Dado el rápido ascenso en las encuestas del empresario César Acuña y de su
partido Alianza para el Progreso, muchos se preguntan cómo acumuló tal
fortuna, si le alcanza para financiar una millonaria campaña y hacer
“jales” de personalidades notables que suponen el pago de sobresueldos. No es
fácil responder la pregunta. Acuña empezó a acumular su fortuna en un momento
que nadie hubiera podido predecir su meteórico ascenso a la categoría de nuevo
rico. Además, ¨la educación con fines de “lucro” no tributa, ni ha sido
fiscalizada desde sus inicios, de modo que no hay estadísticas al respecto.
La versión oficial es que se trata de un emprendedor provinciano de modesto
origen cajamarquino, que estudió ingeniería química en Trujillo y comenzó a
acumular propiedades y dinero con academias de ingreso universitario y luego con
universidades y colegios, alguien que, según su curiosa narrativa, “pertenece a
una raza distinta”.
La versión contrata es que se trata de un personaje oscuro, tanto en sus
inicios de empresario educativo como en sus logros políticos, cuando pudo
arrebatarle el sólido norte al APRA. La versión que circula (y que hemos podido
comprobar en varias entrevistas en Trujillo y Lima) es que se trataría de
recursos de origen dudoso, más concretamente de empresarios norteños, del clan
Sánchez Paredes, familia que está siendo investigada por vínculos con el
narcotráfico. No falta quienes hablan también del lavado de dinero en relación
al exitoso club de fútbol UCV.
Como hemos explicado, el Estado no tiene una idea de qué posee Acuña en
empresas, casas, edificios, terrenos y cuentas bancarias. Menos sabe cómo las
obtuvo. Salvo el caso de las 15 empresas formadas en torno a alcaldías de La
Libertad que investiga actualmente la fiscal Yovana Mori, vinculadas a
funcionarios de sus universidades y su hijo, nadie lo ha investigado a fondo
como grupo, es decir, como conglomerado de empresas poseídas y dirigidas por una
misma familia propietaria.
Su historia es como sigue. El grupo Acuña comparte mucho de los rasgos de los
grupos provincianos en cuanto a origen social y geográfico: rápida acumulación y
diversificación en un contexto de libre mercado. No obstante, Acuña es
fuertemente atípico por originarse en la educación con fines de lucro y por su
proyección en paralelo a la política, donde empresas y partido se yuxtaponen de
múltiples formas.
El grupo lo forja César Acuña Peralta en Trujillo, ciudad donde migró de
Cajamarca. Ingresó a la UNT en 1972 a estudiar Ingeniería Química, egresando con
el título profesional veinte años después. El decano Masahiro Ywanaga consideró
junto con otras autoridades que no asistió a clases, no aprobó cursos de manera
regular y traficó al final con documentos. En medio de esta controversia, el
decano terminó renunciando y finalmente le dieron el ansiado título. Esta
controversia de origen ha sido luego compensada con tres maestrías y un
doctorado y la obtención de numerosos premios como “patriarca de la educación
“ obtenidos dentro y fuera del país.
En 1980 inició sus negocios con su esposa Rosa (hoy se encuentra
separado), inaugurando una pequeña academia de ingreso a ingeniería que creció
rápidamente. Gracias a ese éxito, alquiló una casona de 2,000 metros cuadrados
en el centro de Trujillo a la familia Lynch, donde operó desde 1983 hasta 1991,
empezando su fortuna. A fines de los 80, la familia Lynch lo enjuició intentando
el desalojo cuando incumplió el contrato y quiso quedarse con la propiedad. Los
demandantes ganaron los juicios pero al final pudo más publicar avisos en el
diario local denunciándolo. Recién entonces Acuña devolvió la valiosa
propiedad.
En 1991, luego de hacer paciente lobby en el Congreso, funda la Universidad
César Vallejo (UCV), hasta que el gobierno de Fujimori, siguiendo las
orientaciones privatistas recomendadas por el Banco Mundial, emitió en 1997 la
Ley de Promoción a la inversión Privada en la Educación. La UCV la dirigió
recién a partir de 1999 por medio de la Empresa del Conocimiento S.A.C.,
teniendo como socios fundadores a César Acuña Peralta (60 acciones), Segundo
Acuña Peralta (60 acciones) y Juan Hitler Alfaro Cabanillas (80 acciones).
