Siete años después de lanzada, el cierre de la operación Lava Jato viene
tolerando varias lecturas. El gobierno dice que es solo “el fin de un formato”,
pero que el combate contra la corrupción sigue. Para otros es simplemente un
retroceso y el triunfo de la corrupción, una maniobra de Jair Bolsonaro camino
de su reelección.
En cualquier caso, el cansancio era evidente. Las revelaciones de The
Intercept sobre la parcialidad del juez Sergio Moro contra Lula da Silva; el
descaro de las negociaciones comerciales con los delatores; la multiplicación de
los personajes incongruentes. Todo esto volvió impopular a la investigación
misma, y de paso sus resultados.
Sin embargo Lava Jato reveló un nuevo mapa de la corrupción en América
Latina, al poner bajo los reflectores la debilidad moral de una gran cantidad de
presidentes y en consecuencia la fuerza política de las grandes empresas. Quedó
en evidencia que la constructora Odebrecht llegó a tener la influencia regional
que Brasil como país nunca ha tenido.
El cierre de Lava Jato abre oportunidades, algunas tan importantes como la
posibilidad de un vuelco en la situación legal de Lula. Por lo pronto la defensa
ya se ha puesto en movimiento en el caso del departamento que puso a Lula en la
cárcel. Sin embargo, el beneficio para Lula de la nueva situación no parece tan
automático.
En los demás países del universo corruptivo de Odebrecht el cierre de la
operación no ha tenido gran impacto. El tiempo transcurrido ya había desgastado
el celo moralizador del público. En el caso peruano la pobreza de resultados
incluso ha incubado desánimo y sospecha. No por la inocencia de los acusados,
sino por la inoperancia de los fiscales.
Pero es importante tomar en cuenta que los equipos de Curitiba fueron
importantes alimentadores de la actividad judicial en el Perú. Sin ellos los
delatores de Odebrecht (como en el caso de Jorge Barata) quizás se guarden lo
que resta de sus soplos. Por momentos parece que ya lo han hecho. Aquí Lava Jato
languidece sin clausura.
Más que un juicio absoluto en blanco y negro, lo que corresponde a Lava Jato
entre nosotros es un balance matizado. ¿Cuándo será el buen momento para
comenzarlo?