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Hay muchas razones para creer que Trump incumplirá sus amenazas

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El sheriff del mundo se guardó la colt de los aranceles contra México y Canadá.

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Por: Amador G. Ayora

El jueves, 30 de enero por la tarde, menos de 48 horas antes de que el presidente Trump impusiera aranceles a Canadá y México, la jefa de gabinete de la Casa Blanca, Susie Wiles, celebró una teleconferencia con representantes de las empresas automovilísticas americanas (Ford, General Motors y Chrysler, ahora Stellantis), visiblemente nerviosos. La mayor parte de sus fábricas están al otro lado de la frontera mexicana. Wiles intentó calmarlos, les anunció que la Administración consideraba una exención para los automóviles, que se fabriquen dentro del espacio de libre comercio de América del Norte.

Los directivos se sintieron aliviados. El automóvil no fue el único sector en ejercer presión, las empresas energéticas y los sindicatos intentaron eximir al petróleo canadiense, porque la supervivencia de varias refinerías estadounidenses dependen de él.

Menos de una hora después, Trump se reunió con sus asesores en el Despacho Oval. El asesor de Seguridad Nacional, Stephen Miller, expresó su preocupación porque una excesiva hostilidad hacia México podría poner en peligro la cooperación en curso para interceptar a los migrantes, que intentan llegar a la frontera, mientras que el secretario del Tesoro, Scott Bessent, propuso que los aranceles aumentaran progresivamente.

Los asesores de Trump pusieron sobre la mesa varias opciones, como gravar sólo a ciertos sectores, conceder un período de gracia o librar a sectores importantes como el automóvil o el energético.

El sábado, Trump anunció que impondría aranceles del 25% a México y Canadá, excepto al petróleo canadiense, al que gravará con el 10%, al igual que China. Pero no mencionó nada sobre una exención para la influyente industria automovilística. El lunes, 3 de febrero, cuando sólo faltaban unas horas para la entrada en vigor de los aranceles, aplazó su ejecución durante un mes tras sendas conversaciones con la presidenta mexicana, Claudia Sheinbaum, y el primer ministro canadiense, Justin Trudeau.

Muchas de esas exportaciones tienen su origen en las maquiladoras en un radio de 30 millas de la frontera, lo que hace que México sea mucho más vulnerable que, por ejemplo, un gran país como Alemania, que opera a escala global, y podría reorientar sus exportaciones. Los bienes industriales, especialmente los vehículos, cruzan las fronteras varias veces antes del ensamblaje final. La imposición de aranceles en cada etapa de la fabricación tendría un efecto devastador para las automovilísticas americanas.

Las políticas arancelarias de Trump sacudieron en las primeras horas del lunes los mercados de valores y asustaron a los directivos de las grandes corporaciones. El director del Consejo Económico Nacional, Kevin Hassett, aseguró a la CNBC que es una «guerra contra las drogas», no de una «guerra comercial». El presidente está dispuesto a cualquier cosa con tal de frenar el contrabando de fentanilo y la inmigración ilegal.

Trump reculó con México y Canadá por la industria del automóvil y por el alza de la energía

En la campaña presidencial de 2016, ya amedrentó a México con sanciones del 30%. En 2019, volvió a la carga con un arancel del 5% que aumentaría gradualmente hasta el 25%, a menos que México detuviera la inmigración ilegal, que también incumplió. Su mandato se limitó a renegociar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN). El nuevo acuerdo endurece las reglas de origen y alarga los plazos para la eliminación de aranceles, alejando la creación de un área de libre comercio.

Los aranceles desacelerarían la actividad y elevarían la inflación en los tres países de manera asimétrica, ya que México y Canadá dependen mucho más del comercio con su gran vecino americano que al revés. La peor parte se la llevaría México. El tamaño de su economía se reduciría el 2% y su moneda, el peso, tendría que depreciarse alrededor del 25%, para volver a ser competitiva. Las exportaciones representan aproximadamente el 40% de su PIB y el 80% van dirigidas a EEUU.

En Washington, el impacto se estima en sólo 200.000 millones durante los cuatro años de legislatura, una suma ridícula teniendo en cuenta el tamaño del PIB americano, de 27 billones anuales. En Canadá, mucho más pequeño, restaría unos 100.000 millones, sobre 2,1 billones, aproximadamente el 0.5% del PIB anual.

