Por: Rik Ahrdo
Desde que Renovación Popular tomó las alcaldías de Miraflores, La Victoria, La Molina, Lince, Pueblo Libre, San Isidro y Barranco, por nombrar algunos de los lugares más sufridos de la capital, los vecinos vivimos un viacrucis diario para movernos de un distrito a otro. El tráfico, estacionado, exacerbado y descontrolado, es el único proyecto que estos políticos advenedizos han sabido ejecutar con esmero.
¿Y qué nos importa que un tren viejo e improvisado llegue a Chosica en dos horas y media- matando a 14 personas en el camino- si de Chorrillos a San Isidro te toma hora y media? Y ojo: no bajes por la quebrada Armendáriz que te puedes pasar adicionalmente media hora conversando de carro a carro con otra victima igual que tú, mientras contemplas el horroroso puente de fierro, pintado color “renovación”, que llevan años construyendo con la venia del jefe y la paciencia de un caracol.
He prometido no volver a nombrar al líder pícnico que los escogió y hoy los comanda. Un falso valor rodeado de troles y figuritas, aplaudidas con los pies por bonachones incautos vecinos y tías de San Isidro. Penoso, lamentable, triste, deprimente: así se define a este espectáculo de un grupo humano que fue a buenos colegios y no aprendió nada; que cree que un señor es buen alcalde y será gran presidente solo porque se persigna (por razones que no imaginan) y afirma que es exitoso y tiene dinero. Piensa mal y acertarás.
En fin…
Todas las mañanas miro el mar y sueño que el Perú algún día se libere de esa tara obnubilada por la huachafería, la estupidez y un fanatismo absurdo-dizque de derecha-que hace perder el sentido común a “gente da per bene”
Ojalá.




