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Kursk, 25 años de la peor catástrofe naval de la historia de la Rusia postsoviética

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  • El submarino ruso Kursk se hundió tras dos explosiones: murieron los 118 tripulantes
  • Rusia comunicó inicialmente que toda la tripulación había muerto, pero no era así
  • Algunos marineros estuvieron 2 o 3 días esperando un rescate que nunca llegó
El malogrado submarino nuclear ruso Kursk
El malogrado submarino nuclear ruso Kursk

El nombre de Kursk está de plena actualidad desde primeros de agosto del año pasado, cuando las Fuerzas Armadas de Ucrania invadieron parte de esta región rusa, donde permanecen, y que ‘obligó a Rusia a llamar a filas a cerca de 12.000 soldados norcoreanos con la intención de devolver el territorio al país que preside Vladimir Putin.

Kursk nos suena ahora a esa parte de Rusia que entró en el conflicto bélico hace ocho meses contra todo pronóstico. Sin embargo, es un nombre que estuvo en boca de todos hace ahora 25 años. Y es que Kursk era también el nombre de un submarino nuclear ruso, de la clase Oscar II, que quedó totalmente destruido por un presunto accidente durante un ejercicio de entrenamiento naval que provocó dos explosiones en la proa. Los restos del submarino fueron reflotados un año después, en 2001.

El submarino recibió el nombre de Kursk, oficialmente oficialmente K-141 Kursk, en su bautismo por parte de un un sacerdote ortodoxo como homenaje a la ciudad rusa del mismo nombre, no a la región, donde en 1943 se vivió la Batalla de Kursk, el mayor enfrentamiento de tanques de la historia.

El Kursk fue votado en diciembre de 1994. Tenía 155 metros de eslora y cuatro pisos de altura, una tripulación de 44 oficiales y 68 marineros y contaba con 2 reactores nucleares OK-650b, 2 turbinas de vapor y 2 hélices de 7 palas. Estaba armado con 24 misiles SS-N-19/P-700 Granit, 4 tubos lanzatorpedos a proa de 533 mm y 2 tubos lanzatorpedos a proa de 650 mm.

El 12 de agosto del año 2000, según la versión oficial, el Kursk naufragó accidentalmente durante un ejercicio naval en el mar de Barents con 118 tripulantes a bordo, seis más de su capacidad máxima. El aparato se hundió hasta el fondo marino y la operación de rescate internacional acabó siendo todo un fracaso, hasta el punto de que murieron todos los tripulantes y es considerada la peor catástrofe naval de la historia de la Rusia postsoviética.

El submarino podía pasar hasta 50 días bajo el agua, estaba calificado como «insumergible», aunque al tratarse de un submarino quizás no fuese la palabra más adecuada. Lo cierto es que se trataba de un submarino en principio totalmente estanco gracias a su doble casco, con el externo fabricado a base de acero al cromoníquel de 8,5 milímetros de grosor.

En junio de 1999, el Kursk había realizado con éxito una misión cuyo principal objetivo era espiar a la Sexta Flota de los Estados Unidos durante la guerra de Kosovo, siendo esta su penúltima misión. La de agosto de 200o sería la última. El submarino se incorporó al ejercicio de entrenamiento naval más grande del verano en Rusia, en el que participaron cuatro submarinos, además de varias aeronaves, el portaaviones Almirante Kuznetsov y el buque insignia de la flota, el Pedro el Grande, así como una flotilla de barcos más pequeños.

Un ejercicio rutinario

El Kursk debía disparar dos torpedos sin explosivo a un crucero de batalla de la clase Kírov como parte del ejercicio de entrenamiento. Era, en principio, un ejercicio rutinario pero, según la versión oficial, basada en los resultados de la investigación de la Fiscalía General, algo de peróxido de prueba (HTP), una forma muy concentrada de peróxido de hidrógeno usado como propelente para el torpedo, se filtró a través de la herrumbre en la carcasa del torpedo. Hubo una reacción del cobre y el latón con el tubo desde el que se había disparado el torpedo que causó, a su vez, otraa reacción en cadena y ocasionó una fuerte explosión.

El Kursk en puerto

La compuerta estanca que separaba la sala de torpedos del resto del submarino se había dejado abierta antes del disparo y eso permitió que la onda expansiva se propagase por todo el enorme submarino, matando a siete hombres en el primer compartimento e hiriendo o desorientando a los 36 hombres del segundo.

Dos minutos y quince segundos después de la explosión inicial, tuvo lugar otra mucho mayor a la misma profundidad del fondo marino, consecuencia de que el submarino había colisionado con el fondo y,a consecuencia de ello, detonaron más torpedos.

