A los 76 minutos del partido ante Eibar, el técnico del
Barcelona Luis Enrique le dijo a Lionel Messi que vaya al banco. El delantero de
origen marroquí Munir calentaba a las órdenes del asistente. Pero para sorpresa
del entrenador el argentino le dijo que no salía y se alejó lo más posible de la
banca.
Luis Enrique habló con su asistente y le dijo que Messi no
quería salir por lo que el cambio fue por Neymar. Habla claro que desde la
aparición de Messi en Barcelona, la dirigencia lo ha protegido sabiendo claro
sus condiciones de genio.
Messi es un caso extraño en el fútbol. Porque es un líder sin
carácter, un fenómeno capaz de eludir a varios rivales con una sola jugada.
No se excede en sus recursos técnicos. Su fútbol es frontal,
siempre buscando el gol sin lujos ni excesos. Así siente el balompié.
Seguramente es un genio, pero eso a él no le importa.
Parece que Luis Enrique no leyó lo que le dijo Guardiola al
técnico Sabella justo antes del partido eliminatorio contra Perú. “No le hables
mucho y sobre todas las cosas no lo cambies nunca”, fueron las palabras del
español al entrenador argentino.
Y eso fue justamente lo que pasó. El “no” de Messi se puede
interpretar como una desobediencia. Una mala actitud o indisciplina. Pero no es
así. Ya se sabe que tiene un cierto grado de autismo. Y que está súper
concentrado en el fútbol. Por eso no le dio la mano a un niño antes de salir al
campo en el mundial o se aleja sin escuchar las indicaciones para el tiempo
extra en la final del mundial.
En la mente de Messi solo existe jugar. Y le va a ocurrir estos
casos siempre y dejarán una imagen negativa de él. Pero no es así. Es su manera
de vivir.
Pinto decía que Messi está perdiendo la emoción de jugar al
fútbol. Creo que no es así. Messi ya no rinde como antes, porque cada vez juegan
menos al lado de Iniesta y Xavi. Con ellos a los costados era probablemente el
mejor de la historia.