Kañaris: la destrucción del paraíso por Candente Copper
Lambayeque parece una zona costeña, más con sus desiertos y sus
playas y valles, los bosques secos y los importantes restos arqueológicos de las
preciosas culturas norteñas. Sin embargo, una cuota de sierra y selva se
encuentra escondida en Kañaris, configurando en la cuenca oriental una
fisiografía que llama la atención por su esplendor, verdor y abundancia. Allí en
Kañaris está también una de las pocas comunidades quechuahablantes de la costa
norte, probablemente originada en tiempos de conquista delos últimos grandes
incas, que habrían trasladado a estos pobladores como mitimaes desde regiones
que hoy son parte del Ecuador.
En esta maravilla paisajística, donde por un lado de la
vertiente de la cordillera se vislumbra un maravilloso paisaje serrano mientras
que del otro, escondido entre pliegues de montaña, aparece súbitamente un
boscoso y rico como el de la selva húmeda, una minera ha recibido el permiso de
extraer cobre, oro plata y, por consiguiente, de destruir para siempre una
de las maravillas con que nuestro territorio está dotado.
Los pobladores de Kañaris han dicho NO en una consulta popular
realizada el 30 de octubre reciente, la misma que ha sido verificada por
autoridades del gobierno regional e incluso por la presencia de directivos del
Ministerio de Energía Minos y del Ministerio de Agricultura, además de
instituciones y ONG concernidas. El 95% de los consultados votó en contra del
proyecto minero Cañariaco.
En una asamblea paralela organizada por la minera Candente
Cooper –la eventual escogida del caso-, con la presencia de 200 pobladores
convocados, sin coordinación previa con los dirigentes de la comunidad, la
empresa sí obtuvo su permiso. Y ahora el Ministerio de Energía y Minas dice que
esta mínima asamblea es legal y que la votación donde participaron alrededor de
2 mil pobladores no tiene validez.
Los comuneros están preocupados, pues ahora mismo, en la fase
de instalación del proyecto minero, ya se ve contaminación de la cuenca del río
Kañaris, allí donde nace el agua para las comunidades, y entonces la resistencia
se abre paso en una más de las luchas de los pueblos por la defensa de las
fuentes de vida que nos quieren arrebatar como sea.
En un texto célebre, el economista ecológico Joan Martínez
Alier definió como “ecologismo de los pobres” a las luchas como las que
vienen realizando los comuneros de Kañaris.
Según el analista económico Waldo Mendoza, “la crisis
internacional con epicentro en la Eurozona es peculiar: no ha llegado al Perú.
Los precios internacionales de nuestros minerales siguen altos, los capitales
financieros siguen ingresando, el crédito bancario sigue creciendo, el precio
del dólar está cayendo y las exportaciones de textiles están en alza (…) en los
últimos 4 trimestres han ingresado a nuestro país alrededor de US$ 850
millones”.
Las demandas de minerales para atender el consumo de los países
llamados emergentes –Brasil, Rusia, Indonesia, China (particularmente con su
amenazante clase media en desarrollo), Sudáfrica- y de los tradicionales
mercados europeos y norteamericanos, cuyas crisis han generado sus propios
pobres pero no han reducido la riqueza de los más ricos y sus demandas, crean
espacios de inquietud en territorios como el de Kañaris. El crecimiento
entendido como voracidad no tiene fronteras. Y todos esos paraísos nutritivos,
bellos y útiles a la vez están amenazados.
Esa terrible globalización es la que permite a Álvaro Vargas
Llosa, dogmático como un marxista leninista, escribir una carta a favor de una
integración que solo beneficia a pocos aunque para ello deba regocijarse por la
salud del vecino antes que por la de –digamos- los pescadores tacneños y
moqueguanos que no pueden salir mar adentro para buscar su sustento, mientras
barcos extraños de gran calado depredan prepotentemente el mar de Grau.
Los ecologistas populares de Kañaris van a seguir defendiendo
sus tierras. Saben que haciéndolo protegen al país y que cuidando sus
ecosistemas hacen patria. Saben que la vida se les va en ello.