Luego, según Registros Públicos, la convirtió en UCV Sociedad Anónima Cerrada,
con un capital inicial de S/. 20,000 al 2002, elevados luego exponencialmente a
S/. 145,570,400 el 2013. Espectacular negocio. En 1996 funda el Club de Fútbol
César Vallejo, actividad también exenta de impuestos, logrando entrar a Primera
División. Hoy se le asocia al caso Burga y la corrupción en la FIFA.
A partir de estas actividades iniciales, Acuña comenzó a abrir sucursales de
la UCV por todo el país. Es en torno a este “consorcio educativo” que se
diversifica, creando empresas de comunicación como la Editora El Heraldo, UCV
Satelital y la Cadena de Radio y Televisión para la Integración Nacional. Con el
paso del tiempo ha adquirido permisos para montar canales de TV en provincias.
En 1999 fundó la Universidad Señor de Sipán de Chiclayo y el 2014 la Universidad
Autónoma del Perú en Villa El Salvador, Lima, siguiendo un proceso de
integración horizontal.
Al 2015, la UCV S.A.C. opera en 10 sedes ubicadas en las principales ciudades
del país (Trujillo, Chiclayo, Callao, Chimbote, Huaraz, San Juan de Lurigancho,
Ate, Lima Norte, Moyobamba y Tarapoto), teniendo colegios privados y dos
universidades más con otros nombres. De acuerdo a los censos universitarios, el
consorcio universitario Acuña contaba en 1996 con 2,699 estudiantes y 306
docentes y administradores, saltando el 2010 a 55,432 estudiantes y 4,426
docentes y administradores. Al 2015, estas cifras han seguido subiendo,
afirmándose que el consorcio educativo llega a tener cerca de 100,000
estudiantes universitarios.
Siendo alcalde de Trujillo, Acuña se separó de su esposa Rosa Núñez, a quien
asignó una pensión mensual de 100,000 soles y quien hoy le reclama parte de las
propiedades. De acuerdo a Núñez, quien realizó una denuncia ante la Fiscalía
Provincial, siendo alcalde realizó compras de propiedades a terceros con fondos
municipales. Como resultado de las investigaciones se hizo un estudio del
“incremento de patrimonio” de César Acuña del 2002 al 2009, mostrándose un
crecimiento anual que empezó con S/. 9 millones el 2002 y subió cada año hasta
llegar a S/. 74 millones el 2009. De acuerdo a otras fuentes, para el 2012 los
ingresos de la UCV, su buque bandera, se estimaron S/. 362 millones.
En el análisis de este grupo no hay que olvidar las investigaciones de las
empresas vinculadas a personal de la UCV y su hijo, caso de la Constructora
Tawa, Consorcio Jerusalén y Consorcio Seoane, para mencionar las principales,
que han nacido como empresas para hacer obras licitadas por el gobierno local,
indicios que son considerados como formas irregulares de beneficio
económico.
En general, más allá de si recibió o recibe dinero sucio, o si lo hace como
proveedor de alcaldías y gobiernos regionales manejados por él, su hermano o su
partido, leyenda o realidad que lo persigue (al punto que el pastor Humberto Lay
y otros notables de Lima lo han interrogado regularmente al respecto antes de
unirse a sus proyectos educativos y políticos), lo cierto es que las empresas de
su grupo, en particular la UCV, son lo suficientemente lucrativas como para
sostener una campaña política que implique el gasto de varios millones de
dólares.
La de Humala el 2011 costó $20 millones. Las empresas de Acuña le permiten,
aun si llega a la segunda vuelta, solventar esos gastos. A costa de sus alumnos,
claro, porque podría reinvertir en mejorar sus niveles educativos. Pero la
controversia sobre sus orígenes y las investigaciones sobre su “modelo de
negocios” va a continuar. En realidad, recién están empezando.