- Era una pequeña carpintería de Dinamarca que empezó a fabricar juguetes por la Gran Depresión
- Sus fábricas quedaron arrasadas por el fuego por accidente en 1924, 1942 y 1960
- En 2003 estuvo al borde de la bancarrota, pero fue capaz de resucitar volviendo a sus orígenes
Pasar de ser una pequeña carpintería de Dinamarca a la juguetera más grande del mundo no es un proceso fácil. Sus icónicos ladrillos de plástico han conquistado a generaciones enteras en todo el planeta. Pero por el camino ha tenido que sortear numerosos obstáculos, que lo han tenido varias veces al borde de la bancarrota. Superarlos ha sido un auténtico ejercicio de innovación y resiliencia.
Los orígenes de la compañía se remontan a los inicios del siglo XX. Ole Kirk Kristiansen nació en 1891 en un pueblecito al norte de Dinamarca. A pesar de que provenía de una familia humilde, logró completar toda la educación secundaria, que no era tan habitual en la época. Al terminar, empezó a trabajar en una fábrica, un empleo que combinaba con ser aprendiz de carpintero con uno de sus hermanos mayores. Con gran habilidad para este oficio, pronto se mostró como un experto ebanista.
Tras finalizar su formación, cumplió con su servicio militar, y después viajó a Alemania y Noruega, para trabajar como carpintero. Decidió volver a casa en 1916, convertido en maestro carpintero y ebanista. Con el dinero ahorrado, compró una pequeña carpintería al lado de su pueblo, en Billund.
Gracias a su habilidad, el negocio iba bien. Tenía numerosos clientes y empezaba a tener empleados para poder atender toda la demanda. Pero en 1924 llegó el primer revés: sus hijos estaban jugando en el taller, y prendieron fuego accidentalmente a unas virutas de madera, que arrasó tanto la carpintería como la casa familiar, que estaba pegada.
El salto a los juguetes
Lejos de venirse abajo, y aprovechando que el negocio funcionaba, contrata a un arquitecto para que diseñe un taller aún más grande, en el que pueda sacar más trabajo. Construye una fantástica fábrica, moderna y funcional, que le permite desarrollar su negocio. Para finales de la década de los 20, se centra en restaurar edificios y en fabricar muebles y otros artículos para el hogar. Para entonces, ya contaba con un número de empleados destacado.
El problema es que, arrastrados por la crisis mundial, la economía danesa se hundió, viviendo su propia Gran Depresión. Y la carpintería de Kristiansen no fue ajena a la desgracia. Cada vez tenía menos clientes, los encargos eran menores… y no le quedó más remedio que despedir a sus trabajadores. Para tratar de salir adelante, pero también por mantenerse activo, combina la fabricación de muebles prácticos y sencillos, con la creación de juguetes de madera, como coches, camiones y cualquier cosa que se pudiera arrastrar, además de casas o incluso de huchas.
La situación económica es tan mala, que no es suficiente para que el negocio sea rentable. De hecho, hay vecinos que en vez de dinero intercambiaban dinero por sus productos. Tuvo un momento de mayor actividad, gracias a un yo-yo que se puso de moda, pero también colapsó de forma repentina. Acabó aprovechando las piezas sobrantes para hacer ruedas para camiones de juguete.
En 1934, viendo que el negocio de los juguetes iba en serio y que iba a ser una pata importante de su empresa, decide renombrarla. Y acaba eligiendo el nombre de LEGO, de la contracción de la frase danesa Leg Godt, que se podría traducir como «jugar bien». Quiso la casualidad que, además, en latín, Lego significase «armar» o «ensamblar». Ni hecho a propósito…
Con tan solo 17 años, también comienza a trabajar en la empresa su hijo Godtfred, que llevaba correteando por la fábrica desde que era niño. Desde el primer momento mostró su creatividad, impulsando el número de modelos disponibles hasta los 28, incluyendo varios animales, sobre todo un pato que se podía arrastrar y que alcanzó gran éxito. Además, para el final de la década, la situación económica comenzaba a remontar, y las ventas aumentaron, lo que permitió que la plantilla de la compañía aumentara a 10 personas.
