Esta entrevista fue realizada siete días antes de la partida
del autor de “Los eunucos inmortales”.
Miguel Ángel Baldera para Diario Uno
Llegué a su departamento de Jesús María y francamente lo vi
saludable. Me había hecho esperar varios días, pero al fin estaba en casa del
escritor y lo noto un poco apurado, un poco enojado, en ese ánimo en que uno
quiere decir verdades sin importar las reacciones. Habló sobre la vida, la
literatura y la política y sentí sus respuestas como ráfagas de palabras.
—¿Cómo se llama ese libro que usted dice siempre que va
publicar y no lo hace? —Voy a publicar un libro que se llama
Capricho en azul
—¿Capricho en azul? —Sí; y otro libro,
Huamanga, Huamanga. Herida del silencio.
—Yo he leído, que ese libro Huamanga, Huamanga ya
salió. —No, no está publicado. Lo que pasa es que comencé a
escribirlo y nunca lo he podido terminar y luego me he decidido a publicar por
qué no termino de escribir ese libro.
—¿Ha juntado entonces dos libros en
uno? —No. Son dos libros diferentes.
—Flaubert dijo: “Escribir es una manera de vivir”,
¿comparte esa sentencia? —Leí el discurso de Orhan Pamuk, el turco
que ganó el premio nobel. Él dice, copió textualmente parte de lo que dijo:
“Escribo porque tengo una necesidad innata de escribir, escribo porque es
emocionante convertir todas las bellezas y riquezas de la vida en palabras,
escribo para ser feliz, escribo porque quiero leer libros como los que escribo”.
Y también Pamuk dice: “Escribo para que todo el mundo sepa cómo vivimos aquí, en
Turquía”. Por eso, escribo; pero también diría: yo no escribo.
—¿Escribir es un oficio excluyente? —Creo
que cada escritor tiene su forma de ver…
—¿No cree que el escribir es un oficio exclusivo y
excluyente? —No. No se puede generalizar.
—¿Y tiene usted alguna rutina de
trabajo? —Escribo cuando me da la gana
Una sonrisa socarrona se dibuja en su rostro y está como
apurado y yo con miedo de que me diga que ya no quiere seguir hablando. El
arequipeño que dio un giro copernicano en las letras hace como 60 años me
confiesa que está mal, que estuvo en cama y que por eso no me contestó. Pero yo
lo sigo viendo saludable; pero un poco aburrido como si no quisiera hablar más y
le sigo lanzando preguntas.
—¿Y para usted cuál es el mejor lugar para
trabajar? —Cualquiera
—García Márquez decía que el mejor lugar para trabajar
era un prostíbulo. —En realidad esa frase es de Faulkner.
—Digamos que Gabo estaba de acuerdo con
Faulkner. —Sí, a mí en cualquier lugar me puede dar ganas de
escribir. La literatura es un arte que se hace con palabras y con imágenes. La
palabra tiene sonido, tiene ritmo, ¿no? Ese ritmo y ese sonido hay que darlo.
Entonces qué es lo que yo hago. Yo termino de escribir y lo leo en voz alta y lo
grabo, y luego lo escucho, y veo si he conseguido el ritmo, la entonación.
—¿Leer es como escuchar música? —Claro.
—¿Y qué música escucha? —Cualquier música
con tal que sea buena. La música barroca, Vivaldi, Mozart…
—¿Solamente música clásica? —La música
moderna no me gusta mucho. La metálica no me gusta. Pero los boleros, guarachas,
eso sí, todo eso me gusta.
—¿No le interrumpe la concentración? —Al
contrario, me da el ritmo.
—Usted ha dicho que el escritor debe estar comprometido
con la sociedad. ¿Qué nos quiere decir con esto? —Siempre un
escritor ha tenido compromiso. No hay escritor que no se comprometa con su obra
y con su realidad.
—Me refiero a su sociedad. —Su realidad es
su sociedad.
