Una pistola no declarada cruza la frontera en un abrigo. En Washington un
club de diplomáticos se reúne para guillotinar de un plumazo a sus colegas. Una
recepción en Hong Kong atrae como moscas a los industriales y financieros de
toda Asia. En un oscuro despacho una mano mueve el mundo mientras su índice se
clava en un punto debajo del ecuador. A Lima llega un hombre todavía joven al
borde de ser jubilado víctima de una traición de sus colegas. En esa misma
ciudad, en palacio el presidente pide disculpas públicas a los diplomáticos
traicionados en nombre del Perú. En el frígido e insípido Canadá un hombre juega
con su perro mientras espera la llamada de un vampiro. Esta es la memoria
diplomática de un país a través de un hombre.
En un actual contexto diplomático adverso para Perú, un país con cada vez
menos amigos y con diplomáticos peruanos haciendo malabares por defender lo
indefendible no queda otra cosa que mirar al pasado para no amargarse imaginando
el futuro; esta es la historia de un modelo de acción encarnado en una persona
que bien valdría a nuestros diplomáticos centroamericanos calcar con fidelidad.
Porque si Perú no aprovecha lo que tiene, nosotros los centroamericanos bien
podemos sacarle mayor ventaja. Esta es una historia que va a través de Hong Kong
y Hungría, desde las estepas altiplánicas de Butch Cassidy a los pasillos de la
traición en Torre Tagle. Una memoria sobre la diplomacia agrícola del embajador
peruano Guillermo Russo.
UN ALMUERZO DE ARROZ CON CABRITO
2023. Mientras en el Perú continúan las protestas, me doy cuenta que en el
norte se pinta la situación más tranquila a comparación del Sur o parte del
oriente amazónico. En los años de bonanza económica la riqueza chorreó en el
norte a través de la agroexportación, pero no así en el Sur. Esto explica que la
actual crisis peruana tiene raíces económicas, que la pobreza y la desigualdad
han golpeado más en el Sur que en el norte. Es curioso que el norte se
desarrollara en agroexportación siendo un ¡desierto! Entretanto el Sur ha sido
abandonado a su suerte. Testigos de esto son los muertos de ese olvido económico
en Apurímac, Ayacucho y especialmente Puno. “Dime tú entonces que ha hecho el
ministerio de relaciones exteriores por Puno. Ignoro, porque la realidad
económica, sus índices de salud y educación lo dicen todo, ya que de cada diez
niños siete tienen anemia antes de los seis años”, me dice Russo mientras
conversamos por teléfono.
Muchos pocos años antes, frente a un pelotón de carnes y chorizos, en un
almuerzo de terraza, recordé el día que me presentaron al embajador del país del
hielo, Guillermo Russo. Lo conocí en esa misma terraza del departamento de un
embajador contrariado de cuyo nombre Dios me deje librado de acordarme. Era un
almuerzo de diplomáticos, o como decimos en Derecho, un almuerzo de arroz con
cabrito. Más allá de las envidias gremiales el espacio era un ambiente plagado
de norteños con su “simpático” sentido del humor (me perdonarán pero soy del Sur
y la gente del norte siempre nos ha resultado… pintoresca), y allí Russo
sobresalía por su parecido a don Pío Baroja y un humor bajo en colesterol. Con
un aire quijotesco (sus antepasados son en parte gallegos y de Castilla La
Mancha), era de toda la mesa de norteños la persona más mesurada y con muchos
recuerdos. Esa vez mientras Russo conversaba con el anfitrión contrariado (un
hombre alegre como el sol de su tierra, pero proclive a los nubarrones
vallejianos. En fin, así son los novelistas), recuerdo toparme con una
conversación que me intrigó. Les escuché hablar sobre unas uvas, y algo que
habían logrado juntos, algo importante, muy importante. Lo que haya sido reanimó
al anfitrión contrariado, quien luego muy alegre se puso a recitar a un poeta
suicida húngaro con nombre de bárbaro. Ahora que lo pienso esa conversación
interceptada no debió ser importante y sin embargo no me la pude sacar de la
cabeza.