El segundo incendio
Además, tras ser ocupados durante la II Guerra Mundial, que dificultó el acceso a otros materiales, los juguetes de madera se hicieron muy populares, impulsando las ventas de la compañía. Pero, en 1942, la desgracia volvería a Lego: un cortocircuito provocó un incendio que arrasó la fábrica, que acabó reducida a cenizas. Además, destruyó todo el inventario de productos y los planos de cada uno. Tocaba empezar de 0 otra vez.
Kristiansen no lo tenía muy claro, pensó en abandonar, pero por responsabilidad con sus empleados, reconstruyó la fábrica. Esta vez se enfrentó a las dificultades con más recursos, así que la nueva planta la hizo aún más moderna, incluyendo una novedosa línea de montaje.
Y tras la II Guerra Mundial, varias decisiones clave cambian el futuro de la compañía. Por un lado, una ola de incendios arrasa los bosques daneses, limitando el acceso a madera, clave para la producción de Lego. Además, en su esfuerzo por modernizarse, adquieren una máquina de moldeo de plástico por inyección. Es una herramienta carísima, en la que invierten el equivalente al 10% de los ingresos anuales de la compañía.
Ese mismo año, los Kristiansen acceden a un producto patentado por el inglés Hilary Fisher Page: unos ladrillos de plástico que se ensamblaban fácilmente para hacer construcciones. Contactan con el inventor, y le piden permiso para adaptarlo y hacer sus propias creaciones. Page no solo se lo concede, sino que además les desea suerte, porque ellos no habían tenido éxito.
Empiezan a fabricar sus propios bloques de plástico, en cuatro colores, que se venden solo en Dinamarca. Tuvieron éxito, pero relativo. El juguete más vendido de la compañía seguía siendo el Tractor Ferguson.
Los inicios de la siguiente década también son movidos: ascienden a Godtfred a vicepresidente, registran la marca Lego, crean una nueva fábrica, aún más grande, que tiene hasta su propia cantina, y renombran los bloques de plástico como ‘ladrillos Lego’, que se imprime en el interior de todas las piezas.
Una marca global
Y, a pesar de que en las ferias internacionales de juguetes a las que acuden la recepción es fría, ya que la gente no acababa de estar cómoda con los productos de plástico, comienzan a internacionalizar sus juguetes. Suecia, Alemania, Francia, Bélgica… empiezan a estar presentes en numerosos países. Además, desarrollan un nuevo sistema de acoplamiento de las piezas, que las hace mucho más estables, y que mejora la percepción de Lego. Introducen un sistema de gestión muy moderno, que incluye, por ejemplo, un departamento de análisis de mercado, su propio equipo de fotógrafos… Para finales de la década, también se produce el fallecimiento de Ole Kirk Kristiansen, dejando la presidencia de la compañía en manos de su hijo.
Los 60 no podían empezar peor. Un nuevo incendio en el almacén de Lego arrasa la mayor parte del inventario de juguetes de madera. Godtfred decide que la línea de juguetes de plástico ya está lo suficientemente asentada, así que aprovechan las circunstancias para abandonar la producción de piezas de madera.
Como parte de su proceso de internacionalización, tratan de llegar a Estados Unidos, pero son conscientes de que logísticamente aún es imposible. Así que llegan a un acuerdo con Samsonite para que produzcan y comercialicen sus productos en el mercado norteamericano.
En otro de los puntos clave, Lego inventa la rueda a principios de los 60, lo que aumenta hasta el infinito las posibilidades creativas para los niños, que ya pueden construir con sus Lego coches, camiones, autobuses y hasta trenes.
El reconocimiento de la compañía empieza a ser tan grande, que fundan su propio parque temático, Legoland, en Billund, la ciudad sede de la compañía. Solo el primer año recibió 625.000 visitantes.
