La explotación del gas de Camisea no solo debe verse como una
relación de beneficio-costo privado y estatal, sino como el inicio de la cultura
de los megaproyectos en el Perú, donde todos hemos aprendido, obtenidas
satisfacciones de logros y frustraciones de aspiraciones.
En las sumas y restas queda saldo positivo, se superaron
expectativas sobre ingresos a las arcas de las empresas y del estado en todas
sus instancias: caja fiscal, gobiernos regionales y locales y
universidades. Quedó en la lista de pendientes la tanta veces anunciada
masificación del gas natural, entendida como la búsqueda de la universalización
del servicio, tarea que muy difícil se logrará dejando el esfuerzo solo a los
concesionarios. También hay dudas sobre los manejos medioambientales y la
optimización de la operación, donde empiezan a alzarse voces que dicen que en el
largo plazo quedará sin poder explotarse comercialmente hasta el 10% de las
reservas de líquidos existentes. Finalmente en la agenda de incumplidos ya es
hora que se haga suelta de todas las reservas del lote 88 (Camisea) para uso del
mercado interno, pues hasta la fecha es una promesa política incumplida.
En el debate público de hoy Camisea no aparece, mal se
haría en pensar que el tema está encarpetado. La trilogía de pendientes
mencionadas saltará a la palestra en cualquier momento, será necesario que los
operadores del yacimiento y las autoridades saneen la agenda de lo no resuelto,
antes que la politización haga cometer barbaridades.