Un día son 24 horas, o 86.400 segundos, que es el tiempo que nuestro planeta Tierra tarda en girar sobre su propio eje, aunque lo cierto es que esto no es del todo verdad, ya que cada día varía en duración por milisegundos.
Esta medición para nosotros es imperceptible, y la única forma de medir estas minúsculas variaciones diarias de la velocidad de giro de la Tierra es con relojes atómicos, que se introdujeron en la década de 1950. El número de milisegundos por encima o por debajo de 86.400 segundos se conoce como duración del día (LOD).
Estas diferencias de tiempo se deben a varios factores, aunque uno de los más influyentes es la Luna debido a que las mismas fuerzas que mueven las mareas oceánicas también actúan como un pequeño freno sobre el planeta en rotación, añadiendo tiempo al día poco a poco.
Debido a la gravedad de la Luna, las mareas que suben y bajan a medida que el planeta gira. Pero las protuberancias de las mareas no se alinean perfectamente con la Luna, porque los océanos y el fondo marino crean fricción, y esa fricción le roba un poco de energía rotacional a la Tierra.
Resultando, como señalan los científicos de la Universidad de Tornto, en que muy lentamente los días van a pasar » a ser de 25 horas» siempre y cuando el sistema Tierra-Luna siga evolucionando más o menos de la misma manera. La cosa es que no hay una fecha concreta que se pueda marcar en el calendario, las estimaciones más conocidas apuntan a un plazo de unos 200 millones de años.
eleconomista.es



