Cómo combatir la crisis financiera: Por Henry Paulson
Estamos atravesando una crisis financiera
más severa e imprevisible que ninguna otra que hayamos vivido antes. Hemos visto
los hundimientos, o el equivalente a un hundimiento, de Bear Stearns, Lehman
Brothers, Wachovia, Fannie Mae, Freddie Mac y AIG. Cada uno de ellos por sí
mismo podría tener unas consecuencias tremendas. Pero nos los hemos encontrado
uno detrás de otro, con lo que nuestro sistema financiero se paralizó y dañó
seriamente la economía.
En septiembre, el
Gobierno se topó con una crisis sistémica.Después de meses aprovechando al
máximo la autoridad que ya teníamos, pedimos al Congreso un paquete de rescate
integral para que pudiéramos estabilizar el sistema financiero y miminizar los
daños adicionales a la economía.
Cuando esa
iniciativa legislativa resultó aprobada el 3 de octubre, la crisis del mercado
mundial estaba tan extendida y agravada que tuvimos que proceder con rapidez y
tomar medidas vigorosas para estabilizar el sistema financiero y conseguir que
los créditos fluyeran de nuevo. Nuestro propósito inicial fue fortalecer a la
banca adquiriendo hipotecas ilíquidas y títulos relacionados con ellas. Pero la
gravedad y la magnitud de la situación habían empeorado hasta tal punto que un
programa de compra de activos ya no iba a ser suficientemente eficaz ni
suficientemente rápido.Por eso, haciendo uso de la autoridad que nos otorgó el
Congreso, nos apresuramos a poner en marcha un programa de inyección de capital
de 250.000 millones de dólares, previendo desde el principio que le seguiría un
programa de compra de activos tóxicos.
No existe ningún
guión para responder a una vorágine con la que jamás nos habíamos enfrentado.
Ajustamos nuestra estrategia para que reflejara los nuevos datos de una severa
crisis de los mercados, sin dejar nunca de perder de vista nuestro objetivo;
estabilizar un sistema financiero que es esencial para la vida cotidiana de
todos los estadounidenses. A mediados de octubre, nuestras actuaciones, en
combinación con la garantía que extendió la Corporación Federal de Garantía de
Depósitos sobre la deuda emitida por las instituciones financieras, nos ayudaron
a satisfacer la primera prioridad importante, que era estabilizar de forma
inmediata el sistema financiero.
Mientras
estudiábamos la mejor forma de emplear el dinero que quedaba para el Programa de
Rescate de los Activos Tóxicos, valoramos cuidadosamente las incertidumbres que
rodeaban al deterioro de la situación económica en Estados Unidos y en el resto
del mundo.Los últimos informes económicos ponen de relieve los retos a los que
nos enfrentamos. El Producto Interior Bruto (PIB) del tercer trimestre (que
concluyó el 30 de septiembre, tres días antes de que se aprobara el plan de
rescate) decreció un 0,3%.La tasa de desempleo alcanzó en octubre unos niveles
que no habíamos visto desde mediados de los 90. Los precios de la vivienda en 10
ciudades importantes han caído un 18% respecto al año pasado.Las cifras de
ventas de automóviles se hundieron en octubre, hasta constituir una tercera
parte menos que hace un año. La desaceleración de las economías europeas ha sido
todavía más drástica.
Siempre he dicho que
la caída del mercado inmobiliario se halla en la raíz de la recesión económica y
de la depresión de nuestros mercados financieros. Y la economía, ahora que se
ralentiza todavía más, amenaza con prolongar esta caída, así como la presión
sobre nuestras instituciones y mercados financieros.
Un programa de
adquisición de activos tóxicos, para ser efectivo, requeriría una enorme
asignación de dinero. A mediados de septiembre, antes de que empeoraran las
condiciones económicas, las compras de activos tóxicos por valor de 700.000
millones de dólares habrían tenido un impacto significativo. Pero la mitad de
esa suma, sencillamente no constituye una potencia de fuego suficiente.
