A la Policía se le Respeta???? - Rómulo Pizarro, ex ministro del Interior
Rómulo Pizarro, ex ministro del Interior
A la Policía se le Respeta????
Observar y escuchar al
ministro Urresti, en un acto público, reprender de malas maneras y con insultos
a un oficial de policía, causa indignación en lo personal, y un daño tremendo en
lo social al maltratar a la institución policial que representa la seguridad y
el orden para el conglomerado de ciudadanos que vivimos el territorio
nacional.
La indignación
personal responde al hecho de comprobar cómo personas investidas de autoridad
temporal -más de las veces por amiguismos que por calidades personales y
competencias profesionales- se ven de pronto invadidos por un sentimiento de
omnipotencia que pareciera obnubilar el criterio y el razonamiento que se
requiere para ejercer el cargo con dignidad.
En el caso presente
pareciera incluso que la formación castrense del ministro Urresti limitó sus
posibilidades para poder interactuar con mayor propiedad con sectores sociales
que tienen distinta naturaleza y dinámica respecto a su profesión
militar.
La Policía –en razón a
su ser y a su quehacer- es una institución eminentemente de carácter civil,
porque se debe y responde ante la sociedad, porque sus fines son la vida y la
protección de los bienes públicos y privados, y porque ha sido formado para
garantizar el orden respetando los derechos y libertades inherentes a toda
persona humana.
Y quizá aquí
encontremos una parte de la explicación del por qué la incongruencia entre los
dictados de la ciencia y experiencia del titular del sector interior, y los
fines y objetivos que definen la función policial. No comparten la misma visión,
se encuentran en orillas distintas, y en la frustración del desentendimiento
afloran las actitudes matonescas de quien se cree infalible y con capacidad para
hacer tabla rasa de cuanto se le cruce en su camino.
Pero el daño social al
que se ha expuesto a la institución policial no es menos grave, por sus
repercusiones internas y externas.
Volvamos a fijarnos en
la escena en la que el ministro de manera desaforada maltrata e insulta
públicamente a oficiales de policía, quienes –es bueno recordárselo al señor
ministro-, basan su autoridad y el ejercicio de la función policial en la
dignidad de la jerarquía que ostentan y en la majestad del cargo que se les ha
confiado, sometiendo innecesariamente a la institución policial al vilipendio
del público que festejaba con aplausos y risas el “circo romano” que se
reeditaba en las alturas de Andahuaylas, lugar emblemático para las huestes
etnocaceristas, que justamente eligieron atacar la comisaría de dicha localidad
(cuatro policías muertos que aún claman justicia) con la actitud cómplice de una
población que no mostró respeto a la autoridad policial.
La institución
policial es una organización jerarquizada, cuya disciplina se fundamenta en las
normas y códigos internos, los mismos que se aplican para corregir, amonestar y
sancionar inconductas o incumplimiento de deberes y obligaciones. Ello no
escapa al conocimiento del ministro dada su formación profesional, pero resulta
que a veces las experiencias personales marcan nuestras acciones y reacciones,
por lo que no resultaría descabellado pensar que la forma en que él fue tratado
en la institución militar, simplemente la está repitiendo en un tiempo, en un
espacio y en las circunstancias menos apropiadas.
También debe preocupar
el hecho que los oficiales de policía vejados grosera e injustificadamente, ante
un público que aplaudía las rabietas del señor ministro, han quedado disminuidos
en su autoridad y autoestima, víctimas de los comentarios irreverentes de sus
subalternos –de quienes en la teoría y en la práctica deberían constituir
ejemplo y conducción-, y ante la propia sociedad nacional (las imágenes en la
prensa televisiva, impresa y digital fue profusa y de alcance internacional)
que a la creciente ola de pérdida de autoridad le puede agregar luego de esta
desatinada actuación ministerial, una mayor dosis de total irrespeto a la
policía y a los policías, que será difícil revertir en el mediano
plazo.
Hace un par de años,
el ministro de Trabajo José Villena agredió verbal y físicamente a una
trabajadora de la empresa LAN en Arequipa. Inmediatamente el Premier Juan
Jiménez ofreció disculpas por “el lamentable incidente”, situación que no se ha
producido hasta ahora y que daría pie a pensar que en este gobierno se tiene
diferente rasero para evaluar las cosas.
La oposición política
reaccionó con ofuscación y quedó grabada la frase “Ningún ministro puede
utilizar su poder para agredir a ninguna persona o alardear en una situación de
esta naturaleza”, al tiempo que se solicitaba la interpelación del ministro
Villena.
Resulta válido pensar
entonces que en nuestro país merece mayor atención las cosas que afectan a
empresas internacionales que lo que ocurre con una institución reclamada en
tiempos de inseguridad, narcotráfico y violencia, pero permanentemente
maltratada por tirios y troyanos.
No olvidemos que el
tiempo es el bálsamo que cura todas las heridas, pero también marca el plazo en
el que daremos cuentas de nuestras acciones pasadas y presentes, sin los
oropeles ni las fanfarrias pasajeras, en la soledad del ninguno y en orfandad de
lisonjeros.
Esperemos
que nos volvamos a preocupar por el principal problema de nuestro país que es
la seguridad ciudadana y comencemos a darnos cuenta que nuestro camino nos
lleva inexorablemente a los tiempos difíciles vividos por Colombia y que vive
México.