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Venezuela repunta de manos de Chevron (EEUU) y Repsol (España).

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Nicolás Maduro de plácemes.

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El renacer del país con más petróleo del mundo pende de un hilo al que también se agarran Repsol y Chevron

  • Venezuela está produciendo un millón de barriles gracias a ambas compañías
  • El presidente de EEUU ha amenazado con retirar las licencias especiales
  • Chevron sola ha incrementado la producción en 200.000 barriles diarios

La economía de Venezuela ha despertado en 2024. Según fuentes oficiales, el PIB podría haber crecido alrededor de un 9% durante el año. Como no podía ser de otra forma, el petróleo está detrás de este despertar que, sin embargo, no cambia la compleja situación del país, pero sí había generado algo de esperanza. Ahora, este rayo de luz podría quedar sepultado por una decisión a miles de kilómetros de Caracas. El renacer de la industria del petróleo del país con más crudo del mundo pende de un hilo o más bien de una decisión que se tomará a miles de kilómetros. A su vez, esta decisión puede afectar de forma importante a Repsol y la petrolera americana Chevron, que son las empresas que están revolucionando la producción del ‘oro negro’, las dos firmas que han protagonizado el despertar petrolero venezolano. La Casa Blanca estaría valorando suspender las licencias especiales que permiten a estas dos petroleras (y alguna más) invertir y trabajar con el crudo venezolano, lo que a su vez ha propulsado la producción del país caribeño a niveles que no se veían en casi seis años.

EEUU lanzó una andanada de sanciones a Venezuela en 2019 que impedían cualquier clase de comercio con su industria petrolera. Estas sanciones se ampliaron en 2019 ante el cierre de la asamblea legislativa por parte de Maduro en lo que se definió como un golpe de estado. En resumen, las medidas de EEUU impiden cualquier transacción con Venezuela bajo amenaza de sanción a las mismas y por tanto la presencia empresarial en el país. Sin embargo Biden otorgó licencias especiales a determinadas empresas para que pudieran operar, como a Repsol o a Chevron que, sin las mismas, no tendrían un marco legal para poder hacerlo.

Sin embargo, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha lanzado la amenaza el martes pasado. EEUU estaría considerando suspender la licencia que permite a la petrolera Chevron operar en Venezuela y aseguró que no entiende por qué el país recibe «miles de millones» por esa operación. Esto se produce justo cuando Venezuela empezar a alcanzar unos niveles de producción de crudo dignos de su potencial. La producción petrolera de Venezuela ha superado por primera vez el millón de barriles por día (bpd) desde junio de 2019, según cifras oficiales recogidas en un informe publicado este miércoles por la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP).

La nación caribeña, que cuenta con las mayores reservas probadas de crudo (más de 300.000 millones de barriles de reservas recuperables), produjo una media de 1,03 millones de bpd en enero, un aumento del 3% respecto a diciembre, cuando promedió en 998.000 bpd, agrega el documento oficial. Es cierto que sobre Venezuela pesan sanciones energéticas desde 2019 impuestas por Estados Unidos, pero estas mismas sanciones fueron aliviadas durante la gestión del ahora expresidente estadounidense Joe Biden (2021-2025), que otorgó licencias a empresas extranjeras (Chevron y Repsol). Este alivio a las sanciones junto a los problemas del mercado de petróleo con la invasión de Ucrania y el conflicto en Oriente Medio convirtió el crudo venezolano en una solución a los problemas de Occidente. Esto ha permitido a Venezuela superar el millón de barriles diarios de producción. Sin embargo, aún sigue lejos de los 2,89 millones de bpd de comienzos de este siglo. Para colmo, ahora Trump amenaza con poner fin a estos permisos especiales.

En una rueda de prensa desde Mar-a-Lago (Florida), Trump aseguró que su Administración ahora está examinando esa exención que permite a Chevron operar en Venezuela pese a las sanciones. «¿Por qué hicieron eso, por qué ir al enemigo y darles miles y miles de millones?», se preguntó el mandatario. «Estamos teniendo discusiones dentro de nuestro propio gobierno. Es un poco temprano, pero no comprábamos (petróleo) de ellos, pero cuando (Joe) Biden llegó, por la razón que sea, comenzó a comprar petróleo allí, pese a que tenemos más oro líquido que nadie. Le pagaron una fortuna a Venezuela», añadió.

«Lo estamos examinando muy en serio, pero solo llevo aquí tres semanas», insistió Trump a una pregunta sobre si mantendrá la licencia que permite a Chevron operar pese a las sanciones económicas impuestas al Gobierno de Nicolás Maduro. La licencia de Chevron ha sido cuestionada también por el secretario de Estado de Estados Unidos, Marco Rubio, por ser una importante fuente de financiación en dólares para el Gobierno de Maduro, que Washington no considera el vencedor legítimo de las elecciones de julio de 2024. Sin Chevron, Venezuela puede tener serios problemas para mantener el crecimiento económico.

