Las derivadas de la Ley Pulpin - Por JUAN CARLOS VALDIVIA - CORREO SEMANAL
Las
derivadas de la Ley Pulpin
Uno de los mayores enigmas
respecto al gobierno de Ollanta Humala a ser develado en el futuro será
descubrir las razones por las que en Palacio de Gobierno se obsesionaron con la
llamada “Ley Pulpin”.
La defendieron como si de
ella dependiera el futuro del país. Era un dogma de fe: permitiría resolver la
informalidad laboral, daría empleo a millones de jóvenes y seria la palanca para
el rebote de nuestra economía. Y quienes se oponían a ella eran demagogos o
jóvenes que no habían leído la ley.
El presidente de la
república, la primera dama, los pulpines ministros de Economía y Producción
defendieron el proyecto con sus mejores argumentos. Y tras ellos los
congresistas que los siguen con fidelidad a prueba de balas. Pero nada de ello
pudo evitar la contundente derrota recibida en el Congreso, que solo reflejó la
que ya las calles les habían dado.
Pero la tozudez con que se
defendió la Ley Pulpin ha tenido costos derivados muy altos para Ollanta Humala
y su gobierno. Ha debilitado su grupo parlamentario, ha develado profundas
diferencias al interior de los que aún se quedan, lo ha divorciado
irremediablemente con los jóvenes del país y ha logrado algo que muchos
reclamábamos: una acción coordinada de la oposición.
En el proceso se ha
producido la renuncia de Sergio Tejada, joven congresista de absoluta confianza
de la Presidenta del partido nacionalista. Hace ya algún tiempo, otro
congresista “engreído” de la primera dama –Jaime Delgado- ya se había alejado de
la bancada al haber tenido que defender el proyecto que buscaba incorporar al
sistema previsional a los menores de cuarenta años que percibieran ingresos a
través de recibos de honorarios profesionales. En ambos casos, eran proyectos
que venían del Ministerio de Economía y que contaban con el aval de Palacio de
Gobierno los que han ocasionado estos alejamientos.
Sin embargo, además de la
renuncia de Tejada, otros doce congresistas nacionalistas no votaron de acuerdo
a las disposiciones de Palacio. Ocho de ellos, con la vicepresidenta Marisol
Espinoza a la cabeza, votaron por derogar la ley, mientras que otros cuatro se
abstuvieron en la votación. El presidente Humala ha perdido el control de su
bancada, lo que avizora situaciones complicadas, como su frustrado viaje a la
reunión de la CELAC, al que tuvo que renunciar al no poder contar con la
aprobación del Congreso.
Durante las últimas
semanas, desde el gobierno se ha venido tensando la relación con la oposición,
con una actitud confrontacional del mismo presidente, y de dos agresivos
ministros que permanentemente los atacan. A esto hay que agregar el grave
descubrimiento de varios caos de espionaje a opositores y también a la
vicepresidenta Marisol Espinoza. Estos hechos han obligado a los partidos en la
oposición a una acción más coordinada buscando detener los excesos del
Ejecutivo.
Así la defensa inútil de la
Ley Pulpin deja al partido de gobierno en una situación débil y disminuida. Una
situación como esta suele resolverse planteando un nuevo gabinete ministerial
que le permita incluir personalidades independientes o establecer formalmente
alguna nueva alianza, por ejemplo con Solidaridad Nacional.
Pero Ollanta Humala, ni su
esposa la presidenta del partido nacionalista, han demostrado una vocación por
el dialogo y el consenso. Por el contrario, lo más probable es que estos
resultados ocasionen un mayor endurecimiento de sus posiciones, que si tienen
que hacer algún cambio se busque a los reemplazos de entre funcionarios de
confianza, y que ante su debilidad en el Parlamento, busquen darle la menor
actividad al Congreso.
Es obvio que el presidente
no ha sabido escoger sus peleas y que difícilmente esta haya sido una lección
aprendida. Lo que observaremos en los próximos días será un deterioro mayor de
la relación gobierno – oposición, y quizás una mayor violencia verbal, generando
un ambiente turbio que terminará afectando la economía. Esperemos
equivocarnos.