En pleno enfriamiento económico (y climático) —en abril el PBI se desaceleró
por cuarto mes consecutivo— el INEI revela que a nivel nacional, siguen sin
recuperarse 700,000 “empleos adecuados” —en los que se gana por arriba del
sueldo mínimo en jornadas semanales de 35 horas o más— desde el fatídico febrero
del 2020, el mes previo a la pandemia. El número actual de estos “empleos” es el
mismo que existe desde mayo de 2017; no obstante, que la población en edad de
trabajar ha aumentado 1.8 millones en el último lustro (hasta llegar a 25.5
millones).
Sin embargo, en el último informe de Inflación del BCR se señala que el
empleo formal a nivel nacional ha aumentado en 277 mil puestos (5.2%), de
5’406,000 a 5’683,000 en el periodo marzo 2020-marzo 2022, según la planilla
electrónica (Sunat). Curiosamente, el INEI informa que, en ese mismo periodo,
“en el área urbana” a nivel nacional existe una caída de 518 mil empleos
(-11.3%), pasando de 5 a 4.5 millones. Al parecer, o todos los nuevos empleos
formales son rurales y los citadinos prefieren el subempleo al campo, o hay gato
encerrado.
El economista Germán Alarco en “Covid-19: desempleo… 2020-2030”, advierte que
recién en el 2030 se recuperaría el nivel de empleo del 2019, con 3.1 millones
de personas inactivas y desempleadas adicionales, en un escenario optimista”.
Agrega que la Cepal señala que la probabilidad de pérdida de empleos al 2030 es
del 20%, porque se crean nuevas ocupaciones gracias a la tecnología, pero el
balance neto, hasta ahora, es negativo. Y coloca como ejemplo a la mina
Quellaveco, que va a tener la primera flota de camiones conducidos por
inteligencia artificial. Para Alarco, las actividades extractivas no generan
mucho empleo: … la minería genera divisas, utilidades, impuestos —aunque no en
la medida de lo que debiera—, pero para generar un empleo en la gran minería se
tiene que invertir alrededor de US$ 2.5 millones. El caso de Las Bambas, US$
4,000 millones y fracción, y 2,000 empleos. “Si ese dinero se invirtiera en
otras actividades, por ejemplo, en la manufactura moderna, cada US$ 500,000 de
inversión generaría un empleo formal. En una microempresa industrial se
requieren US$ 100,000 por trabajador” (17/4/22).
En conclusión, si bien es indispensable promover la minería, por la magnitud
de sus inversiones y el flujo de ingresos fiscales y de divisas, hay que buscar
en otra parte a la célula madre de una estrategia de crecimiento basada en el
empleo. La agricultura es una candidata obvia, pero no la agricultura
tradicional, porque en el mundo ese sector tiende a la mecanización y a la
incorporación de alta tecnología.
Otros sectores en los que el Gobierno debería fomentar la inversión privada,
nacional y extranjera que ocupan masivamente mano de obra formal son el de
infraestructura inteligente e infraestructura verde, telecomunicaciones y
tecnologías de la información, logística, servicios ambientales, industrias
forestales responsable, etc. Todo esto supone un sistema educativo capaz de
alimentar al sistema productivo con mano de obra altamente calificada. Menudo
programa para un estadista con visión de país y verdadera vocación de darle al
pueblo —y no solo en el floro— un futuro esperanzador. Está claro que hoy no
vemos ese estadista. Nos recuerda a la obra de Alberto Flores Galindo, solo que
nosotros no andamos “Buscando un Inca” sino buscando un verdadero estadista.