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La economía de Alemania está congelada y el PIB coquetea con un inédito tercer año consecutivo de contracción

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  • El PIB se queda estancado en el tercer trimestre tras el -0,2% anterior
  • La economía sigue aún ligeramente por debajo del nivel de 2019
  • La ilusión por el potente estímulo fiscal se empieza a difuminar
La puerta de Brandemburgo, en Berlín, durante una tormenta de nieve
La puerta de Brandemburgo, en Berlín, durante una tormenta de nieve. Imagen

La economía de Alemania se mantuvo congelada en el tercer trimestre del año, según la lectura preliminar de producto interior bruto (PIB) publicada este jueves por el órgano estadístico federal Destatis. Este 0% sucede al -0,2% del segundo trimestre (cifra actualizada una décima al alza en este informe), un dato que hizo especial daño al tirar por tierra las tenues expectativas de recuperación. Aunque con este dato del tercer cuarto el país evita la recesión técnica (dos trimestres consecutivos de contracción del PIB) las sensaciones no pueden ser peores. El país no logra resucitar la economía y la esperanza depositada en torno a los grandes estímulos aprobados se difumina por momentos. A falta del cuarto trimestre, el miedo a un tercer año seguido de contracción del PIB sigue muy patente (se registró una caída del 0,3% en 2023 y del 0,2% en 2024). Este escenario sería un hito histórico, en la medida en que sería un episodio inédito en la historia reciente de Alemania.

Según los resultados provisionales publicados por Destatis, el desglose del PIB refleja cómo la formación bruta de capital fijo en maquinaria y equipo evolucionó positivamente. En el somero informe se apunta únicamente a que las exportaciones y el consumo privado lastraron la actividad. Habrá que esperar a sucesivas revisiones del dato (a finales de noviembre la primera) para conocer más detalles, pero la cifra global (se ha ceñido a las previsiones) deja un mensaje demoledor. En términos interanuales, la economía avanza un exiguo 0,3%.

La fotografía con gran angular es la siguiente: tras años de éxito económico a lomos de unas apreciadas exportaciones de alto valor añadido, la fatiga de los materiales en la economía teutona empezó a notarse algo antes del covid. Desde el ‘hachazo’ de la pandemia, la principal economía de Europa se ha quedado completamente helada, en encefalograma plano o avanzando en lateral, como se dice en bolsa. De hecho, otro trimestre de estancamiento situaría el crecimiento anual en 2025 en torno al 0,2%,

Es cierto que la ‘locomotora’ económica de Europa no ha presentado una grave caída pese al plantel de circunstancias que se han vuelto en su contra. En pocos años, y además del covid, Alemania ha visto cómo se quedaba en un suspiro sin su apreciado gas ruso tras la invasión de Ucrania, cómo China aceleraba en su transformación de fiel cliente a feroz competidor y cómo EEUU ha pasado de ser socio comercial clave a verdadero acicate arancelario. Sin embargo, la expectativa era que el país fuera capaz de levantarse como ha ocurrido en otras ocasiones. No parece que esté ocurriendo.

Más allá del componente cíclico, pocos pueden negar que la corrosión es estructural. El óxido más oscuro aparece en las justas de la un día todopoderosa y modélica industria germana. El punto más negro de la misma está siendo la que ha sido durante década su ‘joya de la corona’: la industria del automóvil. La pérdida de eficiencia y competitividad, la menor demanda china, la feroz competencia de los coches del gigante asiático, los mayores costes energéticos, los elevados costes laborales, la densa burocracia alemana y ahora los aranceles de Donald Trump han sido losas demasiado pesadas. Los titulares de despidos masivos son constantes en firmas punteras que un día fueron el ejemplo del mundo.

A comienzos de año las perspectivas empezaron a mejorar y, de hecho, en el primer trimestre se registró un avance del 0,3% en el PIB. Sin embargo, pronto se vio que esto se debía a un efecto espejismo: la anticipación de los exportadores a los aranceles de EEUU. Temiendo el ‘tarifazo’ de Trump, se adelantaron envíos para evitar ese golpe, lo que dio una falsa sensación de mejora.

«A primera vista, el estancamiento del tercer trimestre parece inofensivo. Sin embargo, el segundo trimestre se vio afectado negativamente por el adelanto de los efectos arancelarios al primer trimestre y la tardía celebración de las vacaciones de Semana Santa. Por lo tanto, cabía esperar cierto aumento del PIB en el tercer trimestre. El hecho de que este repunte no se materializara pone de manifiesto debilidades subyacentes», explica desde Commerzbank el economista Jörg Krämer.

