Hezbolá tiene nuevo líder: Naim Qasem. No es la opción con más carisma ni presencia, pero tampoco contaba con muchas más. Descabezado, debilitado y obligado a comunicarse con mil precauciones, dado su nivel de infiltración por parte del Mosad israelí, el partido-milicia libanés solo ha hecho el anuncio este martes, un mes después de que muriera su predecesor durante tres décadas, Hasan Nasralá, en un bombardeo israelí en Dahiye, el gran suburbio chií de Beirut. El ministro de Defensa israelí, Yoav Gallant, ya ha amenazado a Qasem. “Nombramiento temporal, no para mucho tiempo”, ha escrito en inglés en la red social X.
Nacido hace 71 años en Kfar Fila, una aldea cerca de la ciudad de Nabatiye, en el sur de Líbano, Qasem era el eterno número dos, desde 1991. Siempre a la sombra de Nasralá, un gran orador que controlaba los tiempos de sus discursos en un árabe cercano, que una multitud seguía en pantalla grande. Qasem es, en cambio, un gris exprofesor de Química de instituto que emplea en sus alocuciones el árabe clásico con tono monocorde.
Participó en la fundación de Hezbolá en los años ochenta, a partir de la entonces gran facción chií, Amal. En 1991, fue nombrado vicesecretario general. El número uno era entonces Abbas Mussaui. Israel lo asesinó un año después con un disparo de helicóptero militar y la organización prefirió a Nasralá, que presidía el Comité Ejecutivo, para sucederlo. Uno y otro trabajaron juntos durante tres décadas, con Qasem más centrado recientemente en asuntos políticos y del grupo parlamentario.
Según su biografía oficial, está casado y tiene seis hijos, ha publicado numerosos libros de educación religiosa y ensayos políticos y se formó en teología con una de las principales figuras espirituales de la comunidad chií libanesa, el ayatolá Mohammad Hussein Fadlallah. Posee además una red de escuelas en la comunidad chií a la que acudía cada año a la ceremonia de entrega de diplomas. Era también cuando ofrecía declaraciones en público (habla también inglés y francés), pero no ha aparecido en público desde que el mes pasado comenzara la ofensiva israelí.
“Pedimos a Dios que le ayude en su misión de dirigir el partido y su resistencia. Prometemos a nuestro mártir, sayyed Hasan Nasralá, a los combatientes de la resistencia islámica y a nuestro pueblo resistente que trabajaremos juntos para lograr los objetivos de Hezbolá y mantener viva la llama de la resistencia”, señala el comunicado, difundido por Al Manar, la cadena de televisión del grupo. Como señala la nota, Nasralá era un sayyed, un clérigo que pertenece al linaje de Mahoma, entre los chíies. Qasem, no. Tiene la consideración de sheij (jeque). Se consideraba un punto en su contra, igual que el cierto recelo que ha mostrado de la influencia iraní.
Quien se preveía como sucesor de Nasralá —o ya lo era, elegido en secreto— era en realidad Hashem Saifeddine. Pero Israel lo mató el pasado día 3, como al grueso de la cúpula militar de Hezbolá y a parte de la política, como se jactaba cinco días más tarde el primer ministro, Benjamín Netanyahu: “Hemos eliminado a Nasralá, al reemplazo de Nasralá y al reemplazado del reemplazo”. Lo hizo en el discurso en el que, en vez de defender las “limitadas y localizadas incursiones en el sur” que su ejército acababa de lanzar y duran ya casi un mes, conminó a los libaneses a aprovechar la debilidad de Hezbolá (“una oportunidad que no ha existido en décadas”) para forzar un cambio de régimen que evite al país el “abismo de una larga guerra” con la “misma destrucción y sufrimiento” que en Gaza.
Tras la muerte de Saifeddine, se barajaban otras opciones para suceder a Nasralá, como Mohammad Yazbeck, cercano al líder supremo iraní, Ali Jameneí, y su representante en el valle de la Becá. O Ibrahim Amine el Sayed, el hombre que anunció en 1985 en una conferencia de prensa en una mezquita al sur de Beirut el nacimiento de Hezbolá y explicó que el nombre (el partido de Dios) se inspiraba en un versículo del Corán: “Quienes toman partido por Dios triunfarán”.
Tres discursos
Desde la muerte de Nasralá, el 27 de septiembre, Qasem ha dado tres discursos, siempre grabados previamente y difundidos por Al Manar y en interiores, sin detalles que permitan ubicarlo. El fondo ha cambiado. Alguna información con fuentes anónimas sugiere, de hecho, que está en Irán, adonde aparentemente los líderes habían urgido a Nasralá (poco antes de su asesinato) a esconderse, tras identificar una brecha de seguridad.
En la primera alocución, el 30 de septiembre y con Saifeddine aún vivo, admitía que eran momentos “difíciles” para que el Consejo de la Shura eligiese nuevo líder, por la necesidad de extremar las precauciones y evitar cualquier comunicación innecesaria, pero insistía en que sería “lo antes posible” y que Hezbolá seguía contando, pese a los golpes recibidos, con “alternativas y reemplazos para cualquier posición” y capacidades militares, como ha mostrado el alto número de bajas que está causando al ejército israelí en el sur. Tres días más tarde, la aviación israelí mató a Saifeddine.
Su siguiente discurso fue sometido a escrutinio y debate, al no mencionar expresamente la necesidad de un alto el fuego en Gaza para alcanzar otro con Israel en Líbano. Acosado y presionado dentro y fuera del país, Hezbolá juega desde entonces con la ambigüedad al respecto, como carta negociadora.
Antonio Pita para ElPais.com 29/10/24