“A mucha gente han desaparecido, matado, no he sido la única. Urresti, el
capitán Arturo, debe saber quién era ese capitán, sino era él”, dice Sonia
Lizbeth Muñoz Cuadros, ayacuchana que en 1988 sufrió intento de asesinato luego
de ser torturada –por un capitán con el rostro cubierto– en el cuartel
Castropampa, donde operaba el ahora ministro del Interior. El capitán Arturo
y su estadía en Huamanga. El ministro del Interior, Daniel Urresti, y su pasado
dentro y fuera de Castropampa. Luego de que se informara que es procesado por el
asesinato del periodista Hugo Bustíos, y que él ha afirmado inocencia e incluso
ha señalado que es una víctima, ahora nuevamente Ideeleradio ha dado a conocer
otro caso de violación de derechos humanos en el que él podría estar involucrado
o ser testigo de primera mano. Era el 18 de mayo de 1988. Sonia había
regresado de la chacra a su casa, donde tenía una pequeña tienda en la que
además de vender algunas cosas para lo cotidiano se despachaba el correo. Había
paro armado de Sendero Luminoso. Todos habían cerrado sus puertas temprano. “Yo
vivía en Churcampa, con mis cuatro hijos. Había un paro armado y cerrábamos las
casas y tiendas; sólo los militares estaban en la calle. En mi tienda había un
correo. Yo recibía y enviaba correspondencias. A las 7 de la noche cerré la
tienda y a las 2 de la madrugada los militares entraron rompiendo la puerta y
fueron a mi cuarto. Eran cinco personas y un 'capitán', quien ordenaba todo, él
fue quien comenzó a golpearme. Me acusaban de colaborar con Sendero, me decían
que Sendero me daba cartas y que yo les daba cartas a ellos, pero yo hacía eso
con todas las personas. Nadie sabía quiénes eran los senderistas”, cuenta al
periodista Glatzer Tuesta, de Ideeleradio. Le amarraron los brazos, la
amordazaron y quisieron que se autoinculpara y dijera a quién le mandaba las
cartas. La sacaron de su casa, la golpearon durante toda la trayectoria hasta el
cuartel de Churcampa, allí la dejaron hasta las 4 am y luego la subieron al
convoy militar y la llevaron a Huanta, al cuartel de Castropampa, desde donde se
daban todas las órdenes 'contrasubversivas'. La llevaron al cuartel donde
Urresti era jefe de inteligencia, un S2. (Cabe recordar que en Castropampa
asesinaron a Bustíos.) En este cuartel la llevaron a un cuarto de torturas.
El capitán fue quien la golpeaba, le ponía descargas eléctricas, le golpeaba con
correa, la metió a un cilindro de agua. La torturó durante horas y ella no decía
nada, pues no tenía qué confesar. Al darse cuenta de que ella no hablaría, mejor
dicho a darse cuenta de que era inocente y que luego los delataría, el capitán
ordenó que la llevaran a su casa y que “luego se toman su Inca Kola cuando
terminen”. Esta frase en realidad quería decir que la asesinaran para que no
los delatara por las torturas. “Pasamos por la laguna de Paqcha, y en una curva
me bajaron del convoy. Me dijeron que me ponga de cuclillas. Yo pensé que me
habían golpeado en la cabeza, pero en realidad me dispararon dos balazos en la
nuca. Caí y uno de ellos se dio cuenta de que todavía respiraba y me disparó al
pecho. Me pusieron un cartel 'Así mueren los soplones' y se fueron pensando que
ya estaba muerta. Luego de media hora me levanté, desaté mis manos y pedí
ayuda”, cuenta su tragedia. El de Sonia no es un caso nuevo, ya se conocía.
Incluso cuando vino a Lima escapando de Ayacucho y pidiendo ayuda para ser
operada –lo que no fue fácil porque al verla con balas en el cuerpo no querían
tener problemas 'legales– algunos periodistas como César Hildebrandt y Mariella
Balbi conversaron con ella, lo que sirvió para presionar y fuera intervenida
quirúrgica. ¿Entonces, si no es algo nuevo por qué hablar de este tema otra vez?
¿Acaso para perjudicar al buen Urresti? No, debemos recordar, por un lado,
que durante el fujimorismo no se podía abrir casos ni investigaciones de
violaciones de los derechos humanos en las que estuvieran involucrados
militares. Hubo que esperar al retorno de la democracia para ventilar miles de
casos similares. Por otro lado, es importante traerlo a la actual coyuntura
por dos motivos. En primer lugar porque luego de 26 años la Tercera Fiscalía
Superior Penal ha presentado la acusación formal para que la Sala Penal Nacional
abra un juicio oral contra Víctor La Vera, responsable en 1988 del cuartel
Castrobamba y jefe de Urresti. El fiscal lo acusa por delito contra la vida, el
cuerpo y la salud en la modalidad de asesinato con gran crueldad en grado de
tentativa en agravio de Sonia Muñoz. Quien desde ese año ha intentado que se
esclarezca este hecho y se conozca a los culpables. ¿Quién tenía que saber lo
que ocurría en el cuartel? ¿Sólo el jefe de la base? ¿Quién era ese capitán que
torturó a Muñoz? ¿Se manifestará el ministro Urresti, quien en ese entonces
operaba en ese cuartel con el apelativo de capitán Arturo? En Ideeleradio
consideran que el ministro debe saber quién intentó matar a esta persona y que
debe ayudar a la justicia. Mientras tanto, Sonia espera que haya justicia y
que se sepa por qué malos militares mataron a tanta gente sin motivo. Sabe que
no es la única persona que fue agredida tan brutalmente, pues se ha demostrado
que este tipo de operaciones contra los derechos humanos se hacían con
frecuencia, en Ayacucho, en este cuartel y bajo el mando de La
Vera. lamula.pe