No podemos tener otras Venezuelas: Nicaragua y Perú.
"No podemos tener otra Venezuela: si Nicaragua se sale con la suya, marca un
precedente nefasto para América Latina" Luis Guillermo Solís, expresidente de
Costa Rica, politólogo e historiador, analiza en una entrevista los arrestos
pre-electorales en Nicaragua y analiza las opciones ante lo que califica como
una “dictadura” de Daniel Ortega. La ola de arrestos en Nicaragua crece sin
cesar y arrastra desde políticos opositores hasta precandidatos, desde
activistas hasta excompañeros de armas del presidente Daniel Ortega.
Los detenidos han sido acusados de distintos delitos -como "menoscabar la
independencia, la soberanía y la autodeterminación del país o incitar a la
injerencia extranjera en los asuntos internos"- en lo que muchos ven como una
cruzada de Ortega y su esposa, la vicepresidenta Rosario Murillo, para eliminar
cualquier posible competidor de cara a las elecciones de noviembre.
La comunidad internacional aumentó en los últimos días la presión sobre el
gobierno nicaragüense.
Una resolución aprobada por 26 de los 34 países de la Organización de Estados
Americanos (OEA) y un comunicado del secretario de Estado de Estados Unidos,
Antony Blinken, exigieron esta semana la liberación inmediata de los "presos
políticos" y crear condiciones para elecciones libres y justas en Nicaragua.
Sin embargo, algunos advierten que el país centroamericano puede entrar en
una crisis dilatada similar a la de Venezuela, cuyo gobierno es acusado desde
hace años de perseguir a los opositores e impedir elecciones libres. "No podemos
tener otra Venezuela: si Nicaragua se sale con las suyas marca un precedente y
un ejemplo nefasto para América Latina", sostiene Luis Guillermo Solís,
presidente de Costa Rica entre 2014 y2018, en una entrevista con BBC Mundo.
Lo que sigue es una síntesis, editada para mayor claridad, del diálogo con
Solís, un historiador y politólogo que dirige interinamente el Centro Kimberly
Green para América Latina y el Caribe de la Universidad Internacional de
Florida.
¿Cómo ve los recientes arrestos de políticos opositores y disidentes en
Nicaragua?
Lo considero un momento sumamente crítico en la historia del país. No es la
primera vez que el régimen de Ortega comete actos de estas características:
arbitrarios, injustificados, únicamente dirigidos a destruir cualquier
posibilidad de recambio político en Nicaragua.
Daniel Ortega Daniel Ortega enfrenta una creciente presión internacional
por los arrestos en Nicaragua. FUENTE DE LA IMAGEN: GETTY IMAGES
En esta ocasión, además, el desparpajo con que se están produciendo
los arrestos, la evidente forma como Ortega pareciera regodearse ante la opinión
pública internacional, ante la cual se muestra completamente burlón, me parece
que no tiene precedentes en la historia no solamente de Nicaragua, sino de
América Latina.
El Estado nicaragüense ya había sido acusado de cometer "crímenes de lesa
humanidad" durante la represión de las manifestaciones contra el gobierno de
Ortega en 2018. ¿Lo que ha ocurrido en los últimos días señala que el país entra
en una nueva etapa?
No. Creo que el país está dentro de una situación de irregularidad política
desde hace mucho tiempo. Se inició precisamente con la matanza de marzo y abril
de 2018, y se profundizó a medida que el régimen continuó reprimiendo a la
oposición.
Aquellos actos fueron todavía peores que los actuales, porque acabaron con
más de 320 personas muertas. Fueron, como lo dicen los informes de Naciones
Unidas, del grupo de expertos independientes de la ONU, y de la propia OEA,
crímenes de lesa humanidad. Ahí se violó, se torturó, además de asesinar a
mansalva a estudiantes indefensos.
En aquel momento estábamos ante un uso flagrante de la violencia estatal
contra la ciudadanía en un momento intermedio del gobierno de Ortega.
Ahora estábamos entrando a la fase electoral, que abría la posibilidad al
régimen de establecer una transición que permitiera un recambio normal y
necesario en un país que está en una crisis ya no solamente económica y
política, sino también sanitaria, de proporciones mayores.
En esa nueva fase el gobierno está actuando con el desparpajo que
señalaba.
¿Cómo califica al gobierno de Ortega en este momento?
Lo califico como una dictadura. Es clarísimo que es una dictadura que actúa
sin ningún respeto por el Estado de derecho, que no existe: lo que hay es un
remedo de administración de la justicia. Es un gobierno que no solamente ya
pareciera querer perpetuarse en la figura de la vicepresidenta y esposa del
dictador, sino que además quiere hacerlo sofocando todas las voces de la
oposición legítima, civil y pacífica.
Muchos se preguntan qué busca Ortega. ¿Tiene una respuesta?
Soy uno de los que se encuentran confundidos por la actitud de Ortega. Porque
uno hubiese supuesto que esta actitud era precisamente la contraria a la que le
servía al régimen. Es decir que, enterado Ortega de la situación gravísima en
que se encuentra, buscaría más bien un acomodo que hiciera posible una
convivencia con la oposición en un régimen que él todavía podría controlar por
medio de una significativa cantidad de diputados, etcétera.
Lo que ha hecho es todo lo contrario: ha aumentado la apuesta en el sentido
de impedir que haya un recambio.
Por supuesto nos preguntamos a qué se debe eso: ¿Es miedo de parte del
régimen? ¿Habrá el régimen nuevamente hecho el cálculo de que la experiencia del
año '90, cuando perdieron el poder por medio de elecciones, no se va a repetir
bajo ninguna circunstancia? ¿Habrán ya interiorizado para siempre aquella
consigna que aprendieron de los años '80, de que "resistir es vencer"?
