La prevención como consecuencia de una gestión política con calidad total por: Luis Hernández P
La prevención
como consecuencia de una gestión política con calidad
total
Por: Luis Hernández Patiño
En momentos difíciles como estos, quiero expresar
mi solidaridad con la gente de Chosica.Pienso en las personas que lo han perdido todo, y especialmente, en
quienes tienen alguna disfuncionalidad, es decir, en las personas que, para mí,
son equivocadamente llamadas “con discapacidad”, porque para dichas personas la
situación se hace más complicada.
Ante lo ocurrido, creo que todos debemos aunar
esfuerzos, sin importar cuán pequeño sea lo que uno pueda hacer.Aquí, el asunto es ver de aliviar las circunstancias tan críticas, por
las que aquellos hermanos están atravesando.
Pero mi solidaridad, mi preocupación frente a la
magnitud de los hechos, van en paralelo con el disgusto que me causa un tema
que deseo poner sobre el tapete.Me refiero a la falta de prevención
que hay en nuestro país, y que se ha hecho algo
crónico.
Desde pequeño, (ya tengo 57 años) vengo escuchando
que, en determinados periodos del año, en las alturas de la Sierra Sur hay
heladas que matan niños y ancianos, y en la costa hay huaicos que arrasan con
todo lo que encuentran a su paso, por aquí y por allá.Al fenómeno del Niño, del que tanto
escucho hablar, claro que lo conozco, porque ya se ha presentado por estos
lares con anterioridad.
Frente a ello, y también desde niño, tuve la
ocasión de oír hablar de avances y progresos.En los setenta, por ejemplo,
escuché hablar de una revolución que algunos defendían ardorosamente, diciendo
que se trataba de un proceso imparable e irreversible de cambios i
transformaciones, que el Perú había estado esperando durante
siglos.
Pero hoy, constato día a día que seguimos en las
mismas.La cosa se repiteuna y otra vez, en cuanto a falta
de prevención.¡Y eso no puede ser!¡Es algo
inadmisible!
Nuestro país requiere de una gestión política
inspirada en la prevención no solo de desastres naturales.Dicha prevención debe darse en todos
los ámbitos de la vida colectiva. Debe ser promovida como un tema de
responsabilidad ciudadana, pero tiene que ser puesta en práctica por la
autoridad, en las instancias en las que el estado tenga que regular, promover y
en ciertos casos, suplir la actividad de los agentes económicos
privados.
Ahora bien, cabe una interrogante: ¿Qué haría
falta para que ese tipo de gestión se dé entre nosotros? Al respecto yo diría
que hay una condición mínima, elemental.Esta consiste en elevar el nivel de la tarea política de quienes nos
gobiernan a un grado de calidad total.Ante eso, alguien podría citar a Hamlet, y decirme: palabras, palabras,
palabras, pero no es así.
Elevar
el nivel de la tarea política, para llegar a una gestión de máxima calidad, no
es una simple intención ilusionista de izquierda, o un sueño parecido a esos
sueños típicos de algunos diletantes, bohemios y trasnochados, que no
necesariamente gastan su plata en pasajes de ómnibus, porque ellos van en
avión, y toman el aire de la tarde en parques europeos, a diferencia de muchos
empresarios populares a los que, si recordamos, Patricia Pardo del Prado dio en
llamar “cholos horrorosos”.
NO.Hablar de una gestión de máxima calidad implica hacer referencia a
una meta que sí puede alcanzarse como algo real.LO que ocurre es que, para eso,
hay un requisito ineludible. Este consiste en llevar a cabo
las transformaciones estructurales, que nuestro burocrático aparato estatal
necesita, para que no siga trabando, ni le ponga luz roja a las iniciativas
privadas, (iniciativas que en muchos casos son de extracción popular), y que no
pocos quisieran emprender, con un sano criterio de servicio preventivo a futuro,
si contasen con las condiciones estructurales más
adecuadas.
Fijémonos en lo que fueron capaces de construir los habitantes de lo
que hoy es la Lima Norte.¿Todo un polo de desarrollo, no?Bueno pues,
cuánto más no se podría hacer en nuestro país, si los ciudadanos con ideas e
iniciativas contasen con un estado que, estructuralmente, se encuentre
orientado, abocado a impulsar, y yo diría empecinado en promover, las
iniciativas de los cuadros políticos más capaces y preparados para realizar,
antes que solo ofrecer, una gestión con eficiencia y
calidad.
Solo así, los consumidores y usuarios, (léase los ciudadanos),
podremos ver que nuestros impuestos se traduzcan en beneficios para
nosotros.Pero entonces, es a nosotros que nos toca exigir calidad en las
ofertas que se harán, en lo que para mí será la próxima licitación o concurso
público de servicios a la nación, o sea: el proceso
electoral.