Aldo Mariátegui, abogado y periodista peruano, publicó en Lima, en Planeta,
“El octavo ensayo”. Título y apellido evocan a José Carlos Mariátegui, el
célebre escritor marxista, autor de los “7 ensayos de interpretación de la
realidad peruana”. Hace medio siglo, los jóvenes de izquierdas devorábamos sus
páginas, que, a diferencia de mucha de la basura que leíamos, estaban
magníficamente escritas.
Aldo es su nieto, y sospecho que a José Carlos, que murió en 1930, le habría
gustado constatar su talento literario en este libro, donde Aldo relata la
historia de su abuelo con un lenguaje excelente y emotivo, aunque desde una
profunda discrepancia ideológica.
En efecto, Aldo Mariátegui presenta una vigorosa crítica a la izquierda
peruana, trasladable a otros países, como España. Piénsese, por ejemplo, en la
degradación de la educación pública, despreciando el mérito en aras del
igualitarismo; o en el apoyo a los sindicatos que sabotearon la industria; o en
el hostigamiento a las empresas bajo la tramposa bandera de la ecología; o en la
promoción de la inseguridad jurídica, entre otras fechorías.
Es indudable que la peor catástrofe de la izquierda fue protagonizada por el
Partido Comunista del Perú SL, escisión del viejo PCP, conocido como Sendero
Luminoso, organización marxista, leninista y maoísta, cuyo lema era,
precisamente: “Por el sendero luminoso de Mariátegui”. El terrorismo de estos
izquierdistas radicales, sentencia Aldo Mariátegui, produjo “el derramamiento de
sangre más elevado de la historia del Perú”
La visión crítica de Mariátegui cubre un amplio espectro de la izquierda,
además de la terrorista, e incluye la deplorable dictadura de Juan Velasco
Alvarado, ampliamente saludada por numerosos progresistas, y que se concretó en
unas políticas antiliberales que, como siempre sucede, empobrecieron gravemente
al país. El cansancio del pueblo ante tantos atropellos y tantas mentiras de la
izquierda avaló el triunfo ulterior de Fujimori.
El análisis de Aldo Mariátegui llega hasta nuestros días, con un doble
reproche a la izquierda, que también tiene claros ecos fuera del Perú. Por un
lado, por su caudalosa corrupción y su trasiego de fondos públicos y privados,
casi siempre con esquemas contrarios al bienestar del pueblo, al que esta gente
presume de servir. Y, por otro lado, al apogeo de la “memoria” que, allí como en
el resto del mundo, suele servir principalmente para manipular, distorsionar y
mentir sobre el pasado, y para promover agendas políticas en el presente.