Poniatowska: Tengo una enorme esperanza en Claudia Sheinbaum porque la conozco hace mil años
La gran escritora mexicana viva desgrana asuntos como la
militarización del país, la relación del presidente con la prensa, su apoyo a
Claudia Sheinbaum o cómo sus visitas a los presos políticos de Lecumberri en los
sesenta moldearon su visión
Entrevista de Alejandro Santos Cid para El País
Elena Poniatowska recuerda desde el sofá de su casa emparedada de libros los
días en la cárcel de Lecumberri, el agujero negro en que el PRI arrojó a
escritores, sindicalistas, disidentes del régimen. Allí fueron a dar los huesos
de los dirigentes estudiantiles del 68, aquellos que sobrevivieron a la matanza
de Tlatelolco. La gran escritora mexicana viva, cronista de las grietas de la
época, conocía de memoria sus pasillos, sus celdas, sus habitantes: sus
entrevistados. A veces, se cruzaba con Annie Pardo, una científica que acudía
también a visitar a sus compañeros presos. Pardo, que acogía en su casa
asambleas del joven movimiento, solía llevar consigo a su hija, una niña de seis
años que décadas después diría que los viajes a Lecumberri forjaron su futuro
político. En aquellas galerías lúgubres, la niña y la escritora se conocieron.
Fue un encuentro que tenía algo de profético. Era la primera vez que Poniatowska
veía a Claudia Sheinbaum.
Pregunta. Usted tiene 92 años. Lleva 82 en México. ¿Lo ha visto
cambiar mucho?
Respuesta. Llegué después de la Revolución Mexicana. Mi madre nació en
Francia, en París. Eran mexicanos hacendados que se fueron en la época en que se
fue Porfirio Díaz y cuando regresaron ya no tenían nada.
P. ¿Y después?
R. Llegué a un país donde había un solo partido, el Partido Revolucionario
Institucional, y empecé a ir mucho como periodista, así como usted viene, a la
cárcel. Quería conocer a mexicanos que no se parecieran a mi familia o a mi
medio social; conocer otras vidas que eran totalmente ajenas a la mía. Por
ejemplo, conocí a una mujer, Jesusa Palancares, que estuvo en la Revolución
Mexicana, fue soldadera.
P. ¿A quién más conoció en la cárcel?
R. A ferrocarrileros de la huelga de 1959. Entrevisté varias veces a David
Alfaro Siqueiros, que había estado en la cárcel antes y lo vi en Lecumberri. Me
acuerdo de que tenía el pelo muy alborotado y le dije: ‘¿Y usted cuando se
peina?’, y me dijo: ‘Me peina regularmente el Partido Comunista’. Y muchos
campesinos que vivían allí. Fui mucho a la cárcel y eso me ha ayudado a conocer
padres y madres de familia absolutamente admirables, a estudiantes que están
dispuestos a dar su vida.
P. Leí un artículo que publicó en EL PAÍS en 2018 en el que hablaba
de Tlatelolco. Entrevistaba al exdirigente estudiantil Gilberto Guevara. Él
decía que el Ejército hace de policía en México. Suena actual. El control en los
aeropuertos, las obras públicas, los desastres naturales...
R. Yo no conozco el papel del Ejército. Preferiría que el Ejército estuviera
en los cuarteles.
P. El presidente los llama ‘el pueblo uniformado’.
R. Bueno, allá él.
P. Usted siempre ha defendido a López Obrador.
R. Mucho, mucho.
P. ¿Le ha gustado este sexenio?
R. Sí. Soy una mujer fundamentalmente leal. Yo no creo que pueda hacer
editoriales políticos. Los leo, me interesa mucho. Tengo una actitud política,
pero en general me manifiesto a través de entrevistas o crónicas.
P. En el artículo de 2018, hablaba del caso Ayotzinapa y de la crisis
de desaparecidos. Se preguntaba: ‘¿Qué nombre podemos darle a esta nueva noche
de Tlatelolco?’ ¿Tiene una respuesta?
