Hay que seguir el rastro del oro: las compras masivas del metal precioso están detrás del repentino ‘agujero’ en la economía de EEUU
- Las importaciones se desatan y alteran el ‘PIB en vivo’ de la Fed de Atlanta
- La grieta en el indicador (-2,8% anualizado) se juntó al pesimismo imperante
- Precisamente la amenaza de aranceles de Trump ha impulsado las compras
Querer medir la economía en tiempo real tiene sus peligros. Que se lo digan a los inversores de EEUU cuando hace unos días, de repente, se encontraron con que el indicador GDPNow que elabora la Reserva de la Fed de Atlanta, una especie de ‘PIB en directo’, registraba un inesperado boquete en su previsión para el primer trimestre de este año. Si las agresivas políticas de Donald Trump ya están minando la confianza y han devuelto un posible escenario de recesión al debate, el batacazo de este indicador azuzó aún más el miedo. Todos los los temores se posaron sobre el pilar de la economía norteamericana, un consumo privado (un 70% de la misma) que ha empezado el año tan frío como el clima. Sin embargo, pronto se vio de que había un cierto ‘espejismo’ en los datos y que el culpable de este ‘crimen’ casi perfecto no era otro que el oro.
Explicado de la forma más resumida posible. El indicador GDPNow concede un importante peso a las importaciones, que lógicamente lastran al PIB en contraposición a las exportaciones (lo que se compra de fuera frente a lo que se produce en el país y se vende fuera). Aunque en un principio se pensó que el crecimiento de las importaciones se debía a que los importadores estaban comprando masivamente antes de que entrasen en juego los aranceles comerciales de Trump, la realidad es que esto no fue así del todo. El motor sí fue en parte el temor a los aranceles, pero las importaciones que dejaron ojiplático al personal fueron las de oro, por así decirlo, ‘especulativo’.
Pongámonos en situación. El oro ha venido subiendo por la incertidumbre global, las crecientes tensiones geopolíticas y las masivas compras de los bancos centrales en medio de intentos por parte de los países no alineados con EEUU de socavar el poder del dólar. A esto se ha sumado en el presente trimestre la amenaza de aranceles por parte de Trump, lo que ha terminando de impulsar las compras de oro desde EEUU por dos vías bastante interconectadas. Por un lado, crean incertidumbre, y ante la incertidumbre, el oro sigue siendo un activo refugio muy apreciado. Por otro, se ha extendido cierto pánico a que estos aranceles del presidente sean ‘generales’ y por tanto afecten a las importaciones de oro físico que se hagan desde EEUU. De hecho, Canadá y México, principales víctimas hasta la fecha de la ira comercial del republicano, son destacados exportadores del metal dorado hacia EEUU.
Esta dinámica ha creado una suculenta oportunidad de arbitraje lucrativa para los operadores que hayan firmado contratos para vender futuros de la bolsa de materias primas de Nueva York (Comex) con la promesa de entregar lingotes físicos. La elevada prima de los futuros sobre los precios al contado, que en un momento dado ha superado los 50 dólares, ha dado lugar a una fiebre del oro transatlántica, ya que los operadores se han apresurado a trasladar el metal de las bóvedas de Londres a Nueva York, dejando titulares de problemas de stock en la prestigiosa Bolsa de Metales de Londres (LME), el mayor centro comercial de lingotes físicos del mundo, y de colas para recoger oro en el Banco de Inglaterra. Como muestra de este frenético impulso, los depósitos de Comex han aumentado un 121% desde fines de noviembre y actualmente se ubican en casi 40 millones de onzas, el nivel más alto registrado desde 1992.

En Suiza, el mayor centro de tránsito y refinación de lingotes del mundo, junto precisamente a Reino Unido, las exportaciones de oro alcanzaron en enero su nivel más alto en al menos 13 años gracias precisamente a EEUU, compensando las menores compras por parte de China e India. El caso helvético es bastante particular en la medida en la que ha actuado de ‘puente’ con el oro enviado desde Londres. Dado que en la capital británica el peso estándar son las barras de 400 onzas, los comerciantes que tienen que entregar lingotes físicos a Comex en Nueva York deben enviar primero el oro a Suiza. Allí, las refinerías lo funden y lo transforman en las barras de 100 onzas que exige la bolsa de materias primas de EEUU.