Cómo dice Baudelaire, la vida es un bosque de símbolos y si nos acordamos de
algo tan intrascendental es porque no lo es.
Años después frente a un pelotón de malas noticias sobre Perú, desde
carreteras bloqueadas, a masacres de manifestantes y discursos de odio y
separatismos, me contacto con Russo y este me cuenta una historia que me entró
por una oreja y estuvo a punto de salirme por la otra, pero que por alguna razón
no pasó desapercibida. Algo referente a unas uvas, el norte peruano y un señor
húngaro. Si no dejé ir esa historia es porque recordé lo de esa conversación
interceptada, si eso había sido capaz de reanimar al anfitrión contrariado,
entonces mi olfato me decía que había algo allí. Luego fue el momento de buscar
si había una historia. Y madre mía, sí que la había.
A lo largo de dos notas anteriores he investigado, entrevistado e indagado
sobre algo que tiene que ver con algo más que uvas. Podrían haber sido mangos o
kión, daba igual, el caso es que esto era algo más. En un país donde no son
frecuentes las buenas noticias, esta historia realmente fascina por lo que se
logró. Porque es un hecho que contribuyó a un cambio a mejor en la lucha contra
la pobreza en el norte del Perú, lo cual explica su actual calma frente al resto
del país. Porque casi no hay noticias de muertos en el norte del Perú respecto a
las recientes protestas. Y ¿Por qué? Por un par de personas, un loco sueño en la
que nadie hubiera invertido dos dólares sino fuera por todo el despliegue que se
hizo: relaciones públicas, viajes, contactos y lo más importante, ir más allá de
las instrucciones recibidas.
Esta es la historia detrás del milagro de la Uva Red Globe. De un hombre que
hizo de bisagra entre el continente tecnocientífico de Europa y un país de ese
continente mágico llamado Latinoamérica.
UN REVOLVER PARA BOLIVIA Y UNA OFICINA LLUVIOSA EN HONG
KONG
Toda historia comienza antes, mucho antes.
Lima 1977. “Ten Guillermo, toma está pistola, la vas a necesitar, estás yendo
a un país que no se sabe lo que va a pasar al día siguiente” le dijo el
embajador Juan Garland (Q.E.P.D.) mientras le regalaba una pistola cargada a un
joven Russo el mismo día en que viajaba a su primer destino como diplomático:
Bolivia.
Bolivia no solo es el país con el lago más alto del mundo compartido con
Perú, es también la tumba del mítico vaquero ladrón de trenes Butch Cassidy y
del líder guerrillero Ernesto el Che Guevara. En 1977 Bolivia era un país en
caos.
“Llegué a Bolivia con una pistola que no declaré” comenta Russo con alegre
nostalgia. “La relación de Bolivia con Perú fue, es y será el de un país
importante. Si bien las relaciones internacionales con todos los países son
importantes en diplomacia, lo es aún más con los países vecinos. Puede que un
día el gobierno de Perú se pelee con Nepal o Dinamarca, pero de ninguna manera
se debe pelear con sus vecinos, pues mientras Nepal y Dinamarca están a medio
planeta de distancia, con tus vecinos compartes la geografía y no puedes ignorar
eso. Con Bolivia la relación es más especial históricamente, se remontan a unas
raíces profundas, anteriores a la colonia e incluso antes del Tawantinsuyo.
Durante la República fuimos parte de la Confederación, y no nos olvidemos de
Santa Cruz, la cultura aymara y el Titicaca. No nos olvidemos de todo lo que
implica y se podría hacer junto a Bolivia. El sector privado peruano podría
tener mayor impacto en Bolivia. El Banco Popular fue durante cincuenta años el
banco más importante de Bolivia, y era un banco peruano. Alicorp el día de hoy
lidera en Bolivia la producción de aceite. Ergo nuestro socio natural es
Bolivia. Por otra parte la gran discusión boliviana sobre la salida de
exportaciones bolivianas es si sale por el puerto de Arica (Chile) o por
Matarani (Perú)”.