Si algo hemos
aprendido a lo largo de este año, es que esta crisis financiera es imprevisible
y difícil de contrarrestar. Decidimos que era prudente reservar el dinero de
nuestro plan de rescate, para mantener no sólo nuestro margen de maniobra, sino
también el del próximo gobierno.
El actual programa
de compra de capital por valor de 250.000 millones es una potente medicina para
nuestras instituciones financieras. Un mayor capital permite a los bancos asumir
las pérdidas cuando amortizan por depreciación o venden activos tóxicos.Y una
capitalización más fuerte es esencial para incrementar los préstamos, lo cual
es, a su vez, vital para la recuperación económica. Hace no mucho me hicieron
dos preguntas. La primera: «El Congreso le otorgó la potestad que solicitaba, y
lo único que ha hecho la economía ha sido empeorar, ¿qué es lo que falló?».Y la
segunda: «Si la vivienda y las hipotecas son la raíz de nuestras dificultades
económicas, ¿por qué no ataca directamente esos problemas?»
La respuesta a la
primera pregunta es que el propósito de la iniciativa legislativa que promovió
el rescate financiero era estabilizar y fortalecer nuestro sistema financiero.
No es una panacea que vaya a resolver todos nuestros problemas económicos.La
crisis de nuestro sistema financiero ya se había extendido por el conjunto de la
economía. Pero la recuperación llegará mucho más rápido que si no hubiéramos
utilizado el plan de rescate para estabilizar el sistema. Si el Congreso no nos
hubiera autorizado a poner en práctica el plan de rescate y el programa de
compra de capitales, y nuestro sistema financiero hubiera permanecido cerrado en
sí mismo, hoy nuestra situación económica sería mucho peor.
La respuesta a la
segunda pregunta es que permitir el acceso a préstamos hipotecarios menos
gravosos es lo primero que podemos hacer para frenar la caída del mercado
inmobiliario y reducir el número de ejecuciones de hipotecas. Junto con nuestro
programa de inyección de capital en los bancos, las iniciativas que hemos tomado
para estabilizar y reforzar a Fannie Mae y Freddie Mac, y a través de ellas
incrementar el flujo del crédito hipotecario, van a estimular los préstamos.
También estamos trabajando mano a mano con el Departamento de Desarrollo Urbano
e Inmobiliario, la Corporación Federal de Garantía de Depósitos y otras
entidades para reducir el número de ejecuciones evitables.
Estoy muy orgulloso
de las decisivas actuaciones que han emprendido el Departamento del Tesoro, la
Reserva Federal y la Corporación Federal de Garantía de Depósitos para
estabilizar nuestro sistema financiero. Hemos hecho lo que era necesario a
medida que cambiaban los acontecimientos y las circunstancias del mercado y la
economía, ajustando nuestra estrategia para enfrentarnos de forma más efectiva a
la crisis. Hemos mantenido a salvo el margen de actuación del presidente electo
Barack Obama y el nuevo secretario del Tesoro para que acometan los retos que
les presenten la economía y los mercados de capitales.
Cuando el nuevo
Gobierno se enfrente a los difíciles desafíos que tiene ante sí, dispondrá de
dos ventajas importantes: un sistema bancario notablemente más estable, donde el
hundimiento de un gran banco ya no supone una preocupación acuciante; y los
recursos, la autoridad y los programas necesarios para tratar las futuras
necesidades de capital y liquidez de las entidades de crédito.
Al desarrollar estas
nuevas herramientas y estos nuevos programas para restaurar el vigor de nuestras
instituciones financieras, los mercados financieros y el flujo de créditos
determinarán en gran medida la velocidad y la trayectoria que tomará nuestra
recuperación económica. Tengo confianza en que ésta culminará con éxito, porque
nuestra economía es flexible y resistente, y está arraigada en el espíritu
emprendedor y la productividad del pueblo estadounidense.