El ingeniero Barton Zwiebach Cantor profesor de Física en el Massachusetts Institute of Technology (MIT), desde hace décadas, representa una latente esperanza del Perú para acceder a un segundo Premio Nobel -esta vez, de Física- que pueda obtener nuestro país, luego del galardón obtenido por Mario Vargas Llosa. El ingeniero Electrónico es un investigador de la Teoría de la Supercuerdas y ser referente de excelencia académica en la educación superior del Perú.
Medalla de oro en la promoción 1971 del Colegio León Pinelo (la medalla de plata fué la periodista Sonia Goldenberg), ingresó en cuarto puesto a la Universidad Nacional de Ingeniería (UNI) para cursar la carrera de Ingeniería Electrónica, luego de prepararse en la Academia de Ingeniería de la avenida Bolivia. Desde los cursos de estudios generales, sobresalió por su rendimiento, que lo llevó a obtener un promedio ponderado de 18.21 el más alto de la historia de la universidad.
Durante la carrera, fue un referente. Un anécdota era que poseía el carro más deseado de aquellos años, en la que el gobierno militar del general Juan Velasco prohibió las importaciones: un Camaro (Chevrolet) amarillo, que no lo distrajo ni un ápice de sus objetivos. Gran cultor de la música clásica, poseía un moderno telescopio con él que acudía a Santa Eulalia para observar el gran teatro del universo.
Sorprendió a sus compañeros y profesores al presentar su tesis a las dos semanas de haber concluido con la currícula en solo nueve ciclos su carrera. Su tutor fue «el maestro» Pedro Heredia Martinelli y acuidieron a la sustentación varios embajadores acreditados en el Perú. Desde allí, partió al Instituto Tecnológico de California (Caltech) obteniendo la maestría y el doctorado (1983) en Física teniendo como tutor al premio Nobel de Física (1969) Murray Gell-Man por sus aportes en el descubrimiento de los quarks en los átomos. Además tiene maestrías de la Universidad de Berkeley y en MIT.
Barton enseña en el MIT el curso Teoría de la Cuerdas investigación, que ha llevado a lo largo de su vida, en la que ha tenido que desarrollar modelos matemáticos para avanzar. Esta teoría condensaría la Teoría de la Relatividad de Einstein con la teoría de la mecánica cuántica, absolviendo los grandes campos grises e insolubles de la humanidad. Francisco Miró Quesada Cantuarias justamente escribió un libro sobre Barton y las Supercuerdas, donde cuenta que esta investigación requiere crear las matemáticas que necesita para poder avanzar como las ecuaciones 26 incógnitas. La web exhibe una conversación entre ambos sobre la Conjetura de Poincaré, finalmente resuelta ….
Como anécdota de esos años maravillosos de los 70, un memorioso recuerda que dos de sus amigos, lo superaron momentáneamente. Victor Chion, que ingresó en primer puesto en 1972, y Juan Oliva, que le ganó obteniendo un 20 en el examen parcial de Física y Barton «apenas 18», lo que le provocó un intenso rubor… era humano. También oficio de enfermero en la cafetería de la Facultad de Ingeniería Civil, salvando de un atoro al goloso Víctor Chion.
En primer ciclo empuñaba a la hora de lo exámenes como sable su regla de cálculo Faber Castell, y en las clases de Física que se estudiaban con el libre de Halliday e Resnick, cuando se lo desplazó con la novedad del libro de Alonso Finn, para él este texto era un viejo conocido desde la época escolar. En el curso Campos Elecromágneticos de VIII ciclo de la Facultad de Ingeniería Electrónica, era el único de la clase que discutía el fondo o sentido de las fórmulas (convergencias rotacionales etc.) «El resto sólo las aplicabamos» recuerda su compañero José «Pepe» Rosas.
Acudía con la «mancha» al célebre Tacuni de la Urbanización de Ingeniería, y no dejó de conocer los shops del Munich, cerca a la Plaza San Martín. Y además, las aventuras del malecón del Río Amazonas en Iquidos adonde viajó con César Bosio Mazzarri, Luis Ferrand Aspillaga y Carlos Castillo Dibós.