La empresa no deja de crecer. En 1973, termina el acuerdo de licencia con Samsonite en EEUU, y Lego empieza a encargarse también del mercado Norteamericano directamente. También llegan a España, a Asia, Europa del Este… no tenían límites geográficos. Además, no dejan de lanzar nuevos productos para completar las colecciones, acumulando nuevos éxitos. Contaban con más de 2.500 empleados. Además, Kjeld, el nieto del fundador, se une a la dirección del grupo.
La crisis de los 90
En los 90 las cosas se empiezan a torcer, por primera vez, porque Lego era una compañía que registraba beneficios año tras año. Percibida por muchos consultores como una empresa obsoleta, les recomiendan que abarquen nuevas líneas de negocio, como hace la competencia. Y se lanzan a ellos, con más parques temáticos, que pierden muchísimo dinero; marcas de joyas y ropa; su propio estudio de desarrollo de videojuegos, que se convirtió en la mayor instalación de súper ordenadores del norte de Europa… Pero nada funcionaba, la única línea de negocio que seguía siendo positiva eran los kits temáticos, como los de Star Wars o Harry Potter, pero solo cuando se estrenaban películas.
También se suman las nuevas costumbres de los niños, que con la llegada de los videojuegos dejan de lado los juguetes tradicionales, afectando casi a todas las compañías jugueteras del mundo.
Para 2003, la compañía tenía una deuda de 800 millones de dólares que no podían asumir, llevaban una década sin introducir valor en su cartera, y las pérdidas eran de un millón al día. La situación era insostenible, y la compañía parecía destinada a la quiebra.
La resurrección de un icono
Kirk Kristiansen encargó un informe a un consultor, Vig Knudstorp, que recomendaba poner freno a la ambición de la compañía y reorganizarse. Kirk no tuvo problema para dejar su cargo, y nombrar CEO al propio Knudstorp, que con solo 36 años, se encargó de llevar a cabo el plan. Vendió el 70% de los parques temáticos para obtener liquidez; cerró la sede de la compañía en Dinamarca, trasladándola a una fábrica; externalizó la producción a México y República Checa, destinos mucho más económicos; redujo la producción de piezas a la mitad y despidió a 1.000 empleados.
No abandonaron la innovación, seña distintiva de la compañía, pero la acotaron: debía estar enfocada a productos para toda la familia. En ese sentido, lanzaron una línea de juegos de mesa, y también una serie de películas que lanzaban directamente en DVD. También buscó un nuevo público objetivo, los adultos fanáticos, dispuestos a comprar por nostalgia. Productos como los dedicados a ‘Los Cazafantasmas’ o ‘Solo en casa’ fueron todo un éxito entre esta clientela.
Poco a poco las medidas implantadas por Knudstorp fueron logrando los objetivos marcados. En 2005 ya había logrado convertir las pérdidas en beneficios, y poco a poco volvió a ser el gigante de la juguetería que siempre había sido. Sus exitosas alianzas comerciales con grandes marcas, como Lamborghini, Adidas o Ikea; y con sagas, como Star Wars, Fast&Furius, DC o El Señor de los Anillos, le han generado grandes beneficios.
Hay quien llegó a denominar a Lego ‘el Apple de los juguetes’ por el ritmo al que estaba creciendo y la capacidad de innovación que poseían. De hecho, durante la crisis económica de 2008, fue capaz de crecer incluso por encima de la tecnológica comandada por Steve Jobs.
En 2014, lanzó ‘La Lego Película’, que fue todo un éxito en taquilla, capaz de recaudar 500 millones de dólares. Además, la publicidad fue tan grande que numerosos estudios consideraron que se convirtió en la marca más poderosa del mundo.
Imparable, y asentada hoy como la mayor juguetera del mundo, y a pesar de algunos reveses, en 2024 registró ingresos por casi 10.000 millones de euros, y beneficios de más de 2.000 millones. Es un negocio serio, pero que compite en el mercado de la diversión.
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