El tuit de la Premier Ana Jara de hace unos días, que decía:
“por fin parió Paula”, refiriéndose a la promulgación de la ley que entre otras
cosas derogó el descuento para el fondo de pensiones de los independientes;
debió decir: “horror, abortó Paula”. La torpeza de formulación, la nocturnidad
de su aprobación y el callejón sin salida en que se metió el “humalismo” por la
obstinación de la señora Heredia de tener su presidenta del Congreso; devino en
esta mala avenida decisión.
La necesidad de perfeccionar el sistema privado de pensiones es
un pedido a gritos. Requerimos que con el mismo descuento haya más fondo
acumulado, para ello las comisiones que cobran las AFP deberán disminuir, pero
no compulsivamente sino por competencia. También que el cálculo de la
expectativa de vida se aleje del “matuzalénico” horizonte y responda a
realidades. Además es indispensable que los independientes aporten
obligatoriamente, esa monserga que cada uno lo haga voluntariamente, equivale a
la frase farandulera de moda: “soy soltera y hago lo que quiero”. Los
dependientes hacen su aporte por obligación y por equidad debería ocurrir lo
mismo con los autónomos.
El gran problema ha sido, es y será, que un descuento adicional
al que tienen aquellos que perciben ingresos por recibo de honorarios, les
afectará y siempre habrá protestas, donde más de un congresista por demagogia
oficiará de caja de resonancia. Una salida es que el estado sacrifique una parte
de la retención al impuesto a la renta, la racionalidad económica estará en un
cálculo actuarial, nada difícil de elaborar, de lo que se podrá ahorrar a futuro
por la famosa “pensión 65” que ya tiene un costo para el fisco. Es más, con la
debida difusión podría conseguir que una buena cantidad de trabajadores
independientes que hoy prefieren la informalidad, opten por formalizarse, siendo
el resultado positivo para las arcas fiscales.
Más ejercicio de imaginación es lo que necesita el gobierno, en
lugar de lanzar más programas asistenciales, hoy de hasta identidad desconocida
por los propios beneficiarios, dada la abundancia de los que existen. Si se
dedicarán a trabajar más productivamente evitando la confrontación innecesaria
con todos los que piensen diferente a ellos, les iría mejor.