Por razones aún sin esclarecer, Trump amenazó a China con un arancel del 10%, mucho menor del 60% que había anunciado. Una muestra más de su política de farol y de que, en este caso, tiene tanto por perder como ganar. Pekín no tardó en responder. Desde el lunes, aplicará un arancel del 15% sobre el carbón y el gas natural licuado, así como un 10% al crudo, la maquinaria agrícola o las camionetas. El regulador chino también anunció una investigación antimonopolio a Google.

La guerra comercial con China restará apenas 50.000 millones al PIB americano, y lo que es peor, añadirá dos décimas de inflación, según el Instituto Peterson. Para China, el impacto será de unos 128.000 millones, una cifra también irrisoria en comparación a su PIB, mientras que la inflación cederá debido al endurecimiento temporal de la política monetaria para compensar la depreciación de su moneda.

Sólo en el caso de que el presidente estadounidense vaya adelante con los aranceles a México, Canadá y China a la vez, el efecto empeora, básicamente porque se reducen las posibilidades de sustitución comercial entre México y China, generando mayores pérdidas del PIB y mayor inflación. Esta última podría subir hasta un punto y cercenar las bajadas de los tipos de interés de la FED.

¿Y qué va a hacer con la UE? Durante el último fin de semana de enero, Trump señaló que sus aliados europeos estaban en los primeros lugares de su lista. «Sin duda sucederá lo mismo con la UE. (…) realmente se han aprovechado de nosotros», subrayó.

Los líderes europeos, que se reunieron el lunes en Bruselas para discutir el gasto militar, se manifestaron dispuestos a contraatacar, aunque prefieren la cooperación. La presión de Trump llega en un momento particularmente difícil para Europa. Su economía creció sólo el 0,8% el año pasado, frente al 2,8% de Estados Unidos.

Los líderes de los grandes países europeos, como Alemania, Francia y Polonia, se ven limitados por las luchas políticas internas y las elecciones. Trump se aprovecha de esta debilidad para que los europeos incrementemos las compras de petróleo y gas y, sobre todo, de su industrial de guerra.

Después de que los miembros europeos de la OTAN en conjunto alcanzaran el año pasado el objetivo de gastar el 2% de su PIB y comenzaran las conversaciones para aumentar ese umbral al 3%, Trump pidió que el gasto se eleve al 5%, un nivel que sólo es posible alcanzar mediante la compra de armas americanas.

La relación comercial Europa-EEUU es la más rica del mundo, con ventas cruzadas por unos 8 billones

El presidente americano evalúa en 300.000 millones de dólares el déficit comercial con Europa, que en realidad es mucho menor, de unos 150.000 millones. «No compran nuestros coches, ni nuestros productos agrícolas, no adquieren casi nada y nosotros les compramos de todo. Es una atrocidad lo que han hecho», recalcó estos días.

Sus palabras son una bravuconada. Lo relevante de la relación no está en el déficit comercial. Las ventas de las grandes multinacionales americanas que operan en Europa, ascendieron a más de 3,8 billones de dólares en 2022, más de cuatro veces el valor de las exportaciones estadounidenses al Viejo Continente. En el caso de las empresas europeas que operan en EEUU, las cifras y la proporción son similares.

Además, comparado con el volumen de la inversión transatlántica, las cifras del comercio entre las dos regiones son insignificantes. El 60% de toda la inversión extranjera directa de EEUU va a Europa y viceversa, según la Cámara de Comercio Americana ante la UE (AmCham). Es difícil pensar que el presidente americano vaya a poner en juego toda esa riqueza. Como en el caso de México o Canadá, su estrategia pasa por amedrentar al adversario para que ceda lo más posible antes de comenzar a negociar.

La economía americana tiene músculo suficiente para cortar amarras con México ó Canadá, salvando al sector petrolero y al automovilístico, pero con Europa es diferente. La relación comercial y de inversión entre EEUU y Europa es la más grande y compleja del mundo. Nadie espera que estalle una guerra comercial entre los dos grandes aliados en la que el principal beneficiario sería China. Pero hay razones para creer que Trump no cumplirá sus amenazas. Como se ve, hay muchas razones para creer que Trump no cumplirá sus amenazas.