Volviendo al ‘agujero’ en la previsión de PIB, la secuencia de los hechos nos lleva al pasado viernes 28 de febrero, cuando el referido indicador GDPNow, que se actualiza cada pocos días ‘metiéndole’ datos macroeconómicos entrantes, se desplomó de golpe hasta cuatro puntos, pasando de proyectar un crecimiento del PIB del 2,3% anualizado en el primer trimestre a reflejar un dramático -1,5%. En posteriores actualizaciones los siguientes días, la caída del GDPNow se llegó a ir hasta el -2,8% anualizado. Un trastazo sin contemplaciones.
Enseguida se vio el papel de las importaciones en este descalabro y el resto de pistas conocidas posteriormente han señalado sin dudas al oro. EEUU ensanchó en enero su déficit comercial hasta el 6% del PIB al importar un récord de 329.500 millones de dólares en bienes de todo tipo, 36.000 millones de dólares más que el mes anterior, según los datos del Departamento de Comercio publicados el pasado jueves. Los envíos entrantes de formas metálicas terminadas, una categoría que incluye barras de metales preciosos, representaron casi el 60% del aumento mensual de las importaciones de mercancías.
Un análisis más detallado muestra que el valor en aduana de las importaciones de lingotes de oro y otros metales preciosos ascendió a la friolera de 30.800 millones de dólares en enero, después de que se enviaran 10.700 millones de dólares a EEUU a finales de 2024. Para hacerse una idea, el valor mensual medio en 2022 y 2023 fue de 1.700 millones de dólares.
La tranquilidad, al menos en este frente, se impuso cuando varios analistas precisaron que estas importaciones de oro no afectarán al cálculo oficial del PIB que hace la Oficina de Análisis Económico (BEA) del Departamento de Comercio. Esto es debido a que el aumento de las importaciones refleja principalmente el impacto del arbitraje en el mercado del oro y la mayor parte del metal entrante no se utilizará en la producción.https://flo.uri.sh/visualisation/22073666/embed
«La mayor parte de la ampliación del déficit comercial desde noviembre refleja mayores importaciones de oro, que están excluidas del PIB oficial porque generalmente no se consumen ni se utilizan en la producción«, se apresuraba a aclarar Manuel Abecasis, economista de Goldman Sachs, en una nota para clientes. Debido a la distorsión de las cifras comerciales derivadas de las importaciones de oro, «creemos que se han extraído demasiadas conclusiones de los últimos datos», seguía Abecasis.
En una publicación de LinkedIn, Patrick Higgins, el economista detrás del GDPNow, ha dado cuenta de lo sucedido: «La inusual ampliación del déficit comercial de enero que condujo a gran parte de la fuerte caída del GDPNow el 28 de febrero y las circunstancias que rodearon esa caída fueron algo sin precedentes. Es algo que ahora sabemos por el informe completo de comercio internacional del 6 de marzo, pero que hasta entonces sólo podíamos sospechar basándonos en datos anecdóticos y no procedentes del gobierno estadounidense».
Buscando aclarar más el panorama, Higgins ha roto en cierto modo las reglas y ha ‘metido mano’ al indicador publicando una estimación del GDPNow ‘ajustada al oro‘. Al eliminar el oro de las importaciones y las exportaciones, aumentan las previsiones de crecimiento de la métrica y la contribución de las exportaciones netas a dichas previsiones en aproximadamente dos puntos porcentuales. De este modo, el último dato disponible, en vez del -2,4% sería del 0,4% anualizado. Un crecimiento bastante plano, compatible con el estancamiento, pero no ese ‘agujero’ de la cifra original. Con todo, la cifra ‘corregida’ sigue por debajo de las previsiones de analistas como los de Goldman, que contemplan un crecimiento del 1,3% anualizado tras el 2,3% del cuarto trimestre, en el que el consumo personal siguió aguantando con fuerza. Mario Becedas. El Economista.