Esta segunda explosión fue tan brutal que midió 3,5 en la escala de Richter. Los reactores nucleares se desactivaron solos como medida para evitar un desastre nuclear. Pero ya se había abierto un agujero de dos metros cuadrados en el casco del navío y también quedaron abiertos el tercer y el cuarto compartimento.

Hasta 90.000 litros por segundo entraron en esos dos compartimentos, matando a todos los que estaban en su interior. Resistió el quinto compartimento, el que contenía los reactores nucleares protegidos por 13 centímetros de acero.

Cronología del horror

Un día después, el 13 de agosto, Rusia emitió un informe oficial que decía que «el navío se encuentra en el fondo del mar». El 14, la Armada rusa inspecciona el exterior del submarino y Rusia admitió por primera vez ante los medios de comunicación que el submarino tenía problemas. El día 15 fallaron los primeros intentos de rescate por parte de tres minisubmarinos rusos.

La Armada rusa intentó inicialmente mantener en secreto la tragedia del Kursk, pero, a medida que pasaban los días, los familiares de los marineros y oficiales del submarino comenzaron a presionar públicamente para que se dieran explicaciones y, finalmente, el Gobierno de Vladimir Putin, que llevaba menos de un año en el poder -preside Rusia desde el 31 de diciembre de 1999, aunque desde mayo de 2008 al mismo mes de 2012 gobernó Dimitri Medvédev-, acabó reconocociendo que había ocurrido una desgracia de tremenda magnitud.

El 16 de agosto, la Armada dejó de escuchar señales de vida en el interior del submarino y Putin aceptó la ayuda extranjera tras hablar con el por entonces presidente de Estados Unidos, Bill Clinton.

El día 19, una semana después de las explosiones, el Gobierno ruso informó a los familiares de los tripulantes del Kursk de que descartaba que hubiera supervivientes. Ese mismo día llegó a la zona del desastre el buque noruego Normand Pioneer con 27 buzos especialistas británicos y el minisumergible LR5, al que se sumó poco después otro barco y 12 submarinistas noruegos.

En la jornada siguiente, los buzos noruegos confirmaron que en el submarino no había nadie con vida, algo que fue aún más evidente cuando el día 21 los mismos buzos accedieron al Kursk y comenzaron a encontrar cuerpos sin vida.

Lo que quedó del Kursk tras ser reflotado

Refugiados en la popa

Las primeras investigaciones sugerían que la mayor parte de la tripulación habría muerto unos minutos después de la explosión, y así lo comunicó el Gobierno ruso. Pero otras investigaciones demuestran que muchos supervivientes estaban refugiados en la parte trasera del submarino cuatro horas después del accidente.

Estos marineros, además, dejaron notas que demuestran que al menos 16 de ellos se refugiaron en las partes estancas de popa comandados por el capitán teniente Dmitri Kolésnikov. Según la investigación oficial, apenas aguantaron entre seis y ocho horas tras las explosiones, aunque otros investigadores creen que llegaron a sobrevivir hasta 2 y 3 días. Hasta 23 tripulantes pudieron estar esperando ayuda en el fondo del mar esos 2 o 3 días mientras Rusia no hacía nada por rescatarlos.

El Kursk no sería reflotado hasta el 8 de octubre de 2001. Lo hizo un equipo neerlandés de la empresa Mammoet, que utilizó para ello la barcaza Gigante-4. Entonces fueron recuperados 115 cuerpos sin vida de los 118 tripulantes que iban en el submarino. Se presupone que los restos mortales de los tres no encontrados quedaron en el mar.

Mentiras rusas

El hundimiento del Kursk llevó a la comunidad internacional a plantearse cuáles podrían ser las consecuencias de tal suceso en un submarino nuclear, aunque varios oficiales rusos negaron rotundamente que el submarino llevara a bordo ojivas nucleares.

Cuando el Kursk fue reflotado, se temía que pudiera reventar debido a los explosivos que aún se encontraban en su interior. No fue así y sus reactores fueron llevados a la bahía de Sayda, al norte de la península de Kola, para ser desactivados, algo que ocurrió finalmente en 2003. Se erigieron al menos dos monumentos en honor a los marineros muertos en el Kursk: uno en Moscú y otro en la base Vidyáyevo.

La investigación de los hechos acabaría demostrando que la tragedia del Kursk no fue un mero accidente, sino producto de un largo cúmulo de errores que se inició con unos torpedos que nunca debieron estar allí y terminó con las mentiras de Rusia sobre el desgraciado suceso.