Si existe algo así como el “dueño” de una universidad, es porque
surgió de un sistema que le ha permitido cometer tropelías.
La copia física de la tesis doctoral de César Acuña se encuentra en la
Biblioteca Histórica de la Universidad Complutense de Madrid, un impresionante
establecimiento ubicado donde alguna vez hubo un convento de noviciados
jesuitas, durante el reinado de Felipe III. Para un alumno de este centro de
estudios, como yo, no es (no era) difícil acceder a ella.
Lo primero que impresiona es su tamaño. Se trata de un volumen grande,
grueso, de tapa dura azul con letras doradas. Son 394 páginas. Claro, eso es lo
que se espera de una tesis de doctorado, dirán ustedes. Sí, pero no es lo que se
espera de un hombre que se ha jactado en público de haber conseguido sus
millones sin jamás tocar un libro.
La siguiente causa de desconcierto es el tema: “Competencia docente y
rendimiento académico del estudiante de la universidad privada en el Perú”.
Abres el tomo y, efectivamente, allí están: páginas tras páginas de análisis de
datos estadísticos inescrutables; tabulaciones, fórmulas, modelos... Según el
autor, sea quien sea, el trabajo de campo se realizó encuestando a 7.483 alumnos
que seguían 17 carreras de la Universidad César Vallejo.
En cambio, según Turnitin –el programa estándar para detectar vivazos en el
mundo académico–, el 65,4% de la tesis es resultado del plagio. Estamos hablando
de más de 250 páginas plagiadas. No se trata de alguien que se olvidó de ponerle
comillas a un par de párrafos. No. Ni Bryce ni Cipriani juntos fueron tan
prolíficos para el ‘copy paste’.
La mayoría de páginas plagiadas –como ha destacado La Mula, el medio que
aplicó Turnitin a todo el documento– corresponde al inicio, o sea, al marco
teórico y el desarrollo metodológico. Pero la tabulación estadística final se
realizó con datos propios de la Universidad César Vallejo. Y si Acuña no fue el
autor de la primera parte, ¿cómo podría serlo de la segunda? Eso solo puede
significar una cosa: el estadístico a cargo tiene que haber sido un profesor de
la Universidad César Vallejo.
En resumen: una parte de la tesis es el fruto del plagio y la otra parte,
sería el resultado del abuso del dueño de una universidad sobre uno de sus
trabajadores. Esto último debería ser investigado por la Superintendencia
Nacional de Educación Superior Universitaria (Sunedu).
Aquí es cuando rizamos el rizo. Todos los que están asustados por Acuña se
preguntan cómo llegó allí. Y la respuesta es muy sencilla: la desregulación
fujimorista de la educación universitaria.
Si existe algo así como el “dueño” de una universidad, es porque surgió de un
sistema que le ha permitido cometer toda serie de tropelías. Un caldo de cultivo
que ha fermentado durante 20 años y ha producido una serie de pequeños
dictadores acostumbrados a gobernar sobre chacras y a medrar de la cultura del
cartón y de las ilusiones de progreso de las clases medias emergentes.
Irónicamente, quienes más asustados están de Acuña son los que más defienden
el sistema que lo produjo. Acuña nos asusta porque es el único de ellos al que
le estamos prestando verdadera atención. Su plagio nos escandaliza porque es su
atropello más descarado. Pero hay muchos como él. Atropellando todos los días.
Decenas de universidades/negocio que engañan a miles de jóvenes que pronto se
convertirán en subempleados o que, genuinamente, sueñan con convertirse en los
Acuña del futuro. Quizá ya sea muy tarde para evitar que Acuña sea presidente
este año o en el 2021. Si no acometemos la reforma universitaria en serio, será
muy tarde, también, en el 2050.