En sus primeros años en Bolivia Russo conoce a la mítica Tía Julia, Julia
Urquidi, primera esposa del premio Nobel Mario Vargas Llosa. “Era una mujer
simpatiquísima, entonces era la secretaria del dictador Banzer… Urquidi que
impresionaba con su sola presencia. Era frecuente entonces, incluso ahora, que
hubiesen muchos matrimonios entre peruanos y bolivianos, y que se fueran unos y
otros a vivir al otro lado, por ejemplo el gran economista boliviano Ramiro
Cabezas fue asesor del general Morales Bermúdez cuando este tenía la cartera de
ministro de hacienda. Además no hay que olvidar que Perú fue destino de
exiliados políticos bolivianos cómo es el caso de la troika revolucionaria
boliviana. En Perú estuvieron refugiados Juan Lechín, Paz Stensoro, Siles Suazo,
estos dos últimos llegaron a ser presidentes de Bolivia”.
En 1977 Russo tiene 29 años, ha llegado justo para el momento del llanto en
renuncia del general Banzer y el posterior caos político boliviano de los
últimos años de la década de 1970. Su trabajo consistía en estar averiguando,
ser ojos y oídos del inca, ser el tukurikuy, estar al tanto de lo que
ocurría.
“La relación con un país fronterizo debe ser una relación matrimonial, una
relación completa en lo político, lo económico, social y cultural” comenta
respecto al país de la frontera.
Su primer trabajo como diplomático también tiene funciones curiosas como es
hacer obviamente de todo. Entre estas está hacer informes cifrados. A través de
la extraña máquina CX-52, una especie de máquina estinotipiadora rara hecha en
Suiza, Russo se encargaba de cifrar los informes secretos y estrictamente
secretos. Una especie de servicio secreto. Es en Bolivia, precisamente en La
Paz, a pocos kilómetros de la frontera que Russo se da cuenta que para una
provincia como Puno, el polo de desarrollo más cercano está más en la capital de
un país extranjero que en la de su propia capital, Lima. Años después esta
reflexión brotaría en su cabeza ante los sucesos de discursos separatistas
durante la presente crisis peruana. Porque Perú ya ha tenido una canciller
diplomática de carrera puneña, cuyo mayor mérito ha sido el escándalo del
vacunagate. ¿Dónde está lo que se ha hecho por Puno? Mientras La Paz, está
aquisito nomás, a la vuelta de un par de montañas.
Después de su paso por Brasil y la ONU llega su siguiente destino. ¿Londres o
Hong Kong? Le preguntan a un joven barbudo en Torre Tagle. Y el muy romántico
elige Hong Kong. “Yo era Marco Polo, conforme me lo dijo el ilustre embajador
Hubert Wiland, vuelvo al Asia donde el Perú cerró su oficina en 1969 al abrir
relaciones con la China popular”.
1987. Hong Kong. Hace calor y llueve. En el enclave británico en el sudeste
asiático una modesta oficina abre. Russo levanta las persianas que da a una
avenida con esos pintorescos buses ingleses de dos pisos. Hong Kong es un
termitero de gente, todo es comercio, bulla, movimiento. Y claro, hace calor y
llueve. Russo es una especie de plenipotenciario, no solo es el cónsul general
de Perú para Hong Kong y Macao sino que su oficina también abarca temas
diplomáticos y fundamentalmente económicos para otras zonas del Asia, como es
Taiwán, Singapur, Tailandia, Malasia, Indonesia y algún otro exótico país donde
Perú no tenía embajada. En resumen que Russo tiene mucho trabajo.