En el ínterin, el nuevo gobierno de Gran Coalición entre conservadores y socialdemócratas puso sobre la mesa un estímulo casi billonario que generaba optimismo (medio billón para infraestructura, ‘barra libre’ en defensa). No obstante, los ‘nubarrones’ no tardaron en volver a aparecer. «Tras el entusiasmo generado por el cambio de rumbo de la política fiscal alemana y su decisión de invertir significativamente en infraestructura y defensa esta primavera, el verano trajo consigo una dura realidad. El ambiente en Alemania se enrareció y el optimismo se desvaneció, y no solo por los aranceles estadounidenses o la fortaleza del euro, factores que complican la situación para el sector exportador», sintetiza Carsten Brzeski, economista jefe de ING y habitual ‘radiólogo’ de la economía alemana.

El experto repite lo que se ha escuchado hasta la saciedad, pero los dirigentes alemanes parecen haber tardado en comprender: «La realidad en la que Alemania ha perdido competitividad internacional como consecuencia de la falta de inversión a largo plazo, cierta ingenuidad arrogancia, y el ascenso de China de destino de exportaciones a rival sistémico». «Los temores actuales a la paralización de la producción en la industria (automotriz) alemana debido a los controles chinos a la exportación de microchips son uno de los muchos recordatorios de que la industria alemana ya no dicta las reglas del juego, sino que simplemente las sufre», es contundente el analista.

Otro motivo del deterioro del ánimo en Alemania reside en la política interna, prosigue Brzeski. La esperanza de que un nuevo gobierno y un estímulo fiscal sacaran finalmente a la economía de su prolongado estancamiento parece haberse desvanecido, constata. «El debate en torno a posibles medidas de austeridad socava el impacto psicológico del estímulo fiscal anunciado. La decisión del gobierno de trasladar inversiones previamente previstas del presupuesto anual a fondos de inversión especiales también ha generado dudas sobre la correcta gestión fiscal alemana. Estos acontecimientos no solo reavivan los desagradables recuerdos de las luchas internas en la coalición de gobierno anterior (socialdemócratas, liberales y verdes), sino que también corren el riesgo de frenar el gasto y las decisiones de inversión de hogares y empresas», lamenta. El telón de fondo sigue siendo el auge del partido de ultraderecha AfD mientras los partidos tradicionales siguen desgastándose.

No es que el estímulo diseñado sea pequeño o inservible. Este dinero acabará llegando tarde o temprano a la economía, pero, matiza el economista de ING, las recientes maniobras fiscales han aumentado el riesgo de que el estímulo tenga un impacto menor y se materialice más lentamente de lo previsto inicialmente. Si a esto le suman las conocidas limitaciones de la oferta, desde la escasez de mano de obra cualificada y los elevados costes de los materiales hasta los obstáculos burocráticos, parece probable que las inversiones en infraestructuras impulsen más la economía en 2027 que en 2026, remacha el analista.

Aparte del impacto limitado de los estímulos fiscales, el gobierno también enfrenta dificultades para consensuar las reformas de gran alcance necesarias para fortalecer estructuralmente la competitividad de Alemania. El canciller Friedrich Merz prometió un aluvión de reformas este otoño. Pero hasta el momento, el gobierno no solo no ha cumplido su promesa, sino que además, cierra Brzeski, «parece estancado en un modelo macroeconómico del siglo XX, careciendo de un plan claro para impulsar la economía alemana hacia el siglo XXI».

Sigue habiendo economistas que prefieren ver el vaso medio lleno. «Las recientes mejoras en las encuestas sugieren que la economía podría volver a crecer en el cuarto trimestrey creemos que el próximo estímulo fiscal provocará un nuevo repunte en 2026, aunque menor de lo previsto», apunta Franziska Palmas, de Capital Economics, en una nota para clientes. «Prevemos que la economía alemana cobre mayor impulso hacia finales de año, impulsada principalmente por una mayor actividad en el sector servicios, mientras que los elevados aranceles estadounidenses siguen lastrando el sector manufacturero», se pronuncia Martin Ademmer desde Bloomberg Economics.

No lo ve tan claro Krämer desde Commerzbank: A diferencia de nuestras previsiones anteriores, actualmente hay pocos indicios de crecimiento para el cuarto trimestre. Los pedidos del sector manufacturero han sido decepcionantes últimamente y se mantienen estables en niveles bajos, sin mostrar signos de recuperación». En el servicio de estudios del banco alemán han revisado ligeramente a la baja su previsión de crecimiento para 2026, del 1,4% al 1,2%.

Otro ‘golpe moral’ es que mientras que otros países de la eurozona muestran un crecimiento sorprendentemente sólido, la economía alemana continúa rezagada. En el sur, la economía española sigue un rumbo sólido, mientras que la sorpresa positiva de Francia (un avance trimestral del 0,5% en el PIB) en medio del caos político deja a Alemania en peor lugar.

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