“Tampoco tampoco” ministro - Por Javier Barreda - EXITOSA DIARIO
“Tampoco tampoco” ministro
Ante una inseguridad creciente,
el gobierno encontró la mejor respuesta: un sexto ministro que no cree en nadie
ni nada. ¿Dudaban de la autoridad de un gobierno que prometió acabar con la
delincuencia? Acá está Urresti. Se enfrenta a todos y desafía como el más osado
de los chicos del barrio y el más autoritario instructor de cuartel. Urresti
tiene calle y en la calle se resuelven las cosas. Eso de planificar e impulsar
políticas es de gabinete.
Con el aplauso inicial de 60% de peruanos detuvo también la
caída de popularidad del Presidente y así hoy decomisa, cuadra, ataranta, bromea
a periodistas, responde con un amenazante muletilla de “cómo se llama”, patrulla
las calles, desde San Jacinto hasta el Cerro San Cosme. En el Congreso no se
deja pisar el poncho, responde a la bancada del mismo fujimorismo con un popular
“tampoco tampoco”.
Hasta los indicios sobre su participación del asesinato del
periodista Hugo Bustíos en Huanta ayuda: es lo suficientemente sospechoso de
acabar con los “aliados del terrorismo” a toda costa. Entonces, pondrá
orden.
En un país que va acostumbrándose a las tragedias matinales de
una joven madre de cinco hijos degollada en Pamplona, de crecientes asaltos en
todos los barrios, de sicarios haciendo de las suyas, de un Poder Judicial sin
capacidad de respuesta, de una Fiscalía bajo sospecha y corrupción extendida,
Urresti cumple lo necesario para hacer creer que se pone orden, aunque las cosas
empeoren, incluso con él.
Pero lo que más daño le puede hacer a la lucha contra la
delincuencia es una alicaída Policía Nacional (aún salvable de corrupción e
ineficiencia) ridiculizada y humillada por el propio ministro Urresti como se
dio en Andahuaylas. Penosa la degradación a un policía sin respuesta por el
segundo piso de una comisaría supuestamente no reparado.
“¿Ya hicieron (cómo se llama), el proceso para el segundo piso?
Yo ordené que todo esto lo arreglen (…) ¡Carajo lo que yo quiero saber es cómo
va!” y aplausos porque eso le gusta a la gente y la policía muda en el ridículo.
Pero lo peor: “si esto no está arreglado -en dos o tres semanas- y usted no me
da cuenta, te envío al VRAEM”.
Ahí te vas, donde no hay Estado ni control, donde la droga y el
terrorismo hacen de las suyas, donde los operativos son fallidos. Qué
sentimiento en los policías que están en el VRAEM, qué humillación para los
familiares de miles de policías honestos que ven cómo el propio ministro del
Interior tira al piso y ridiculiza honores de los suyos. Tampoco tampoco: que
alguien llame al orden y a la razón al ministro Urresti.