Irracionalidad dogmática pretende primar en lote 192
Por César Gutiérrez
Problema político mayúsculo se ha creado el “humalismo” con su
decisión sobre el otorgamiento del lote 192. Ha arribado a esta situación
llevado sistemáticamente por la línea de pensamiento que prima en el Ministerio
de Economía y Finanzas (MEF): “la actividad empresarial del estado es mala por
definición”.Estrategia bien trazada por el exministro Miguel Castilla, secundado
en su momento por Alonso Segura, hoy titular de la cartera del jirón Junín, jefe
del gabinete de asesores de ese despacho en ese momento. A ella se ha sumado la
incompetencia en el manejo de Perupetro.
La gran trampa tendida por los “MEF's boys” tuvo su punto
culminante en Diciembre del 2013, cuando satisfaciendo el voluntarismo
desinformado de Ollanta Humala por llevar adelante el Proyecto de Modernización
de Refinería Talara, de propiedad de Petroperú, se dio la ley 30130, donde se
otorga garantía soberana al referido emprendimiento, pero a la vez en un
artículo se limita la participación de la petrolera estatal a proyectos en los
cuales esté asegurando el autofinanciamiento, sin complicar más la posición
crediticia de la empresa. Esto podía ser interpretado caprichosamente, como
viene ocurriendo en este momento en que desde el Congreso se pretende que la
mencionada empresa gestione el lote 192 por dos años.
En vía paralela, la desastrosa gestión que ha tenido la agencia
promotora de la exploración y producción hidrocarburífera Perupetro, no fue
capaz de organizar un proceso de competencia a tiempo y en las condiciones que
el mercado lo asimile.
En ese contexto todo el proceso devino a una negociación
directa, donde las suspicacias por el relacionamiento de funcionarios de
Perupetro con la organización de la empresa beneficiaria Pacific Stratus Energy
SA y el oscurantismo de las tratativas, destacan.
La negativa para otorgarle el lote a Petroperú, se ha llenado
de falacias, para justificar una razón de fondo: los poderes fácticos al alimón
con el MEF, poniendo de corifeo a la pareja gobernante, no gustan que la empresa
estatal incursione en otras actividades por más rentabilidad que tengan. Sean
más directos señores y digan a voz alta y firme: no nos gusta el estado
empresario. No pretendan tomarnos de tontos con sus galimatías.