R. La muerte de un joven siempre es un crimen. Matar a un joven es matar la
esperanza, matar no solo a su futuro, sino al futuro de toda una comunidad. Veo
en los periódicos que hay muchos asesinatos, que yo sentía que habían
desaparecido. Qué bueno que una mujer vaya a subir al poder porque creo que ella
[Claudia Sheinbaum] en Tlalpan logró bajar el número de crímenes y espero que
ahora lo logre también porque es una situación muy dolorosa, donde siempre las
víctimas son los más pobres, los más olvidados, los abandonados.
P. ¿Cuál es el principal problema de México?
R. La inseguridad y el nivel de vida de la gente, aunque ha subido. Otro
problema importante, otro deseo enorme, otra esperanza, es la educación. Si hay
escuelas para todos, si hay trabajo para todos, si hay buenos salarios, sube el
nivel de vida.
P. Me gustaría conocer su visión crítica sobre este sexenio, lo bueno
y lo malo.
R. Voté por López Obrador con muchísima ilusión. Nunca lo he vuelto a ver.
Una vez me llamó, el año pasado, que cumplí 90 años, y me dijo que no podía ir a
un acto que me hicieron, cuando me entregaron la medalla que más me ha
emocionado de todos los premios que he recibido, la Belisario Domínguez, que
como usted sabe fue un chiapaneco extraordinario al que mataron a traición. No
he tenido ningún contacto con él, ni él me ha buscado para nada salvo para
excusarse ese día.
P. Pensé que eran amigos.
R. No, no. Yo lo conozco, él vino aquí [a casa de la escritora] varias veces
cuando me necesitaba. Yo creo que él no me necesitaba en el fondo, pero José
María Pérez Gay [fallecido escritor y asesor de López Obrador] le dijo que se
rodeara de gente como Carlos Monsiváis, que había estado muy cerca de los
estudiantes, o de mí, que había escrito La noche de Tlatelolco, y por eso me
vino a ver. Después yo estuve en varios mítines. Sufrí porque tenía que preparar
un discurso, un discurso que finalmente a nadie le importaba, porque al que
querían escuchar era al candidato, pero siempre había un prolegómeno mientras se
llenaba la plaza. López Obrador quería tener una plaza llena cuando él se subía
al estrado y veía a toda la gente abajo, mujeres con niños y niños chiquitos que
se asoleaban.
P. ¿Se sintió utilizada políticamente?
R. No, nunca he sentido eso ni nunca usaría esas palabras. Soy mayor de edad
que Andrés Manuel López Obrador y accedí porque amo a mi país.
P. ¿Cuál es la parte que más critica de este sexenio?
R. La relación con la prensa. Responde a las preguntas que quiere responder,
tiene todas las riendas en sus manos, los periodistas que acuden a la mañanera
es gente que cree en él, que lo sigue, que lo admira. No me gustó que a la
contrincante [Xóchitl Gálvez] le negaran la entrada, me pareció una descortesía.
Tengo una enorme esperanza en Claudia Sheinbaum, porque la conozco hace mil
años. La vi cantidad de veces en la cárcel de Lecumberri. Admiro a su madre,
Annie Pardo, una mujer de izquierda que fue íntima amiga de mi editora, Neus
Espresate, que era de Barcelona como todos los editores. Claudia siempre se ha
preocupado por la gente que menos tiene. Me da muchísimo gusto, primero, que sea
una mujer la que sube al poder, y que sea una mujer [va a decir ‘de izquierdas’,
pero se calla]… A mí no me gusta nada esa palabra de ‘izquierda’. Es ridículo
porque yo, ¿soy de izquierda? Bueno, sí, pero mis antecedentes son
aristocráticos. Estanislao Augusto Poniatowski fue el último rey de Polonia en
1740.
P. Pero usted siempre ha sido de izquierdas.
R. Sí, por interés también. Puedo asombrarme con una novela de Carlos
Fuentes, con un poema de [Octavio] Paz o de Gabriel Zaid, pero a mí me interesa
muchísimo lo que me dice una gente que vive en una vecindad, en eso tengo mucho
que ver con este antropólogo norteamericano, Óscar Lewis. No sé cómo pueda ser
la vida de un bracero, de alguien que muera atravesando un río para llegar a
Estados Unidos, de una mujer que llega a su casa en la noche y no sabe qué les
va a dar de comer a sus hijos. Tuve la suerte de que un preso de Lecumberri me
escribiera hace años, cuando yo era joven, y me pidiera que lo fuera a ver.
