El desconcierto que está suscitando el apagón masivo que afecta a España y Portugal se hace notar especialmente en los grandes nodos del transporte de Madrid. Ir o volver del trabajo a casa se ha convertido en una inesperada odisea, con el metro sin servicio, los autobuses atestados de viajeros, la imposibilidad de encontrar un taxi libre y las apps de las VTC inaccesibles por la caída también masiva de la red móvil y de datos.
En el intercambiador subterráneo de Avenida de América, el único en el que confluyen cuatro líneas de metro, cabecera y término de numerosas líneas de autobuses urbanos e interurbanos, la gente ha salido en masa a la calle y se pregunta cómo llegar a casa o cómo llegar al trabajo. Una joven le dice a otra que tendrá que ir a pie, pero no sabe cómo ni por dónde tirar porque suele hacer ese recorrido bajo tierra, en metro. “Mira Google Maps… ah, no que no se puede”, obtiene por toda respuesta.
La situación se repite en la glorieta de Manuel Becerra y en Ventas, otros centros neurálgicos del transporte en la capital, y en general en todo este largo tramo de la calle Alcalá, la más extensa de la capital. Desde el puente de Ventas, que cose un tramo y otro de Alcalá por encima de la M-30, se aprecia un gigantesco embotellamiento en los carriles en sentido sur. Ya al otro lado del puente, en el distrito de Ciudad Lineal, un vecino ha decidido abrir las puertas de su coche aparcado en la calle de Máximo San Juan y ha puesto la radio a todo volumen para que los viandantes puedan escuchar las noticias.
Los semáforos se han quedado sin luz desde la plaza de Manuel Becerra hasta bien entrado en el distrito de Ciudad Lineal, con la única excepción de la avenida Hermanos García Noblejas, y los coches circulan despacio para dejar pasar a una marabunta de ones. “Esto es como Filomena, pero con calor”, comenta tono jocoso un joven, en referencia a la borrasca de nieve que en 2021 paralizó la capital durante días. Está sentado en una terraza de un bar que, como todo el resto de comercios, se ha quedado a oscuras. El termómetro marca 21º a las 14.30.
No es posible encontrar un taxi libre, lamenta una mujer que acompaña a un hombre de avanzada edad en el borde de la acera junto al centro Comercial Alcalá Norte. Todos los autobuses circulan al máximo de su capacidad. Otra mujer, de edad avanzada, pregunta a la puerta de un supermercado Carrefour, en el que hay una cola de unas 25 personas esperando entrar, si se puede pagar con tarjeta y una encargada le dice que no. Del local salen varios clientes con packs de agua embotellada en ristre.
Las largas filas también son la norma en las paradas de bus, repletas de ciudadanos. “Me vale cualquier autobús que vaya en esta dirección”, le dice un viajero a grito pelado al conductor. La empleada de una cafetería que acaba de entrar a su trabajo le pregunta en tono angustiado a una compañera si habrá metro para cuando le toque salir, ya de noche. Pero esa angustia no hace mella en todos los que este lunes han visto suspendida su faena por causa mayor. Un electricista comenta jocoso a unos compañeros de cuadrilla: “Los españoles no están acostumbrados a un apagón de verdad. Si vivieran en Perú…”.
José Manuel Abad Liñán desde Madrid para ElPais.com 28/4/25