—García Márquez en una de sus tantas conversaciones con
Vargas Llosa dijo que la literatura de Borges no era comprometida con la
sociedad. —Borges expresa un momento de la literatura. El no
comprometerse es un compromiso.
—¿Dice que se compromete a no
comprometerse? — Claro pues. (Se ríe, y a mí me da gusto verlo
reírse porque me ratifica que está bien de salud, digamos) Bueno, entras en
temas de académicos. Yo soy creador y vivo. Los demás que estudien.
CON MARTÍN ADÁN —¿Habló
alguna vez con Martín Adán? —Hubo una vez en mi vida.
—¿Solo una vez en su vida? —Sí.
—¿Qué le dijo? —Le enseñé el libro Los
inocentes. Él se sentaba en la última mesa del bar Palermo. Solo. Con un copón
de pisco. Nunca quise interrumpir su soledad. Respeto mucho a la gente; y cuando
presenté el libro yo lo invité a la mesa y me dijo: “Le agradezco pero desde acá
puedo escuchar” y quien presentó el libro fue José María Arguedas. Entonces yo,
después le alcancé el libro a Martín Adán. Me dijo: “Lo voy a leer”. Un día me
emborraché y me hizo sentar a su mesa. Me dijo: “Quiero hablar con usted. Tome
usted asiento”. Estuvimos como un cuarto de hora sin hablar. De pronto él
levantó la cara y me dijo: “Mire usted, he leído su libro”. Le agradezco que lo
haya leído, le dije. “Pero me ha dado mucho miedo”. “El libro” “No. El libro no
me ha dado miedo. Lo que me ha dado miedo es usted, porque un escritor como
usted va a sufrir mucho en el Perú”.
—Estaba vaticinando todas las críticas que se le iban a
venir… —Todo estaba vaticinado.
—Ahora. Usted es parte de la generación del 50,
60… —No me hables de generaciones.
—Pero usted está con Vargas Llosa,
Ribeyro… —(Ríe de nuevo, como demostrando su humildad) Ya, está
bien.
—¿Cree que la literatura peruana ha
decaído? — No ha decaído, la literatura tiene un proceso. Lo que
pasa con la literatura peruana es que la literatura peruana no encuentra su
verdadero camino. Los jóvenes o los escritores de cuarenta años todavía no han
dado una gran obra. La otra vez hablé con un escritor y le dije que no había
terminado su novela porque me parecía mala. Entonces me dijo: “Usted no tiene
ética”. Yo le dije por qué y me respondió: “Porque usted no ha leído el libro y
dice que es malo”. Él es menor que yo, para que discutir con él ¿no? Pero yo le
hubiera dicho lo siguiente: Para que una persona sepa si un pisco es bueno, no
tiene que tomarse toda la botella, tiene que tomar un traguito. Entonces qué es
lo que yo hago, agarro un libro y veo si está bien escrito. Si veo que no está
bien escrito ¡por qué voy a leerlo! Creen que escribir es simplemente manejar un
tema y muchos de ellos han venido del periodismo. Agarran un tema y lo
desarrollan y tienen gente que los aplaude y les hacen una gran crítica. Me da
mucha pena porque se creen grandes escritores.
—He visto críticas de usted a Jeremías
Gamboa —Precisamente a eso me refiero.
—¿A ese escritor se refiere? —No, a otro.
Pero eso se puede decir también sobre su novela.
—Pero tiene el espaldarazo de Vargas
Llosa… —Yo ya no creo en espaldarazos, no creo en padrinos. Lo que
vale es el libro. No las traducciones. No son los premios. No es la crítica.
—¿Usted tiene una buena relación con Vargas
Llosa? —Sí
—¿Cree como muchos que sus tres primeras novelas son
las mejores? —Para mí no hay mejores ni malas. Es un buen
escritor.
