China quiere mediar en Ucrania aunque EEUU se oponga.
Es evidente que el status internacional de China ha experimentado un
punto de inflexión en los últimos dos meses, y tras haber resuelto como
mediadora el enfrentamiento entre los dos países más relevantes de Medio Oriente
– Irán y Arabia Saudita – ahora se apresta a lograr una salida negociada en la
Guerra de Ucrania a través del viaje del presidente Xi Jinping a Rusia.
De esa manera aspira a poner término a un conflicto que ya dura más de un
año, en el que se enfrentan Ucrania, como parte de una coalición que encabezan
EE.UU. y la OTAN, y Rusia; y que ha desatado tres crisis globales: la
energética, la alimentaria, y la inflacionaria.
Por eso la Guerra de Ucrania se ha transformado en el centro y eje de la
política mundial, y de su resolución depende el signo de la época.
En términos militares, la guerra ha llegado a una situación de estancamiento
estratégico, tras haber asumido Rusia una posición defensiva centrada en la
defensa de la zona Sur y Este de Ucrania, hacia donde ha replegado la totalidad
de sus fuerzas en territorio ucraniano.
Esto asegura que la guerra ha adquirido un carácter prolongado, de largo
plazo, lo que garantiza que no hay solución militar posible para este
conflicto.
Hay que agregar un elemento de especial importancia estratégica, y es que
EE.UU. ha modificado la naturaleza de su participación en la guerra, y ya no se
reduce a asistir a Ucrania en su resistencia a la invasión rusa, sino que su
objetivo – en los términos del Secretario de Defensa Lloyd Austin – es disminuir
drásticamente el potencial militar de Moscú, y modificar así irreversiblemente
su condición de gran potencia, impidiéndole repetir la aventura del 24 de
febrero de 2022.
Significa que EE.UU. no tiene ningún interés en lograr una salida negociada
del conflicto, debido a que aspira esencialmente a la derrota de Rusia. Por eso
el carácter prolongado de la guerra es en realidad un requisito y una condición
de la estrategia efectiva norteamericana.
Esto coloca – es preciso subrayar esta constatación – en un camino de
enfrentamiento directo, imposible de ocultar con subterfugios y eufemismos, a
las dos superpotencias, en un choque sin mediaciones entre el afán mediador de
Xi Jinping y la negativa sistemática de Biden a un acuerdo político.
Este choque se resuelve no en términos bélicos, imposible en la época de la
disuasión nuclear, sino de acuerdo a la relación de fuerzas entre las
superpotencias en el momento actual, tanto en el plano regional como mundial; y
allí, en este aspecto decisivo, el fortalecimiento de la República Popular es
innegable, sobre todo después de su exitosa mediación frente a Arabia Saudita e
Irán, en contraposición a la virtual exclusión que ha experimentado EE.UU. de la
región más estratégica del mundo, que es Medio Oriente.
China es el país que tiene más influencia en el gobierno de Rusia, y
específicamente en Vladimir Putin; y Xi Jinping se ha comunicado también con el
presidente Zelenski de Ucrania; y la cuestión con el líder ucraniano es como y
de qué manera recupera un mínimo de autonomía estratégica, superando la total
dependencia de EE.UU. que experimenta en este momento.
En última instancia, las realidades siempre se imponen en el plano
estratégico, es la relación que existe entre el poder y la fuerza, y esto está
más vigente que nunca en la relación entre las dos superpotencias.
China acaba de resolver un conflicto que duraba ya siete años, con
derivaciones en toda la región, entre la República Islámica de Irán, el
principal país chiita de Medio Oriente, y el Reino Saudita, expresión de una
versión extrema de la concepción sunnita del Islam; y lo ha hecho a través de la
confianza que le otorgaron ambos protagonistas, en un ejercicio extraordinario
de prestigio y confiabilidad.
Estas son las armas con las que Xi Jinping intenta ahora la resolución de la
crisis ucraniana; y es probable que la carta de triunfo del líder chino es que,
a pesar de la furia anti-China que domina el sistema de poder norteamericano (lo
que incluye al Ejecutivo y el Congreso, demócratas y republicanos, los medios de
comunicación, y la opinión pública), haya en EE.UU. la comprensión final de que
la República Popular no es su enemiga, y no aspira a reemplazarlo como el centro
hegemónico del sistema mundial.
Por el contrario, el objetivo de la República Popular es re adquirir en el
siglo XXI su status histórico como el “Imperio del Medio”, el titulo por el que
fue reconocido en Oriente a través de sus 5.000 años de historia.
En suma, entre China y EE.UU. hay competencia, contradicción, e incluso
conflictos, pero no un antagonismo letal.
Quizás este sea el principio de la “sabiduría oriental” que ayude a terminar
con la Guerra de Ucrania, y sus consecuencias, las tres crisis mundiales; y al
mismo tiempo abra paso a un nuevo sistema global, sin ningún tipo de
hegemonismo, propio de un mundo absolutamente unificado por la revolución de la
técnica, y que por eso se funda en la cooperación y no en el antagonismo.
Las nociones del optimismo y el pesimismo son ajenas a la cultura china. Solo
apuesta al tiempo y al sentido favorable de los acontecimientos
históricos. Jorge Castro. Clarín