Sorprende el presidente Humala al desmarcarse de sus relaciones con Martín Belaunde, luego de haber pedido que se le trate con prudencia y haber afirmado que no había razones para la formación de una comisión investigadora. En realidad es lo que debió hacer de inicio, en lugar de generar suspicacias con esas declaraciones generosas iniciales.
Belaunde Lossio, “Chocherín” y algunos otros nombrados por estos días se dedicaron a hacer negocios al amparo de sus relaciones con los inquilinos de Palacio de Gobierno. Algunos cobraban por citas en Palacio, otros se dedicaban a la publicidad y otros a las obras de infraestructura. En todos los casos eran negocios (como se ha visto en el caso de Belaunde Lossio) que usaban una serie de recursos del poder, incluyendo al periodismo.
Belaunde Lossio usaba al diario La Primera, hoy diario Uno, para presionar a los presidentes regionales que no aceptaban sus propuestas, o para atacar a los contrincantes políticos de los presidentes regionales que se convertían en sus socios. Eso, con la complacencia de quienes desde Lima trabajaban y siguen trabajando en la edición limeña del mismo diario. En Junín o Áncash, o Madre de Dios, el sistema del chantaje con plumíferos asalariados funcionó al mejor estilo de Montesinos. Y acá el sistema recibía el apoyo de publicidad estatal.
A tiempo, el país ha conocido y desarticulado una organización de vocación
mafiosa, que -por lo menos- se aprovechaba de sus relaciones con el poder. El
Presidente debe tomar distancia de todos aquellos que han participado en esta
operación, por más cercanos a su gestión que resulten. Aún está a
tiempo.