—Pero no me va a negar que Conversación en la Catedral
es mucho mayor que Lituma en los Andes. — Nada. Nada de eso. ¿Quién
les ha dicho a algunos que tienen un metro para medir la calidad de una
obra?
—Pero siempre es bueno escuchar las opiniones de
ellos. —Está bien, pues. Que digan, que opinen. No me interesa. Lo
que me interesa es el libro.
—Usted ha dicho que escribe solo para los peruanos. ¿Se
reafirma? —No. Yo he dicho que escribo para que la gente sepa cómo
vivimos acá. Yo escribo para la gente que amo.
—¿A quiénes ama? —A mi Patria.
—Usted ha hecho poesía, cuento, novela, ¿y el
teatro? —Teatro no he hecho.
— ¿Por qué el teatro le ha sido
esquivo? —Yo no tengo nada que ver con los géneros literarios. Yo
escribo lo que siento. Toda mi obra es un capricho.
—Ahora. Apartándonos de esto, usted ha dicho que su
vocación es el magisterio y la literatura. ¿Elegiría entre ambos? —-
Los dos me han ayudado.
—Entendido que después de cierto tiempo, como lo decía
Gabo, uno pierde ese calor del brazo, esa soltura a la hora de escribir ¿Usted
no ha perdido eso después del tiempo que deja de escribir? —No.
Nada. Lo último que voy a publicar es esto (señala su libro). Y es tan fuerte.
Muy bien, tenemos que irnos.
ENTRAMOS A LA POLÍTICA
—¿Me permite una última pregunta? — Todo lo
que quieras
—Hablando del panorama actual. ¿Sigue la
política? —Me da asco
—¿Qué opina del gobierno de Ollanta
Humala? —Todo me da asco. Toda la política. No hay política en
serio.
—¿Y el Frente Amplio? — No sé
verdaderamente
—¿No le merece su simpatía el Frente
Amplio? —Sí. Hasta que no se corrompa.
—¿Y Verónica Mendoza? —La conozco poco
—¿No le merece su simpatía? —Sí. Me parece
que está bien encaminada en esta porquería que es la política peruana.
OTRA VEZ LA LITERATURA
—Veremos su novela próximamente en las
estanterías… —Sí. Pero es una novela que habla sobre Huamanga antes
de la violencia.
—Genera expectativa. —Sí, pues. Pero parece
que muchas editoriales tienen miedo de publicarla.
—¿Sigue tan reticente, tan miedoso ante esas grandes
editoriales? —Ah, no. Publicar en esa mierda, no.
—¿Por qué? —Porque tu mandas una novela ahí
y hay un grupo de gente que decide si se publica o no se publica. Esos son los
nuevos inquisidores.
—Hablando de eso. Usted tuvo una polémica con
Caretas. —Claro.
—¿Por qué? Usted los mandó a la
mierda. —Por supuesto
—¿Qué pasó? —Yo fui a Caretas y puse mi
punto de vista en los cuentos que me dieron a leer. Querían premiar a otra
huevada de gente que va de viaje por Europa y todo eso; y el presidente, el
director de la Biblioteca Nacional me dijo: “Totalmente de acuerdo con
usted”.
—Pero al final se premió el cuento que usted
quería… —Ya, pero la información de Caretas decía que quien propuso
esas novelas (debió decir cuento) fue Roncagliolo y que yo acepté. Carajo. Los
mandé a la mierda. Que yo acaté la decisión de Roncagliolo, cuando fue lo
contrario.
Oswaldo Reynoso ya no quiere responder más. Dice que en
Miraflores lo espera un editor que posiblemente publique su novela. Me informa
que en septiembre viajará a Italia, a una feria de libro. “Allá, pues van a
publicar Los inocentes y En Octubre no hay milagros”, indica. Lo acompaño a
bajar. Un taxi rojo llega, el taxista le pregunta a dónde va. Dice algo y se va.
No viajó a Italia, ni vio su libro publicado. Nos dejó antes de tiempo. Tampoco
podrá leer este texto.