El antifujimorismo de Humala - Por Javier Barreda - DIARIO EXITOSA
El antifujimorismo de Humala
Sorprende escuchar al Presidente decir que el
fujimorismo es un movimiento que surgió de la cloaca. ¿Qué son entonces los
ciudadanos que votan o dirigen el fujimorismo?, ¿electores, dirigentes,
representantes, que han emergido de la cloaca? Un presidente está por encima de
las contradicciones lógicas y legítimas de una sociedad y las trata de
cohesionar. No se trata de justificar al fujimorismo como proceso político y
olvidar el inmenso pasivo que tiene en el haber institucional y moral en el
país. ¿Pero qué queremos? ¿Su exterminio? ¿No es acaso mejor un fujimorismo
“realmente existente” en el juego democrático, sin 5 de abriles o
Montesinos?
Es autoritario emplazar a que los fujimoristas no tienen
derecho a existir en la escena pública. Es responder al fujimorismo de los 2000
con el sentido fujimorista de los ‘90. Pero esa aguda y severa adjetivación al
fujimorismo hace emerger el estilo de Urresti en el propio Presidente, que
acorralado y sin antecedentes democráticos pareciera traslucir el autoritarismo
que él dice criticar.
Mirando la historia con más cuidado, el “anti-fujimorismo” de
Humala pareciera ser más táctico (de oportunidad) que de principios. Veamos. El
“Etnocacerismo” original se volcó a la prédica callejera después de la caída de
Fujimori; la rebelión de Locumba de los hermanos de Humala se dio cuando el
fujimorismo estaba en retirada y Montesinos en el Karisma. Durante los años 90
los principales portavoces del humalismo estaban en sus agendas privadas o ¿se
recuerda a alguno de ellos en el Foro Democrático, Comité Cívico por la
Democracia, movilizaciones juveniles, regionales o en la Marcha de los 4 Suyos?
Y no hablemos de muchos de sus ministros que fueron funcionarios, técnicos o
profesionales silenciosos del fujimorismo, incluido el ministro de
Interior.