La intolerancia a la lactosa es la incapacidad de digerir el azúcar natural de la leche (lo que conocemos como lactosa). Se calcula que afecta a una buena parte de la población mundial y que en muchas regiones podría alcanzar hasta el 70% de los adultos. Bajo condiciones normales, el intestino delgado produce una enzima llamada lactasa, que descompone la lactosa en dos azúcares simples: glucosa y galactosa. Cuando esta enzima se produce en cantidades muy bajas (o directamente el organismo es incapaz de producirla), la lactosa permanece sin digerir y pasa al intestino grueso, donde es fermentada por bacterias y la consecuencia es que produce dolor, hinchazón, náuseas y diarrea.
No solo se produce la intolerancia a la lactosa por la leche de vaca -aunque sea la más común-, también por yogures, quesos o helados. Y la intensidad de los síntomas varía de persona a persona dependiendo del grado de deficiencia de lactasa y de la cantidad de lactosa que se ha ingerido, por lo que para algunos con una pequeña cantidad es suficiente para provocar grandes malestares.
Ahora, un estudio dirigido por NeuroReEvolution ha explorado una estrategia innovadora, el uso de sesiones de neurología funcional para personas con intolerancia persistente a la lactosa. “A pesar de que los tratamientos más comunes incluyen cambios en la dieta y el uso de suplementos, muchas personas continúan lidiando con síntomas incómodos”, explicó Vicente Javier Clemente Suárez, profesor de nutrición que participó en el estudio.
La filosofía subyacente es que muchas afecciones, incluidas las que tradicionalmente no se consideran ‘neurológicas’, pueden tener un componente que implique una alteración de la señalización cerebro-cuerpo o desequilibrios en el sistema nervioso. La neurología funcional busca optimizar la capacidad del cuerpo para digerir la lactosa a través de tratamientos especializados. Estos incluyen ejercicios concretos y ajustes de reflejos diseñados para armonizar la conexión entre el cerebro y el sistema digestivo, mejorando su comunicación y funcionamiento.
Una sesión de terapia puede involucrar evaluaciones delicadas, ejercicios orientados al movimiento y otros enfoques diseñados para que el cuerpo recupere su tolerancia a los lácteos. Mientras que muchos especialistas consideran que estas técnicas pueden reactivar los ciclos de retroalimentación natural, otros sugieren la necesidad de estudios más prolongados para verificar su efectividad a largo plazo.
En los experimentos realizados hasta la fecha, algunos sujetos notaron menos hinchazón e incluso menos visitas al cuarto de baño, aunque los datos arrojaban que seguían continuando los signos vitales de mala absorción de la lactosa.
“Todavía queda mucho por investigar. Es importante entender cómo esta terapia puede integrarse eficazmente en el tratamiento de la intolerancia a la lactosa”, apuntó Suárez.
Si bien los tratamientos tradicionales se centran en dietas reducidas en lactosa o suplementos de lactasa para lidiar con la intolerancia a la lactosa, los profesionales de la neurología funcional, en cambio, prefieren poner el foco en estrategias similares a la rehabilitación neurológica (ejercicios para los sistemas sensoriales, trabajo de equilibrio o entrenamiento de reflejos) junto con orientación nutricional. Creen que estas intervenciones pueden reducir las molestias digestivas al promover un eje intestino-cerebro más saludable.
Por el momento, la evidencia científica de estas técnicas en la intolerancia a la lactosa es limitada, por lo que habrá que esperar a estudios adicionales que confirmen o desmientan si este método ayuda o no a los casos de intolerancia a la lactosa.
elconfidencial.com