Obtuve toda una cultura mexicana popular a través de la gente con quienes hablé
antes de 1968.
P. Vivió un México que acogió a exiliados españoles, chilenos,
argentinos…
R. Un México extraordinariamente generoso y bondadoso, luminoso, se puede
decir maternal, que te dice ven acá y yo te lo resuelvo, un México alimenticio,
capaz de dar.
P. Ahora en vez de exiliados vienen migrantes.
R. Es horrible, van todos a Estados Unidos y finalmente su viaje es infernal.
Yo no los he acompañado, pero he leído en el periódico que el maltrato a los
migrantes es vergonzoso y aterrador. Lo es en México y lo es al tratar de entrar
a Estados Unidos.
P. ¿Qué ha pasado para que haya cambiado tanto la
acogida?
R. Hay una policía muy cruel, por eso la idea de un Ejército en la calle no
me puede gustar.
P. Su marido, Guillermo Haro, y usted, fueron grandes defensores de
la UNAM. ¿Qué piensa cuando el presidente dice que se ha
derechizado?
R. Frente a otras universidades, la UNAM puede parecer presumida, pero es una
fuente de conocimiento, recibe a todos. Yo soy una verdadera devota de la UNAM,
estoy en contra de cualquier crítica que se le haga, sobre todo de un presidente
que salió de la UNAM. Me parece un error lo que dijo. Creo que habría que
señalarle al presidente, que además todos tenemos ese derecho. En Estados Unidos
se habla mucho de los yes men, los hombres que dicen sí a todo. Los
mexicanos tienen capacidad de decir que no. Ese rechazo es bueno.
P. ¿A qué le diría que no al presidente?
R. La presencia del Ejército no estaría de acuerdo. También tiene actitudes
hacia gente que le ha hecho el bien al país. Creo que eso no sucedería si
viviera Carlos Monsiváis, a quien pedía consejo.
P. No sabía que López Obrador acudía a Monsiváis.
R. Muy poco tiempo, porque Monsiváis murió, pero él [el presidente] le quería
mucho. Algunos seguidores de Monsiváis están en su Gobierno [se refiere a Jesús
Ramírez].
P. ¿López Obrador o Claudia Sheinbaum?
R. Claudia Sheinbaum, porque es la ilusión, es universitaria, física,
profundamente intelectual y con ella viví momentos que jamás viví con López
Obrador.
P. ¿Y la oposición?
R. A Xóchitl Gálvez siempre la veo sonriente. Como decimos en México, aguanta
un piano, porque la prensa, La Jornada, donde yo trabajo, la ataca, la denuesta
con frecuencia, y creo que ella sigue saliendo con su sonrisa. Políticamente, no
he estudiado realmente sus propuestas, pero jamás se me ocurriría hablar mal de
Xóchitl Gálvez.
P. ¿Y la coalición PRI, PAN y PRD? Desde fuera descuadra que derecha
e izquierda vayan de la mano.
R. Tampoco lo entiendo yo, es un gran signo de interrogación. En México a
partir de la Revolución siempre ha habido una mezcla de gente muy rara. El
tejido de la historia de México es muy inesperado.
P. ¿Cómo ve el futuro?
R. Con esperanza, yo quiero todo lo mejor, pero es un México que ya no veré.
Cuando yo llegué las diferencias sociales erán enormes. Había muchísimos niños
sin escuela, pocas oportunidades, para las mujeres que venían del campo su
salida era trabajar en una casa, pero cada vez hay más en la educación superior,
mujeres que han destacado muchísimo en altos niveles, con una enorme gallardía.
Y las jóvenes ahora que hablan con tanta libertad. Yo no creo que vamos a peor.
Mucha gente valiosa ha desaparecido, pero vamos adelante.