para las nuevas tecnologías.
No obstante, la más letal es la guerra financiera. Si bien China anunció su mayor emisión de bonos por US$ 8 185 millones en Hong Kong (9/1/25), lo más desequilibrante fueron los bonos por US$ 2000 millones que lanzó en Riad, porque crean una incipiente, pero peligrosa, competencia a los ayer “invencibles” T-Bond de EE. UU. (17/11/24).
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