La debacle de Credinka se debió al “deterioro acelerado de su solvencia”,
causado por el aumento de la morosidad en los pagos de sus clientes, que
alcanzó, en el mes de julio, la quinta parte de sus créditos (20%), arrojando
pérdidas por S/ 150 millones en el período 2021-2024 y un exiguo patrimonio de
S/25 millones, pese a que “accedió a una cuantiosa inyección de recursos
públicos por más de S/40 millones”, canjeados por bonos subordinados de incierta
redención por COFIDE.
Ahora ha pasado a manos de la Caja Arequipa (20/7/24), lo que, si bien
devuelve la tranquilidad a sus depositantes, también incrementa las señales de
alerta en el sistema financiero.
Lo cierto es la morosidad galopa en las microfinancieras (cooperativas de
ahorro y crédito, cajas y financieras), en algunos bancos, ni que decir de
fondos de inversión como Optima, Cronos, Blanco, Diviso etc. Es así que durante
el período 2021-2024, la Superintendencia de Banca y Seguros (SBS) ha
intervenido a nada menos que 32 de las más 200 cooperativas, entre las que
destaca AELU (2021), que se suman al colapso de la Caja Rural Raíz (10/8/23) y
la Caja Municipal Sullana (11/7/24) y ahora Credinka. Los bancos con la
morosidad más alta al mes de julio son: Falabella con 6.08%, Ripley 5.26% y
Alfin 5.54%.
Y no es para menos, a finales del 2024 casi 6 millones de hogares mantenían
una deuda que asciende a S/ 169 mil millones (MM), que crece sin prisa, pero sin
pausa, tanto así, que el porcentaje mensual promedio de los ingresos familiares
que destinan para este pago (RCI) se ha incrementado hasta situarse en 34%,
quebrando el “umbral prudencial internacional de 30%” que monitorea, sin mucho
éxito la SBS. Hace un trienio (julio 2021) esta deuda era significativamente
menor (S/ 130 MM).
Lo más grave de la estructura de la deuda familiar es que la parte del león,
el 60% (S/100.5 MM), corresponde a Créditos de Consumo (CC), cuya tasa promedio
roza el 57% (BCR). Dicho de otra manera, en teoría, anualmente, solo en
intereses de los CC se generarían hasta S/57 MM, monto que supera largamente la
capacidad anual de pagos de la Población Económicamente Activa (PEA) ocupada
(17.3 millones), que a duras penas alcanza los S/40 MM. No es lo mismo honrar un
CC con intereses leoninos que un Crédito Hipotecario (CH), que mantiene una tasa
promedio de 8.7%.
En el primer caso (CC), vendes hasta tu alma para cancelar, casi en su
totalidad, intereses (“bola de nieve”); en el segundo (CH), amortizas el capital
prestado pagando un interés razonable por la vivienda soñada. En el quintil 1,
el de mayores ingresos, el 40% de los pagos mensuales son para CC, mientras que
el 60% va para CH; en los sectores más vulnerables, el 80% se destina a CC y
apenas el 20% a CH (SBS).
No es menos cierto que esta trepada letal del RCI se debe a: primero, dos
pandemias, COVID-19 y Castillo-21; segundo, la recesión (octubre 22-diciembre
23) que provocó la caída del 11% en el ingreso real; tercero, el “alegre
endeudamiento” por S/40 MM (mayoritariamente en créditos de consumo) promovido
por los bancos en 2022-23 en las barbas de la SBS; y finalmente, a la “glacial”
política monetaria del tetrapresidente del BCR, Julio Velarde, quien hace cuatro
años, sumamente preocupado por la quiebra de las empresas, ideó el programa
Reactiva destinando S/60 MM a una tasa de 1%. Grande. Sin embargo, los 6
millones de hogares aún no merecen su atención.