Si de usos y costumbres hablamos, hay uno muy antiguo y al que
auguro larga vida, la justicia mediática. Es decir los medios de comunicación
oficiando con sus afirmaciones de un múltiple rol: procuradores, fiscales,
jueces, vocales, carceleros y verdugos; todo en un uno y a la vez; lo que se
llama en el “fast food”, un combo. No es solo tendencia local, es universal; sin
embargo dependiendo del grado de desarrollo de la institucionalidad de cada
país, existen limitaciones y sanciones para los que malinforman por ignorancia,
interés subalterno o malintención. Lamentablemente en nuestro país, la trilogía
maligna referida es el signo distintivo y es practicada con absoluta impunidad
por malos procuradores, fiscales y periodistas.
En el quinquenio del “humalismo”, la justicia mediática ha
proliferado lanzando acusaciones por doquier, incentivada desde el propio poder
gubernamental, aunque ahora se quejan cuando tocan a Nadine Heredia. Pero no
solo eso, los procuradores y ministros de justicia del régimen en su afán de
denostar la gestión de Alan García, han actuado parcializadamente. De campeonato
ha sido la reciente actitud del titular de la cartera de Justicia, Gustavo
Adrianzén, que ha decidido: mordaza para la procuradora Julia Príncipe, por
referirse al tema de la esposa del señor Humala y micrófono con altoparlante
para el Procurador General, Joel Segura; para que se manifieste sobre el
caso “petroaudios”, en el cual no ha participado nunca y ni siquiera ha leído el
expediente. No puede ser más elocuente el accionar parcializado y
politizado.
Las denuncias de los medios, en el mayor de los casos, se hacen
con grandes ligerezas, si son temas que tienen componentes técnicos y legales
contractuales, sencillamente no los leen y solo resaltan aquello que puede ser
estridente, que al reportero de turno y al medio de comunicación para el que
laboran, le permitan ser resaltados como “catones”. Burda aspiración de
convertirse en Carl Bernstein y Bob Woodward, del Washington Post, que se
trajeron abajo al presidente estadounidense Richard Nixon, por el escándalo
Watergate. La recomendación señores periodistas, si quieren ser serios, lean los
expedientes e interpreten objetivamente, solo así trascenderán.