Entre montañas de papel burocrático Russo se hizo de tiempo para promover
encuentros empresariales entre peruanos y asiáticos. “Creía que se podía y lo
hacía”. Uno de estos encuentros en 1989 permitió a un privado peruano como Julio
Vera con financiación de Hong Kong mandar a construir en el astillero de Fujian,
en China Popular, una flota de doce barcos (para la pesca y fábricas de harina
de pescado). Este fue el primer “joint venture” entre Perú, Hong Kong y China.
“No he tenido temor de tratar con el sector privado. Soy funcionario de Estado y
el Estado somos todos (…) En la Cancillería hay muchos que le temen al privado,
y por qué, por ignorancia, porque no saben gestionar las cosas y se limitan a lo
administrativo. Mi caso es diferente, mi experiencia viene del banco industrial
dónde fui asesor principal de la presidencia, allí aprendí a recibir a todos los
sectores y estratos de la sociedad. Porque para mí el trabajo es un entusiasmo”.
Respecto a los barcos comprados por un peruano a los industriales de Hong Kong,
Russo no solo estuvo presente el día que botaron los barcos, sino que también
acompañó en todo lo que hiciera falta en el planeamiento desde el contacto hasta
la botadura, es decir coadyuvó en la operativización que permitió la realización
de que en 1989 hubiese una renovación de la capacidad productiva en el sector al
contar con una nueva flota de barcos pesqueros para el mar del Perú.
Por entonces, como era esperarse de él, Russo también promovió un encuentro
aprovechando la cumbre en Singapur de la PECC (el predecesor de la APEC), esto
con motivo de recibir en Hong Kong al flamante presidente democrático del Perú,
Alberto Fujimori, el primer nisei elegido presidente en el mundo. Es el 15 de
noviembre de 1991 y este es el primer viaje de Fujimori al Asia. Esta es una
oportunidad de oro para estrechar lazos. En Hong Kong, Russo organiza una
recepción de 500 empresarios de todo el continente, desde industriales japoneses
hasta financieros taiwaneses o comerciales de Singapur. Toda Asia siente
curiosidad por ese hermano que se ha hecho presidente en el lejano Perú. Cabe
recordar que Hong Kong entonces como ahora era el centro bursátil de toda Asia
oriental, una especie de Nueva York, el lugar estratégico y neutral para la
reunión de los intereses de los grandes capitalistas asiáticos. En un mar de
caras amarillas Fujimori es recibido con gran interés por la comunidad
empresarial de los tigres asiáticos, ningún presidente latinoamericano tuvo
entonces ni ahora semejante atención. Esta es la época de Fujimori el demócrata.
“Ese almuerzo además de un éxito en relaciones internacionales por el que Perú
se presentaba con fuerza al mercado asiático, fue también una reunión que no le
costó un solo dólar, libra o yen al Estado peruano”. Una reunión así en una
época económicamente difícil para el Perú fue un salvavidas de un valor
incalculable.
Lamentablemente la Historia Universal nos enseña que la gratitud no es algo
esperable de ningún gobernante.
