En nuestra época, todo lo que hicimos fue por honor
Ricardo Duarte Basquetbolista. Ex dirigente
deportivo.
“En nuestra época, todo lo que hicimos fue por
honor”
LA FICHA. Soy jaujino “rajatabla”. Nací hace 74 años, en
una familia de gente muy alta. Mido 2.2 metros. Comencé en el básquetbol muy
joven y participé en muchos campeonatos. En 1964, en las Olimpiadas de Tokio
quedé como el máximo anotador del torneo, con 212 puntos. Al dejar el básquet,
fui dirigente deportivo. Ahora soy parte de las Academias Deportivas Escolares
de Fundación Telefónica. Las primeras de este año se realizan esta semana entre
300 escolares en Ventanilla.
Hace medio siglo de las olimpiadas en que se batió
récord de anotaciones. ¿Por qué no se ha repetido una hazaña
así?
Porque esto es todo un proceso, una evolución, una
maduración que toma tiempo. Ese equipo con el que llegamos a las Olimpiadas de
Tokio, 1964, fue fruto de un trabajo...
...Y de un gen también, porque la mayor parte eran sus
hermanos (risas).
En cierta forma también (risas), pero, mira, el año 61
éramos prácticamente últimos en Sudamérica y había una generación que estaba
renuente a irse, porque no había una generación que empujara para que se
retirara.
¿La generación del relevo?
El relevo, claro. Pero, por suerte, la federación tuvo
el acierto de contratar al norteamericano Jim McGregor. Él vino y se apasionó
por el Perú. Encontró a un grupo de jóvenes que estábamos o bien comenzando a
trabajar, o bien estudiando, y éramos altos.
Eso debe haber sido excepcional en un país de gente
bajita, ¿no?
Claro. Lo que pasa es que mi familia es excepcional. Mi
padre medía 1.90; mi madre, 1.74; mi hermano Enrique, el mayor, 1.90, yo, que
soy el segundo, 2.4; el tercero, Lucho, oficial de la Fuerza Aérea ya retirado,
casi 1.90; Raúl, el cuarto, 2.7; y el último, Juan Carlos,
1.92.
¡Estaban destinados al
básquet!
Sí, cuando vivimos en Huancayo, mi hermano Enrique
jugaba básquetbol por su colegio y por un club. Allí me inicié, pero no como
jugador, sino como planillero (controlaba las planillas), hasta que vinimos a
Lima. Aquí, mi hermano ya jugaba en el club Universitario de Deportes y yo era
el benjamín, el novato, porque casi no sabía jugar
básquetbol…
Entiendo que usted jugaba
fútbol...
Claro. Más que fútbol, jugaba pichanguitas, en tierra,
con pelota de trapo. Y después incursioné en esgrima. El profesor (Vicente)
Barbatto me invitó al Estadio Nacional y me dijo: quédate en esgrima y en seis
meses te hago campeón sudamericano. Pero ya había comenzado en el básquet y ni
hablar. También participé en un torneo interdistrital de jabalina, y con apenas
tres días de preparación salí subcampeón.
Vaya, qué veloz.
Sí. Para mí era fácil cualquier deporte. Y el año 57,
hubo un torneo relámpago por las bodas de plata de la Liga de Básquetbol de
Lima. Allí se lesiona mi hermano, sale otro jugador por límites de faltas y el
entrenador me ve ahí sentado y me dice que entre. Allí entré y más o menos la
hice, todo flaquito, esmirriado, nervioso, tembloroso, con estos jugadores que
ya eran expertos. Y ahí me vio el profesor Carlos Rojas y me seleccionó, pero en
el 61, que llega McGregor ya hay una renovación…
¿Qué ocurrió que el básquet perdió peso frente a
deportes como el fútbol?
Inicialmente, el básquetbol era en la cancha de asfalto
de Universitario de Deportes. También jugábamos en el círculo italiano, en el
Lawn Tennis de la Exposición. Después pasamos al puente del Ejército. Allí era
lleno total, hasta había reventa. Lamentablemente, fue la decisión de
(Guillermo) Toro Lira (Presidente de la Federación de Básquetbol) de cortar el
contrato a McGregor.
¿Y por qué no hubo recambio?
A raíz de que McGregor ya no estaba nosotros, fuimos a
Tokio sin entrenador. Nos pusieron un entrenador que era prácticamente relleno.
En los panamericanos en Sao Paulo habíamos logrado el cuarto lugar y
clasificamos a las olimpiadas. Logramos la clasificación porque teníamos un buen
equipo y una camiseta bien puesta.
¿Y cómo fue hacer 44 anotaciones en un solo partido en
Tokio?
Eso fue contra Corea y duró varias olimpiadas. Quien me
quitó el récord fue Óscar Smith, un brasileño, quien hizo, en un solo partido,
50 puntos, pero con la diferencia de que él era lanzador de tres puntos.
Entonces, a partir de ahí ya comenzaron a retirarse los deportistas. Yo he sido
el más terco, porque he jugado en alta competencia por 25
años.
¿Qué es una carrera
larguísima?
Yo jugué en Universitario dos años, 19 en el club
Regatas Lima, un año en el Deportivo Field y terminé en Aviación. Terminé al
final así, como quien dice: ya me voy a mi casa, ya terminó todo y apago la
luz.
¿Qué podría hacerse para recuperar el básquet, o es
irrecuperable?
Sí, es recuperable, pero el básquetbol ha evolucionado
mucho. Ya no son los grandazos que simplemente son grandazos, pero torpes; sino
que ahora, gracias a la alimentación, a los gimnasios, al trabajo, ya son más
ágiles, pero también son más millonarios. En nuestra época fue amateur, todo lo
que hicimos fue por el honor, no lucramos con el deporte. Hemos pasado toda una
vida haciendo como un servicio cívico.
Y sigue haciéndolo, con las Academias Deportivas
Escolares.
Sí. Lo que sucede es que Fundación Telefónica ha tomado
este compromiso con los niños que, inicialmente, era para erradicar el trabajo
infantil, pero ahora se ha orientado más a la educación y particularmente a los
niños de pocos recursos. Se les apoya porque creemos que el deporte es una
actividad que los va a ayudar a formar su carácter, en el trabajo en equipo, en
el amor propio, la perseverancia, el compromiso, la solidaridad, el
compañerismo. Porque todo eso te da el deporte.