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El nuevo fútbol brasileño

TE Botafogo
Su modelo de negocio se ha modernizado y podría seguir los pasos de la Premier League inglesa.

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El presidente Javier Milei tuiteó: “¿Y si debatimos las SAD?”, en referencia a la creación de sociedades anónimas deportivas. La Asociación del Fútbol Argentino se opone férreamente». El 30 de noviembre, en el Estadio Monumental de Buenos Aires, 70,000 aficionados presenciaron la final de la Copa Libertadores 2024, disputada por Atlético Mineiro y Botafogo, ambos de Brasil. El partido fue histórico por varios motivos. Botafogo ganó la copa por primera vez y fue la sexta consecutiva obtenida por un club brasileño.

Además, los dos finalistas son sociedades anónimas de fútbol (SAF), un nuevo tipo de empresa de capital abierto. El éxito de Botafogo es el más espectacular desde que Brasil autorizó a los clubes de fútbol –que históricamente han sido asociaciones sin fines de lucro– a transformarse en empresas y emitir acciones, el 2021. Gracias a la aparición de las SAF y a las apuestas deportivas, el fútbol brasileño dispone de abundante dinero. Sus clubes se están volviendo más competitivos, lo que hace del país un fascinante mercado para invertir en el “jogo bonito”.

El caso de Botafogo ilustra las fuerzas en juego en el fútbol brasileño. En los años 60 y 70, fue cantera de los mejores futbolistas del mundo y ha suministrado más jugadores al equipo nacional que cualquier otro club. Pero en los últimos 40 años, ha estado en declive. Su más reciente título internacional databa de 1993. Entre el 2000 y el 2020, fue relegado de la primera división en tres ocasiones y sus finanzas se fueron en picada. El 2020, sus deudas equivalían a US$ 170 millones y sus ingresos anuales, a menos de US$ 26 millones.

El 2022, el empresario estadounidense John Textor, cuya firma, Eagle Football Holdings, posee acciones en Crystal Palace (Inglaterra) y Olympique Lyonnais (Francia), adquirió Botafogo por alrededor de US$ 66 millones. Las deudas del club han sido reducidas a la mitad y, este año, pagó sumas récord por Luiz Henrique y Thiago Almada. “Los hinchas de Botafogo tenemos a John Textor en la Tierra y a Dios en el cielo”, señala sonriendo Isaias Lieberbaum, de 70 años. Las recompensas son dulces. Textor recibió US$ 23 millones por ganar la Libertadores, lo que además clasificó a Botafogo al Mundial de Clubes del 2025. El empresario quiere abrir el accionariado de su firma y espera levantar, al menos, US$ 1,000 millones.

Hasta los derrotados están optimistas. “Tenemos todo para ser como la Premier League”, sostiene Daniel Vorcaro, presidente del brasileño Banco Master, copropietario de Mineiro. “Tenemos la pasión, el talento, los hinchas y el potencial de crecer”. Cuatro de los “Doce Grandes” clubes ya se han convertido en SAF y se espera que otros les sigan a medida que los éxitos se acumulen. El 2021, el excampeón mundial Ronaldo compró Cruzeiro –cuyas deudas eran para llorar y había caído a la segunda división– por US$ 70 millones. Lo vendió en abril pasado por US$ 100 millones, tras haberlo regresado a la primera división.

El fútbol brasileño también ha sacado provecho de las apuestas deportivas, que fueron legalizadas el 2018. El banco central del país estima que, este año, los brasileños han gastado más de US$ 3,000 millones al mes en apuestas a través de PIX, su sistema de pagos digitales –si se consideran otras formas de pago, el monto es mucho mayor–. Este entusiasmo ha preocupado al Gobierno, que el 2023 promulgó una ley que obliga a las firmas de apuestas a obtener licencias.

A pesar de la euforia en torno a ellas, las SAF no pueden resolver todos los problemas. El 2022, el grupo estadounidense de inversiones 777 Partners adquirió Vasco da Gama. En octubre, el grupo quebró y está siendo investigado en su país por fraude. “Las SAF no son una varita mágica, se necesita buena gobernanza”, indica José Francisco Manssur, coautor de la ley que creó las SAF.

Otros creen que hay otros motivos, aparte del nuevo modelo societario y las apuestas. Irlan Simões, de la Universidad del Estado de Río de Janeiro, recuerda que Colombia y Chile adoptaron modelos parecidos antes que Brasil, pero que sus clubes siguen sin sobresalir. Dice que el ascenso de Brasil era inevitable. Debido a su enorme población, es un mercado más grande para la venta de entradas, de mercadería y de derechos de transmisión. El 2016, la Conmebol aumentó el número de equipos para las rondas clasificatorias de la Libertadores, lo que benefició a Brasil porque tiene más clubes.

Pero el dinero ayuda. “El modelo sin fines de lucro no es adecuado”, dice Manssur, porque los clubes necesitan dinero para comprar los mejores jugadores. Cree que el modelo de SAF brasileñas podría ser ejemplo para otros países de la región. Se trata de una idea riesgosa para cualquier brasileño, pues ningún país se beneficiaría más de una inyección de capital que su némesis: Argentina.

Dicho país produce un número desproporcionado de los mejores futbolistas del mundo, pero sus clubes son un desastre. Luego de la final, el presidente Javier Milei tuiteó: “¿Y si debatimos las SAD?”, en referencia a la creación de sociedades anónimas deportivas. La Asociación del Fútbol Argentino se opone férreamente. Quizás el oprobio de ver en su cancha el dominio brasileño les haga reflexionar.

Traducido para Gestión por Antonio Yonz Martínez © The Economist Newspaper Ltd, London, 2024