LA PURGA DE WASHINGTON
Otoño boreal de 1992. Unos meses antes Fujimori ha dado un golpe de Estado en
Perú. Lejos del epicentro de los cambios se va a preparar otro terremoto, uno
menos ruidoso aunque más profundo en las grietas que ocasionará. A Washington
llegan en distintos vuelos, como si de un cónclave de la Cosa Nostra se tratara,
un grupo de diplomáticos peruanos de primer nivel. Es el club de Washington y es
allí donde se escribirá la página más negra en la historia del colegiado
diplomático peruano. Precisamente para ese momento histórico se han tomado
medidas especiales para su total confidencialidad. Se ha elegido Washington por
su neutralidad. En un vuelo nocturno, sobre la medianoche, como gallinazo de mal
agüero arriba el último diplomático al que se esperaba, es alguien muy especial,
el burócrata, quien viene cargado de carpetas. Es la lista con todos los
funcionarios de la Cancillería. “Fueron nuestros propios colegas quienes
prepararon la infame lista de 1992” me menciona Russo con indignación. Fue su
propio colegiado el que los masacró. Una herida que sigue fresca hasta ahora. En
una sala estilo tudor, sentados en unas sillas windsor el cónclave va revisando
carpeta por carpeta, son las hojas de vida de todos los diplomáticos peruanos,
sus años de servicio van acompañadas de fotos tamaño carnet. Algunas carpetas
son más grandes que otras según la historia y el tiempo que tengan. ¿Cómo
resumir en una carpeta la vida de un diplomático? ¿En veinte o treinta folios
pueden caber veinte o treinta años de funciones? ¿Con una tijera se puede cortar
tan fácil una vida entera entregada al servicio diplomático? ¿Qué tan difícil es
cortar una vida? ¿Siente algo el verdugo? En lugar de tijeras hay un bolígrafo y
una mano fría de jacobino va anotando los nombres de los girondinos a
guillotinar. “Este si… Este no… Este si. Este también.”
La leyenda cuenta que Fujimori al recibir la lista de las hecatombes de
Washington dijo: “pero esto es un exterminio”. En total se pasaban a cese a 117,
sin embargo parece que estuvo programado para 250. Sin embargo hubo una segunda
guillotinada de ceses, unas 50 cabezas más algunos meses después.
Para esto cabe saber que la Cancillería es una de las instituciones
primigenias de la República del Perú, nacida durante la independencia, es junto
al Ejército una de sus venerables primeras instituciones. Y una institución para
ser legítima requiere de la confianza de sus colegiados. Una purga como la de
Washington deja a la posteridad unas heridas abiertas en un precedente que no se
supera con el deceso de sus protagonistas. Un precedente es un precedente.
Pero volvamos a 1992. Entre los guillotinados está Russo. Sin embargo él no
se da por muerto. “Yo tengo esquina” me dice. Contra todos los pronósticos
vuelve. “Fui cesado en el golpe pero les gané y los forcé a verme la cara en
Torre Tagle. Fui el primero que le gané a la dictadura mi restitución” cuenta
con orgullo el embajador. En efecto Russo fue el primero de un grupo reducido
que ganó su restitución después de 23 largos meses a través de una acción de
amparo. En 1992 y con una ola de popularidad a su favor, el tirano Fujimori (la
palabra dictador tiene demasiada nobleza para lo que vivió el Perú entonces)
cesó a los diplomáticos bajo la acusación de “ineptos, amigos de lo ajeno y de
desviados sexuales”. Esto convertía la cuestión en un asunto personal. Meterse
con la honra de las personas es una canallada que no se olvida.
Como si no fuera suficiente la humillación del insulto, cuando Russo regresa
al ganar la acción de amparo lo primero que recibe al volver a los pasillos de
Torre Tagle es que le miren feo sus propios colegas. “Y González Terrones me ve
llegar y me dice: ¿Qué haces tu acá? Y yo le respondo: vengo a traer la
resolución por la cual me restituye como funcionario diplomático la Corte
Suprema ¡Carajo!”
“Yo tomo mi acción de amparo no por aferrarme al trabajo sino porque se
metieron con mi honra y la de mi familia. Porque yo provengo de una familia
honorable, una familia histórica, mis padres han sido peruanos a carta cabal,
que pelearon y sufrieron exilios y cárcel por el Perú. Mi bisabuelo Miguel Checa
Checa hizo con su propio dinero el primer canal de regadío del norte peruano, de
80 km de extensión. Mi padre, José Russo Delgado fue exiliado por Benavides, por
Prado y por Odría. Por tanto aquel cese era un escupitajo de Fujimori al honor
de mi familia. Esa es la maldad del Fujimorismo”.
