Armando: Una vida, un partido - Por Javier Barreda - EXITOSA DIARIO
Armando: Una vida, un
partido
Por Javier Barreda
Armando Villanueva nació hace 100 años, un 25 de noviembre
de 1915. Ingresó al Apra auroral, al Apra del Haya de la Torre que con 35 años
encendía esperanzas en miles de peruanos. Desde entonces y hasta el final de sus
días Armando fue protagonista y testigo de los largos,
heroicos y polémicos años del aprismo. Fue el primer Secretario General
de la Federación Aprista Juvenil en 1934. Luego asumió otras tantas
responsabilidades, que concluyó con la Secretaría General del Apra en 1994
durante el fujimorismo, pasando por la emocional candidatura a la Presidencia en
1980, luego de una tensión que atravesó el Apra tras la muerte de Haya de la
Torre en 1979.
Fue diputado, senador y primer ministro en el gobierno del Apra de los años
‘80. Pero su protagonismo mayor, su preocupación extrema, su vocación suprema,
su recuerdo y esperanza fue el Apra: el partido de toda su vida. Fueron 81 años
de militancia sin igual. Militante,
dirigente, candidato, cinco veces
preso, siete años en el exilio, Armando era un
político permanente de principios e identidad. Max Weber diría un
“político profesional”.
Los últimos años de su vida se acercó mucho a los jóvenes. Recibió a muchos
más allá de su militancia. Su archivo era tan impresionante como cada historia
contada por él. Te enseñaba cosas del pasado aprista, de riqueza y
antología (cartas, actas,
volantes, folletos). Conservaba el famoso “Libro Rojo”
de la fundación del Apra en el Perú (ya publicado). Todo un material que
plasmaba una política ya desaparecida. La política ahora es otra y Armando era
consciente de ello.
Su rostro era duro, pero su humor era inmenso. Una militancia de sacrificio,
pero alegre. En una magnífica entrevista a Santiago Pedraglio (en
Conversaciones), Armando dirá sobre sus años de prisión: “La vida hay
que considerarla una generosidad, hay que saber perdonar, no hay que tener
rencor. La prisión es muy grave y dolorosa y si uno hubiera vivido recordando el
dolor de la prisión, no habría tenido amor para crear, habría sido una manera
mezquina de vivir”. Y Armando tenía una sabiduría vital carente de
odios.
Cuando lo visité por primera vez, me dijo: “Con tu abuelo Fortunato
Jara, tomamos Radio Sucre, y emitimos un mensaje del Apra por varios minutos.
Fuimos en su carro. ¿Cómo está él?”. Mi abuelo siempre recordaba ese
episodio. Ese es el Apra que Armando y tantos más construyeron. Un Apra que
Armando Villanueva también vio transformarse en cada década en un Perú
cambiante, asumiendo los saldos de tantas decisiones, aciertos y errores; un
Apra que perdía cada tiempo a unos de sus grandes y él fue el último grande de
los primeros.