El sueño venezolano pasa por Chevron

Venezuela es incapaz de producir petróleo por sí misma. PDVSA, la empresa pública detrás de todo, se encontró con una tormenta perfecta. En primer lugar, la caída de los precios del petróleo para una firma que ya vivía al límite ante la continua retirada de fondos de la misma para financiar el gasto público del país. Ante esta situación, la firma emitió una emisión récord de bonos y deuda denominada en dólares. La devaluación masiva del bolívar, la corrupción y la enorme carga que supuso la decisión de que pagase deuda a países como China con barriles.

En resumen, la firma cayó en una situación de quiebra técnica agravada por unas sanciones que limitaron sus ventas internacionales. Por lo tanto, ya no tiene músculo financiero para emprender proyectos ni capacidad para acudir al mercado de deuda para ponerlos en marcha. En ese sentido, la práctica totalidad del repunte de la producción en Venezuela de los últimos años ha descansado en empresas extranjeras que financiación los proyectos en consorcios con PDVSA y en eso Chevron ha sido el rey, pero también firmas como Repsol y Maurel & Prom.

Chevron está bombeando 235.000 barriles, mientras que Repsol hace lo mismo con 65.000. La norteamericana supone no solo el 25% de todo el músculo petrolero del país, sino que además ha supuesto el 80% de toda la nueva producción que ha puesto sobre la mesa Venezuela y que le ha permitido alcanzar el millón de barriles diarios. Por lo tanto, la retirada de la licencia con la que opera podría suponer un golpe muy relevante para la empresa estadounidense.

Sin embargo, Francisco Monaldi director del programa de Energía en Baker Institute explica en declaraciones a elEconomista.es que más que provocar un descalabro en la producción simplemente frustraría totalmente su capacidad de crecimiento. «La realidad es que realmente se le permitiría mantener lo que tiene y si no, la producción no se iría a ninguna parte, simplemente se la quedaría al 100% PDVSA». En ese sentido, recuerda que el pasado lo que hizo Trump fue dejar licencias limitadas que congelen los nuevos proyectos, pero no quiso dañar la producción ya existente de empresas norteamericanas. Eso sí, habría grandes problemas para el corazón petrolero de Venezuela.

«Principalmente hay dos asuntos. El primero es la falta de capacidad técnica de Venezuela para operar esos proyectos. Sin embargo, esto podría no suponer un gran cambio con pozos ya en marcha», comenta Monaldi. Sin embargo, el gran problema viene de otro frente muy diferente, la naturaleza del crudo venezolano. El ‘oro negro’ del país de origen de Simón Bolivar es extrapesado, es decir, necesita disolventes y una gran cantidad de productos químicos para poder ser tratado. En ese sentido, Venezuela nunca desarrolló una capacidad de refino suficiente para afrontar este problema y lo compensó enviando a EEUU estos barriles para su procesado y comprando disolvente a otros países. Actualmente, con la licencia especial, Chevron puede tranquilamente traer todos estos productos, algo que no podría hacer si Trump quita las sanciones.

«El problema de los disolventes, que ahora tendrían que importar de Irán a través del mercado negro, se suma también a que los proyectos de Chevron producen un tipo de petróleo muy específico, el crudo para asfalto. Una modalidad que es muy difícil de colocar en el mercado negro en caso de que haya sanciones a su venta». Sumando todos estos factores, el experto concluye que habría una caída de 100.000 barriles diarios en la producción, aunque, el principal perjuicio sería más bien que se tumbarían las esperanzas de poder seguir incrementando la producción, lo que a su vez aplastarían las previsiones de crecimiento del país, basadas en un aumento de la producción de crudo o un milagro con los precios.

En cualquier caso ve muy complicado que se produzca un desplome semejante al de 2020 donde Venezuela pasó a prácticamente no exportar crudo y, de hecho, recibía más dinero por las remesas de los refugiados en otros países que por las exportaciones de petróleo siendo el país con más reservas del mundo. En aquel entonces el ataque por tierra, mar y aire a la industria petrolera a través de sanciones se mezcló con el precio del barril desplomado por el covid. «No tendría nada que ver y el golpe solo sería más pronunciado (de 100.000 barriles) si Trump articulara una serie de sanciones secundarias que busque tumbar por completo a la industria Venezolana», comenta Monaldi. Eso sí, el experto ve complicada esta opción, dado que «es realmente improbable que Trump decida hacer esto al mismo tiempo que ejerce una política de presión contra Irán».

En cualquier caso, el experto comenta que las cifras actuales de petróleo «están infladas» algo que ya sucedía incluso en los años dorados de la industria. «Según las fuentes secundarias estaría produciendo 150.000 barriles menos y es muy difícil creer que se haya llegado al millón de barriles diarios dado que solo Chevron está abriendo nuevos pozos». En ese sentido, comenta que la ‘trampa’ más famosa que suele ejercer Caracas es contar como producción propia los barriles de diluyente que reexportan.

Álvaro Moreno y Vicente Nieves. El Economista.

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