En los tejes y manejes de la perversa dictadura del Fujimorato estuvo la
complicidad con la que blindó el régimen sus decisiones. Pocos recordarán que al
poco tiempo de la purga de Washington, Fujimori elevó el salario de los
diplomáticos en un 350%. “¡Los compran! Esa es la astucia de las dictaduras”. Y
es así como los colegas se olvidan de los amigos y voltean la vista a otra
parte. Este es el espíritu del Neoliberalismo. Todo bien mientras yo tenga más,
y no me importa lo que le pase a mi prójimo así sea mi hermano. Cómo está
escrito que le respondió Caín a Dios cuando le pregunto por Abel: “¿Acaso yo soy
el guardián de mi hermano?”
No obstante su regreso a la carrera diplomática, Russo está aislado, no puede
ascender. Es un apestado y le toca vivir una década pérdida. Porque no importa
lo que hagas, no puedes ascender, estás en la lista negra, la lista de los
incómodos al régimen.
Con una carrera con un horizonte trunco Russo opta por no amilanarse. Enviado
al Canadá en 1995, siempre en un cargo menor cuando le tocaba ascender, Russo se
prepara para su regreso al Perú, sabe que las dictaduras no son eternas. Su caso
es especial pues es de los pocos abogados diplomáticos que tiene Master de
Derecho, en su caso por la universidad de Ottawa. Años después empieza a
trabajar para una empresa de exploración minera canadiense, en el directorio.
“Consigo un proyecto minero emblemático en Perú. Lo comienzo a trabajar en 2001
y en 2002 ya tenemos el proyecto de Shauindo, en Cajabamba, Cajamarca”. Es
Sulliden la que asume el proyecto que consigue Russo. Para que tengamos una idea
de lo que implica un proyecto minero este demoró en desarrollarse 15 años ¡15
AÑOS! En el caso minero Canadá es el país líder en exploración minera global. En
el proyecto en cuestión se descubren vetas de oro. En la actualidad se extraen
en promedio 150 mil onzas de oro al año que le significan un importante ingreso
al Estado. Siendo que una onza de oro se cotiza en unos 1850 dólares
aproximadamente.
EN BUSCA DEL TIEMPO PERDIDO
¿Cómo se recupera el tiempo? ¿Cómo se resarce el daño? Russo sabe de eso muy
bien.
En el año 2000 Russo regresa a Perú. Cuando cualquiera pensaría que su
carrera ya estaba muerta después de una década estancada, el destino le sonríe.
Llega justo en el momento que se revelan los vladivideos, el régimen que se
creía de cemento se desmorona como arena y en semanas el presidente Fujimori se
va primero a Malasia, para la APEC y luego a Japón desde donde envía por fax su
renuncia. Es en esos momentos en que le tocan la puerta de la casa de Russo. El
hombre que iba a ser jubilado ahora es convocado por el nuevo gobierno de
transición democrática de Valentín Paniagua. Entonces el ex secretario de la
ONU, Pérez de Cuellar es nombrado primer ministro y ministro de Relaciones
Exteriores de la República. En una cancillería plagada de fujimoristas se
empieza a buscar demócratas de confianza. Russo es uno de esos pocos especímenes
de raza que había sobrevivido a la purga de Washington. Su historial es
impecable y hasta Pérez de Cuellar debió estimarlo de heroico. El nuevo
Canciller extiende a dos años más el tiempo de servicios en la categoría y
declara la nulidad de lo actuado en famoso cese. Una manera modesta de resarcir
a los diplomáticos el daño ocasionado a sus honras. Se da también la ley que
permite los ascensos en la carrera para recuperar un poco el tiempo injustamente
perdido. En poco tiempo Russo ya puede retomar el vuelo de su carrera y ascender
a embajador. Insisto, una forma de resarcir el tiempo perdido. Como en efecto
fue, al menos en lo simbólico, el pedido de perdón a nombre del Estado Peruano
de parte del presidente Alejandro Toledo a los diplomáticos guillotinados en
1992. Sin embargo hubieron otros de la carrera diplomática que no llegaron a
vivir ese momento, como es el caso de Henry Rizo Patrón, amigo de Russo en su
primer destino diplomático en Bolivia allá por 1977, quien murió con el cese y
el amargo sabor de la calumnia y la traición proferida por sus propios
colegas.
