Las autoridades sanitarias de Río de Janeiro revisan muestras de 288 donantes tras descubrir que dos seropositivos fueron declarados aptos
Una brasileña que desde hace unos meses vive con un riñón de otra persona recibió el pasado día 3 una llamada para que acudiera a su ambulatorio a someterse a un test de VIH. Dio positivo. Sin demasiadas explicaciones, ninguna medicación, ni orientación de ningún tipo, le dieron cita para una consulta médica a fin de mes, según contó días después desde el anonimato al programa televisivo Fantástico. A los ocho días de aquel contacto telefónico, descubrió en las noticias que su caso no era único. Es uno de los seis pacientes a los que les implantaron órganos de dos fallecidos infectados con VIH que fueron erróneamente declarados aptos, en Río de Janeiro, para la donación. Los primeros resultados de las investigaciones apuntan al laboratorio privado al que la sanidad pública subcontrató los test de idoneidad de los donantes. Las sospechas sobre los motivos apuntan a una combinación de nepotismo y avaricia.
Los seis trasplantados salieron de quirófano con un nuevo corazón, un nuevo riñón o un nuevo hígado y, sin saberlo, también con una infección crónica que debilita el sistema inmunitario y requiere tratamiento de por vida. Resultaron contagiados por los donantes fallecidos, un hombre de 28 años y una mujer de 40 que, ahora se ha sabido, eran seropositivos. Un escándalo mayúsculo, revelado por el medio Bandnews, que cayó como una bomba en uno de los países que más transplantes realiza en cifras brutas y el que gestiona el mayor sistema de salud pública del mundo, el SUS. Las primeras sospechas surgieron cuando uno de los receptores enfermó y los médicos no daban con el origen de sus síntomas hasta que a alguien se le ocurrió hacerle un test de VIH, infección que no padecía antes del implante.
Como las autoridades sanitarias conservan muestras de los donantes, el Instituto Estatal de Hematología está reexaminando las de 288 donantes cuyos restos han sido trasplantados a otros desde el pasado diciembre, cuando el laboratorio sospechoso empezó a realizar los test. Los resultados de las analíticas fueron prometidos para el viernes pasado pero aún no han sido divulgados.
El potencial de que el escándalo se agrave es grande: “Los investigados emitieron decenas de resultados con falsos positivos y falsos negativos de VIH, incluso en análisis a niños”, ha alertado este viernes una de las investigadoras del Ministerio Público, informa O Globo. El lunes, las autoridades han anunciado la destitución de toda la dirección de la Fundación Salud del Estado, que gestiona las unidades de salud de todo el Estado de Río.
El año pasado, Brasil trasplantó más de 9.200 órganos como riñones, hígados, corazones, pulmones, páncreas e intestino además de miles de córneas y médula ósea. Los pacientes que recibieron las corneas de los fallecidos seropositivos no resultaron contagiados de VIH.
El Ministerio de Sanidad tuvo la primera noticia el 13 de septiembre, tres semanas antes de que a la mujer con el nuevo riñón le instaran a hacerse una prueba de VIH. Cuando el escándalo salió a la luz en la prensa, la ministra de Sanidad, Nísia Trindade, anunció una investigación: “Lo ocurrido es muy grave. Estoy indignada porque se supone que esto no debe suceder, pero una vez ocurre, hay que investigar. Vamos a revisar todos los procedimientos de trabajo, los análisis, los errores”.
Que sean dos los donantes infectados descubiertos en la trama fue la señal de que no se trataba de un falso negativo puntual. Inmediatamente, todas las miradas se dirigieron al laboratorio privado PCS Saleme, que diez meses antes había empezado a hacer análisis por encargo para la sanidad pública. La empresa pertenece a dos parientes de un veterano diputado que fue secretario estatal de salud y está vinculado a la sanidad de Río de Janeiro desde hace años.
El laboratorio en cuestión fue inmediatamente clausurado y uno de los dueños y cuatro técnicos fueron detenidos como parte de una de las múltiples investigaciones abiertas. Uno de los propietarios atribuyó lo ocurrido a la ineptitud de sus empleados, pero inspectores de la agencia de vigilancia sanitaria apuntan a la larga lista de irregularidades que hallaron en la sede de PCS Saleme, en Nova Iguaçu, en la zona metropolitana de Río.
Para empezar, el laboratorio no tenía las muestras identificadas y las guardaba en un frigorífico de cocina. En la primera inspección tras saltar la sospecha, los investigadores preguntaron a los trabajadores por los kits para realizar análisis de VIH. No tenían. Les pidieron las facturas de compra de los test. Tampoco había, según el relato del periodista de Bandnews que reveló el caso. Todo eso les hizo pensar, continuó el reportero, que no se trataba de errores, sino que los análisis no fueron siquiera realizados. Los dueños de PCS Saleme están además inmersos en cuatro procesos judiciales por falsos resultados, según el diario Folha de S.Paulo. El cuestionado laboratorio ofrecía servicios, además del centro de trasplantes de Río, a una decena de hospitales.
La profesora Ana Malik, especialista en gestión sanitaria y profesora de Administración en la Fundación Getulio Vargas, considera lo ocurrido “una aberración”. “Causa un daño espantoso a la reputación y la imagen del sistema porque genera pérdida de confianza”, explica. Y añade que “es un argumento excelente para los detractores de que el sector privado participe en el SUS [la sanidad pública, el Sistema Único de Salud]”. La profesora Malik recuerda que Brasil tiene algunos servicios de trasplantes, como uno de riñón en São Paulo, que son referencia internacional. Sostiene que lo sucedido es “una brecha incomprensible en el sistema de autorizaciones para operar cualquier servicio sanitario” porque, recalca, los criterios son estrictos.
Estar infectado con el VIH es uno de los motivos por los que un candidato a donar órganos quede automáticamente descartado. Otros son dar positivo de tuberculosis o la posibilidad de padecer cáncer.
Más de 43.000 brasileños están en la cola para recibir un órgano, casi todos esperan un riñón. Es una lista única para todo el país, tanto para los que son operados en la red pública como en la privada. Transcurre una media de 18 meses hasta que reciben la ansiada llamada telefónica para decirles que, por fin, hay un donante adecuado. Ahí empieza otra cuenta atrás que culmina con la intervención en la que reciben el nuevo órgano. Después, el proceso de adaptación para que el cuerpo no lo rechace y retomar la vida.
NAIARA GALARRAGA GORTÁZAR, El País