Los católicos y los intelectuales – por: Luis Hernández
La publicación de la caricatura ofensiva sobre la Virgen María
realizada este domingo 14 de marzo, en el diario La República, me sugirió en
principio la idea de volver a leer uno de los capítulos de un libro que Mario
Vargas Llosa escribió en la década de los años noventa, acerca de su experiencia
en su paso por la política.El
libro en mención es: El Pez En El Agua.Y el capítulo al que me refiero es el 14, en el cual su autor alude al
«Intelectual barato».Yo ya había
leído ese capítulo con anterioridad, pero al volver a repasarlo encontré que
este hoy tiene una gran vigencia.
La figura de ese intelectual barato no es ninguna novedad.Tampoco es gratuita.Desde
una perspectiva histórica, las minorías mercantilistas y utilitarias han tratado
y tratan de conservar los privilegios políticos y financieros que adquieren una
vez que se hacen del poder. Entonces, dichas minorías convierten al
estado en un cliente comprador de diversos servicios, los cuales suelen producir
resultados muy beneficiosos para los privilegiados y sus
objetivos.
Ahora bien: la cultura es precisamente uno de esos rubros de servicios
que, por la conveniencia de los poderosos, el estado demanda.Y es en ese rubro donde encontramos a un buen número de intelectuales,
comunistas varios de ellos, ofreciendo sus talentos y productos, como lo hace
cualquier otro tipo de proveedor de cup cakes, chalecos, embutidos y por qué no
también vacunas.
Resulta obvio que las habilidades de algunos de los intelectuales a la
hora de escribir, hablar, pintar o declamar, les dan a estos un estatus
diferente del que tienen algún gasfitero, cualquier pintor de brocha gorda, o el
mozo que les sirve el champagne en sus noches de presumida bohemia.Es evidente que la impresionante capacidad de los actores de teatro marca
una peculiar diferencia entre la imagen proyectada por estos desde el escenario
y la humilde figura de uno que otro camionero, del cobrador de un microbús o la
de un cargador de bultos pesados, integrantes de un proletariado que debe
levantarse al alba para trabajar en un mercado y no necesariamente en una
ONG.
Sin embargo, como dice el refrán: «Una cosa es con guitarra y otra con
cajón».Y es que, a la hora de
comercializar sus servicios, en el terreno de los hechos, los intelectuales
también forman parte de un ejército de comerciantes que luchan con uñas y
dientes en su afán de lograr conquistar a su cliente.Al igual que los vendedores de verduras, de huevos o pollos, esos
intelectuales le echan piropos y elogios a su potencial contratante.Mientras que el vendedor de hortalizas pregona: «Mami, mami, lleve,
lleve; baratito nomás», los intelectuales dan la impresión de andar pregonando:
«Casero, estado, contrátame a mí, papi.Yo soy políticamente correcto».Y es en ese contexto en el que entonces aparece la figura del intelectual
barato, figura que Vargas Llosa describe bien en su libro antes
mencionado.
Pero yo quisiera ir más allá de la figura del intelectual barato,
porque considero que, ante lo recientemente ocurrido en cuanto a la publicación
de la caricatura de la virgen, que en sí es una ofensa para los católicos, hay
mucha tela por cortar.Ciertamente, el hecho de usar la imagen de la Virgen es también una
muestra de la vigencia de algo, que llega más lejos que un proceso de
contratación de servicios, en el contexto de la actual campaña
electoral.
Nos encontramos inmersos en una feroz batalla de nivel espiritual, que
no solo se viene produciendo en el Perú, sino que tiene una magnitud y alcance
global.En ese marco, los
intelectuales que hoy nos ofenden a los católicos en nuestra fe, esos
intelectuales que cambian de opinión según la ocasión, pues no son más que sub
alternos de una de las fuerzas que participan en dicha batalla, con el propósito
de conseguir la demolición de la civilización cristiana.
En la actualidad, los católicos necesitamos aprender a leer los signos
de estos tiempos.Debemos estar en
capacidad de identificar el trasfondo y la magnitud de las hostilidades
culturales que hoy enfrentamos.Tengamos muy presente el hecho de que nada de lo que hoy sucede es
casual, ni gratuito.
Me gustaría pensar que el clero peruano ya se ha pronunciado en una
forma enérgica, firme, sin medias tintas, frente al agravio que nuestra Madre a
sufrido.Porque un agravio así, en
el fondo, también es un agravio a cada uno de nosotros y no lo podemos aceptar
de ninguna manera.No permitamos
que el enemigo nos termine de adormecer, mediante sus sub alternos, para
apoderarse del mundo y convertir a la humanidad en un grupo de prisioneros
suyos.
Soplan vientos muy fuertes.Son vientos que arrecian.No niego que, algunas veces, siento que la barca se podría hundir.Sin embargo, nada de eso debe hacernos
flaquear en nuestra fe.