Pero cómo dijo Fray Luis de León, después de serle devuelta su cátedra tras
pasar cuatro años en la cárcel de Valladolid para luego ser absuelto de los
cargos: “como decíamos ayer…”
De igual manera podríamos decir que esta también podría ser la frase de
Russo, pero llevada a la acción de arremangarse las mangas.
“Corea del Sur o Hungría” le dice el entonces canciller García Sayán, allá
por el año 2002. A diferencia de otros de su promoción que ya habían ascendido a
embajadores antes que él, Russo por fin puede ascender. Mientras se está vivo
nunca es demasiado tarde. “Volví a la carrera diplomática porque quería sumar y
multiplicar, no restar y dividir como hicieron otros en el 92. Yo quería volver
por todas las cosas que no había podido hacer. Por toda esa década pérdida que
tenía que recuperar. Mi venganza era contra el tiempo”. Es entonces que Russo
elige Hungría, justo cuando en Canadá su carrera prometía crecer más alto. Cómo
todo en la vida: decisiones. Como el cargo se lo exigía tuvo que renunciar a la
seguridad y prestigio que un buen trabajo le daba en Canadá por el servicio a la
República. Se abre una puerta pero se cierra otra. Tal vez Russo no debió
renunciar, sino más bien pedir su suspensión en el corporativo, porque la
experiencia en el servicio público enseña que el Estado no reconoce. Triste,
pero cierto. ¡Mucha atención en eso Ettore!
De viaje a Hungría, este es su primer destino europeo. Un país del tamaño de
Madre de Dios, pero con una población igual a la de la megalopolis de Lima
metropolitana.
Para Russo el potencial de su gremio es del tamaño de Machu Picchu. “La gran
transnacional que tiene el Perú es el Ministerio de Relaciones Exteriores y no
se utiliza eficientemente en beneficio del desarrollo eficiente del país en
todos los sectores”, me comenta Russo con un tono de reclamo de alguien que
conoce las capacidades de su colegiado. Hay 200 millones de dólares anuales
presupuestados para este ministerio que tiene más de 150 oficinas entre
embajadas y consulados en el mundo. El enfoque de Russo es más dinámico quizá
por eso no espera instrucciones para actuar. Su colegiado es eminentemente
conservador y burocrático con una fuerte dosis de paranoia persecutoria frente a
cualquier asomo de una acusación por corrupción. El resultado: tramitología
kafkiana y no hacer nada, salvo cócteles, visados y calentar el sillón, y capaz
aplicar la política de dejar hacer y dejar pasar. A diferencia de su colegiado,
el caso de Russo es propio de alguien inquieto, busca la oportunidad, se sabe
puente para las relaciones públicas, contacta y conecta, hace de cabeza de playa
en Normandía si es que no de sexto ejército alemán en Stalingrado. “Prefiero
equivocarme por acción que por omisión”. En resumen no le teme al riesgo. Por
eso apenas tiene su primer ascenso a embajador, esta vez enviado a Hungría,
busca de inmediato que proyectos de desarrollo pueden facilitarse a través de su
presencia allí. Lo primero que hace en su primera embajada es buscar el mapa y
ponerse a leer sobre la topografía, su producción y las capacidades de Hungría,
encontrar algo que pueda hacer bailar Hungría con Perú. Porque siempre hay
algo.
“Yo recordaba que los ómnibuses Ikaro que iban por Lima en los años 70 eran
de fabricación húngara. Además Hungría es un país con 10 premios nobel. Algo
tenía que encontrar”. Y fue entonces que encontró al experto vitivinícola Andras
Lakatos.
