La decisión de Marisol -- Por JUAN CARLOS VALDIVIA - CORREO SEMANAL
Lealtad puesta a
prueba
La
decisión de Marisol
La documentada denuncia
sobre el espionaje a las actividades de Marisol Espinoza, vicepresidenta de la
Republica y congresista, es un acto muy grave que no ha tenido por parte de la
oposición una respuesta proporcional. Los congresistas de oposición no logran
convertirse en el instrumento de control político que la arquitectura
constitucional ha diseñado para evitar los excesos del poder.
¿Por qué el Presidente
Humala hubiera estado interesado en conocer las actividades de Marisol
Espinoza?
Las últimas semanas,
trascendidos periodísticos hablaban de una probable renuncia de Espinoza al
partido nacionalista con el fin de asumir una candidatura de mano de Salomón
Lerner y su confluencia izquierdista. Esto sería el colofón de una serie de
hechos que han ido alejando a la congresista piurana del entorno
presidencial.
Iniciado este gobierno,
Marisol Espinoza -por su condición de vicepresidente y su trayectoria
partidaria- estaba llamada a convertirse en una de las líderes de la bancada
nacionalista. Siendo Daniel Abugattás el primer presidente del Congreso, a
Espinoza le correspondió la importantísima comisión de presupuesto. Es por
aquellas épocas que tanto Abugattás como Espinoza entran en conflicto con la
vocera de palacio: Nadine Heredia. Ambos recibían indicaciones que no atendían,
y que generaban molestia en la tecnocracia del Ejecutivo. Fue suficiente para
que en los ambientes palaciegos comenzaran a verlos como poco leales
Sin embargo, por su
condición de única vicepresidenta es que la relación entre Espinoza y Palacio se
tensó aún más. Debiendo hacerse cargo del despacho presidencial en cada viaje al
exterior de Ollanta Humala, Marisol Espinoza encontraba un ambiente hostil entre
los funcionarios de Palacio. De diferentes formas, se evitaba que Espinoza
tuviera algún tipo de protagonismo. Llegaron incluso a no convocarla a
ceremonias oficiales, como sucedió a fines del 2013, donde un homenaje a Grau
fue encabezado por el entonces premier Juan Jiménez, cuando le correspondía a
ella el privilegio.
El año pasado, fue la
elección de la Presidencia del Congreso la que generó nuevos problemas. La
mayoría de parlamentarios nacionalistas querían que Espinoza presidiera el
parlamento. Sin embargo una orden de Palacio puso a la arequipeña Ana Solórzano
a la cabeza de ese poder del Estado. Ello ocasionó el alejamiento de un sector
de la bancada humalista y el resentimiento dejó huellas profundas en quienes se
quedaron. Y a la cabeza de estos últimos, Marisol Espinoza.
Así han transcurrido estos
casi cuatro años de gobierno de Ollanta Humala. Mirando como desleales a los que
no obedecían a pie juntilla las órdenes de Palacio y buscando evitar que Marisol
Espinoza pueda construir un liderazgo alternativo. En el partido nacionalista
solo se acepta el poder de Ollanta Humala y de su esposa.
A pesar de todo esto, es
difícil por el momento que Marisol Espinoza se aleje del partido de gobierno. Su
lealtad hacia Ollanta Humala está fuera de dudas, aunque es obvio que tiene
severas diferencias con la presidenta del partido Nadine Heredia. Incluso, a
pesar de la gravedad del espionaje del que era víctima, supo mantenerlo en
reserva hasta que los medios lo dieron a conocer varias semanas después de
sucedido.
Pero la debilidad del
gobierno va endureciendo las acciones del Ejecutivo. Y la bancada parece no
estar muy dispuesta a seguir mostrándose complacientes con los mandatos de
Palacio. Se ve en lo difícil que parece ser la defensa de la llamada “Ley
Pulpin”. Y en la actitud intolerante y agresiva de ministros como Urresti y
Cateriano.
Pero si en las próximas
semanas, Marisol Espinoza no recibiera correspondencia a su actitud de estos
días, es probable que junto con otros congresistas tome la decisión de alejarse
de Ollanta Humala y su esposa. Y ese será el principio del fin para este
gobierno.