Francamente, hay mucha oscuridad en esa actitud.
Algunos especulan también con que el gobierno busca una transacción con la
comunidad internacional, ofreciendo la liberación de los presos a cambio de que
queden excluidos de las elecciones. ¿Qué piensa?
Que esa no es una transacción; eso es un chantaje.
Si el cambio es "los suelto pero me quedo en el poder", ahí no hay
transacción ninguna: es una voluntad manifiesta del régimen de perpetuarse.
¿Ha reaccionado de forma adecuada la comunidad internacional frente a los
hechos en Nicaragua?
Creo que ha hecho lo posible en las actuales circunstancias y que las
opciones diplomáticas se están agotando.
Ha habido ya un repudio clarísimo de muchos gobiernos, una resolución
condenatoria a los encarcelamientos arbitrarios de parte de la Organización de
Estados Americanos, hay una preocupación manifiesta de los poderes occidentales:
Estados Unidos, la Unión Europea. Me parece que se está haciendo hasta donde se
puede con los instrumentos disponibles. Faltan poquitas cosas por hacer todavía
en ese marco.
Después habrá que moverse a la siguiente etapa, que podrá tener otras
condiciones y características, incluida mediación internacional, a lo mejor de
alguno de los países que todavía son amigos de Ortega y no se han convertido
ellos mismos en gobiernos igualmente arbitrarios y dictatoriales. Tal el caso,
por ejemplo, del gobierno argentino o mexicano, que quizá puedan hacer algún
tipo de gestión para que haya un entendimiento que evite la violencia.
La resolución de la OEA el martes condenó los arrestos, pidió la liberación
de los "presos políticos" y medidas para garantizar elecciones libres y justas
en Nicaragua. Pero Argentina y México se abstuvieron, entre otras cosas
invocando el "principio de no intervención en asuntos internos". ¿Esto les abre
la puerta a Argentina y México para una posible mediación o les quita
posibilidades de llevarla a cabo?
Imagino que el gobierno argentino y especialmente el mexicano —que tiene
desde hace décadas esa tesis de mantenerse al margen de los acontecimientos,
aplicando la doctrina Estrada entre otras cosas— podrían estar esperando que
esta crisis requerirá dentro de pocas semanas o días que haya países que no
estén ubicados en los dos lados de la línea y que ellos podrían ofrecer sus
buenos oficios para lidiar entre las dos posiciones.
Pero también podría ser que simplemente estén manifestando desde antes una
suerte de complicidad con Nicaragua.
Dependerá de lo que ocurra para adelante. Yo esperaría de gobiernos
responsables como el de México y Argentina, donde hay entendimiento de las
gravísimas implicaciones que todo esto tiene para el sistema hemisférico, un
poco de acompañamiento crítico a Nicaragua.
No me imagino a ningún gobierno avalando la tesis orteguiana hoy de cárcel y
palo para la oposición como una forma de alimentar una transición hacia un
régimen democrático.
El principio de "no intervención" en asuntos internos también ha sido
señalado por el gobierno de Nicaragua...
No acepto ese principio en este caso. Hay una manifiesta violación de los
derechos humanos que ha sido constatada por órganos independientes, que empezó
con una matanza, ha seguido con una represión y está hoy expresándose en cárcel
ilegítima para la oposición política de manera selectiva.
No veo cómo puede un gobierno ampararse bajo la presunción de no intervención
frente a actos de tanta gravedad.
¿Es posible aún alcanzar un acuerdo para celebrar las elecciones de noviembre
en Nicaragua de forma legítima?
Cada vez lo veo más difícil.
La dificultad está en que, antes de hablar de las elecciones, hay que hablar
de la liberación de todos los presos políticos: no solamente de los líderes de
la oposición que han sido detenidos en las últimas dos semanas, sino de las más
de 120 personas que siguen en las mazmorras de ese régimen desde hace meses y
que han sido reclamados por sus familias sin que hayan tenido posibilidad ni
siquiera de llevarles asistencia médica a algunos que han estado gravemente
enfermos. Entonces, pensar en una elección que además sea justa, que tenga
observación internacional y sea legítimamente reconocida, me parece
prácticamente imposible.
Pero mi espíritu democrático y cívico me hace rechazar de plano la idea de
que no exista una salida pacífica a esa crisis.
¿Ve al mismo tiempo el riesgo de que en Nicaragua pase lo que ha ocurrido en
Venezuela en últimos años: que la crisis se extienda y profundice
indefinidamente por falta de una salida efectiva?
Sí lo veo. Es una posibilidad que está sobre la mesa y que miro con suma
preocupación. Nicaragua ha seguido ese mismo derrotero.
Pareciera que los gobiernos del Alba (Alianza Bolivariana) han tenido esa
característica de querer hegemonizar el sistema político y, una vez que lo
tienen controlado, utilizar las instituciones judiciales y electorales para
perpetuarse en el poder y finalmente convertirse en una dictadura que a sangre y
fuego reprime a la gente para que no pueda opinar.
Me parece que están caminando en esa dirección y que eso es inaceptable. No
podemos tener otra Venezuela: si Nicaragua se sale con la suya marca un
precedente y un ejemplo nefasto para América Latina.
Los demócratas tenemos que actual de manera concertada para hacer todo lo
posible e impedir que ello ocurra. por BBC News Mundo 17 junio, 2021 BBC
Mundo