“Me pasaba el tiempo buscando que se podía hacer, y ahí llegué a la
universidad de Godolo”. Fue con su segundo, el que más adelante sería el
embajador contrariado “éramos como Sotil y Cubillas, jugábamos en pared, mi
segundo era y es un hombre apasionado de hacer cosas nuevas. Fue en ese tiempo
que descubrimos un proyecto encabezado por húngaros en el Brasil, dónde aparecía
el nombre de Lakatos. Pues bien Hungría tiene fama de productor de uva, el
famoso tokai húngaro. Comienzo a investigar más sobre el tema. Fue en una
reunión con el embajador de Brasil en Hungría que descubro el aporte húngaro en
Brasil, averiguo lo de Petrolina. Porque siempre saco provecho a la
sociabilidad. Apenas le digo chau al embajador brasileño me voy a mi embajada
recordando el nombre de Petrolina, y de inmediato voy a buscar donde queda
Petrolina y descubro en mi mapamundi que Petrolina está a la misma latitud que
Piura. Si la uva pegó en Petrolina también podía pegar en Piura. Fue en ese
momento que busco a Lakatos y a través de la universidad de Godolo invitamos al
rector de la Universidad Nacional de Piura, Edwin Vegas. Yo soy de origen
piurano y mi segundo, el piurano por mangas y remangas, fue así que le metimos
pasión al trabajo, aplicamos la diplomacia universitaria conjuntamente con la
empresarial”.
Meses después Russo convencerá a empresarios agricultores nativos de Piura a
viajar a Hungría para interesarlos en su descubrimiento. Llegan Reynaldo
Hilbeck, Mario Mustafá y Eduardo Vera. Y en efecto se interesan. Recorren junto
a Russo Hungría. Van a Godolo y conocen a Lakatos, lo invitan a Piura. Él va,
hace estudios sobre el terreno y el resto es historia. “Por obra de Lakatos hay
un boom de la uva en el norte. Yo reconozco el aporte húngaro a nuestro país y
que lamentablemente se conoce poco. Debería por lo menos haber una avenida
dedicada a Lakatos en Piura o una condecoración póstuma. Algo se debe hacer.
Lakatos era un apasionado de la uva y se volvió gran amigo del Perú, Agota su
traductora puede dar fe, también Rafael Quevedo, empresario agrícola que lo
trajo por primera vez. Igual me siento contento. A mí me da gusto irme a dormir
sabiendo que he hecho algo bueno en el día.”
Para terminar, uno de los momentos de mayor orgullo en la carrera diplomática
de Russo fue ser el anfitrión de Mario Vargas Llosa en su visita a Hungría.
“Como comprenderás tampoco recibí entonces ninguna instrucción de la
Cancillería. Sin embargo lo recibimos en el aeropuerto y organizamos un cóctel
en su honor. Fue un gran orgullo como peruano ver en la feria internacional del
libro de Budapest una cola de tres cuadras de húngaros esperando a que Vargas
Llosa les firmara sus libros. Estuvo firmando Vargas Llosa por dos horas y media
sin descanso. El alcalde de Budapest mismo vino y trajo una copia mimiografiada
para que la autografiara Mario, era de la época en que los libros de Vargas
Llosa estaban prohibidos en Hungría, y era con ese copia que sacaban más copias
clandestinas. Fue un momento feliz, el orgullo de ser peruano”.
Actualmente Guillermo Russo vive retirado en Canadá, un país que solo se
parece a Perú en los colores de su bandera.
Agradecemos los créditos de la foto de Russo a Rose de Mesa y al creador de
Meet porque no se cortaran las llamadas para esta entrevista.
A la memoria de Andras Lakatos, Henry Rizo Patrón y todos los cesados por la
dictadura que no pudieron ver el día de su restitución moral.
«No soy yo quien grita: es la tierra que ruge» Attila József.