¿Qué es lo que se cuestiona, entonces, de los votos del fujimorismo y el Apra? ¿La falta de talante democrático? ¿La corrupción? Del Apra podemos decir que se ha opuesto a todas las intentonas golpistas y a los golpes de Estado (¿no estuvo Del Castillo al lado de Iberico y Toledo en la Marcha de los Cuatro Suyos?). De sus dos gobiernos podemos decir también que devolvió las insignias de la democracia intactas a sus respectivos sucesores, Fujimori y Humala.
No son, pues, los pergaminos democráticos del Apra los que están en duda. ¿La corrupción, quizás? ¿No es Alejandro Toledo –que va con Zeballos– el acusado formalmente de lavado de activos por la Fiscalía? ¿No ha solicitado el MP el embargo preventivo de sus bienes? ¿Qué coherencia hay, entonces, en deslegitimar los votos de unos cuando el líder de los otros está en el banquillo? Y eso para no hablar de los votos del gobierno: ¿o no está siendo investigada la presidenta de su partido por los chanchullos con Belaunde Lossio?
Del fujimorismo podemos decir lo siguiente: han pasado 15 años del nefasto gobierno de Alberto Fujimori y Vladimiro Montesinos, hoy presos. Los hechos dicen que, durante estos últimos tres lustros, el fujimorismo no solo ha participado en las mesas directivas del Congreso, sino que, con sus votos, ha contribuido a la gobernabilidad democrática de tres gobiernos. ¿O no le fue a pedir consenso a Keiko su archienemigo Cateriano para que apoyara la delegación de facultades? ¿Y no votó acaso el fujimorismo por varias de ellas? Entonces, ¿los votos fujimoristas valen cuando convienen, pero apestan cuando no?
El voto por Iberico es un voto contra el gobierno, eso está claro. Un
gobierno en descomposición por sus propios yerros que no merece retener la
presidencia del Congreso el año final de su mandato. Es un voto de castigo a la
mediocridad, la soberbia y la deslealtad. Por eso, espero que gane hoy
Iberico.