El campanazo económico de la semana fue el incremento de la pobreza durante
el gobierno de Pedro Castillo (628 mil personas), elevando el porcentaje a 27.5%
de la población. Si bien no resulta gratificante contar el número de pobres
-semejante a resaltar el vaso medio vacío sobre el vaso medio lleno- se hace
este conteo después de cada gobierno, para optimizar el gasto social (que ha
caído en 10% respecto al 2019). El siglo XXI nos encontró con más de la mitad de
los peruanos en esta situación (54.1%), empero, el gobierno de Alejandro Toledo
redujo la cifra a 49.5% (2006).
Sin embargo, el segundo gobierno de Alan García, como consecuencia de otros
dos récords: el incremento de 40% en el PBI per cápita y el aumento de 3.5
millones de empleos adecuados, rebajó la pobreza a 27.8% (2011). Con Ollanta
Humala se bajó a 20.7%, hasta que nos asoló la pandemia que la volvió a elevar,
30.1% (2020), Con el rebote del PBI del 2021 cayó inicialmente a 25.9%, hasta
que el “gobierno de los cojudignos” la incrementó a 27.5%, semejante al nivel de
pobreza del 2011.
En cuanto al gasto real per cápita mensual -medido en soles constantes del
2022- en el estrato más alto (decil 10) fue de S/2,167, -11.4% menor en
comparación a los S/ 2,446 del 2019, mientras que en el estrato menos favorecido
(decil 1) el gasto per cápita fue de S/ 245, -11.1% en comparación a los S/ 275
del 2019. A decir del economista peruano Javier Herrera, representante del IRD
de Francia: “Lo que vemos es un retroceso. Estamos en el mismo nivel de hace 11
años. No hemos avanzado y eso es preocupante” (12/5/23).
Existen diversos métodos para medir la pobreza: déficit calórico, necesidades
básicas insatisfechas, etc. Por ejemplo, en Alemania y España la línea de la
pobreza se sitúa por debajo de los ingresos inferiores al 60% del ingreso
promedio. En EEUU, se utiliza un enfoque multidimensional, se mide un umbral de
ingresos y seis dimensiones: estándar de vida, educación, salud, seguridad
económica, calidad de la vivienda y calidad del vecindario. En el Perú, el INEI
utiliza el enfoque monetario. Se considera como pobres a aquellos cuyo gasto per
cápita es insuficiente para adquirir una canasta básica de alimentos y
servicios. Se estima en S/ 415 el gasto por persona como frontera de la pobreza
y S/ 226 la línea para pobres extremos.
Un factor determinante para aumentar la pobreza es la inflación. Durante el
2022, los precios de esta canasta que más aumentaron son: azúcar rubia (35.1%),
papa blanca (45%), papa color (36,4%), pan francés (33.7%) y aceite vegetal
(30.4%). Tanto así que Fernando Gonzales del IPE indica: si la inflación
promedio hubiera sido de 3.4% similar al periodo 2010-19, con el nivel de
crecimiento registrado, la pobreza se habría reducido a 24% en el 2022. El
grupo de regiones más pobres son: Ayacucho, Cajamarca, Huancavelica, Huánuco,
Loreto, Pasco y Puno, con un rango entre 39.4%-43.3%. Huánuco, Loreto y Pasco se
han sumado en la postpandemia a este ranking fatídico. La pobreza extrema más
alta se encuentra en Cajamarca, que subió hasta 21.8%. Dicho de otra manera,
mientras uno de cada cinco de los paisanos de Atahualpa no tiene ni para comer,
entre los vecinos de la achirana casi nadie pasa hambruna.