¿Política bachiche? - Por Juan Carlos Valdivia - REVISTA CORREO SEMANAL
Y ahora las advertencias vienen desde el exterior
¿Política bachiche?
Dos
medios de comunicación de referencia en temas económicos a nivel mundial, han
comentado recientemente los apremios políticos del gobierno de Ollanta Humala.
Hace unas semanas, el Wall Street Journal comentaba la situación de dificultad
en que el protagonismo de la esposa del Presidente había puesto al Ejecutivo.
La semana pasada, la revista The Economist ha mostrado su preocupación respecto
a que en el Perú se esté replicando el modelo italiano: progreso económico con
alta desintegración de la política.
The
Economist llega a la conclusión de que si el flujo económico hacia el Perú se
reduce, el sistema político desprestigiado será incapaz de absorber los
reclamos ciudadanos, y entonces entrar en un colapso que haga retroceder lo
avanzado.
The
Economist recoge dos problemas que en el Perú diversos analistas ya habíamos
identificado: El ausente liderazgo político del Presidente y que en las últimas
décadas hemos construido una democracia sin partidos.
Hay
otras nubes negras en el horizonte: el proceso de descentralización que llevo a
tener 26 presidente regionales, sin tener una estructura clara de competencias
regionales y nacionales, y sin establecer mecanismos de control desde el
Gobierno Central a las regiones. Lo que se vuelve un problema mayor al –como ya
se ha señalado- no existir un sistema de partidos nacionales que compitan en
las regiones.
¿Cómo
resolver estas dudas que genera nuestro futuro?
En
el Congreso se están debatiendo reformas al sistema político. Entre ellas
algunas que generan incentivos para el fortalecimiento de partidos, como son
los nuevos límites para las alianzas. Deberían discutirse también incentivos
para que los partidos políticos nacionales tengan mayor presencia a nivel
regional o local. Hay que acabar con el fenómeno del “independiente” que se ha
convertido en la excusa de los aventureros para asaltar el presupuesto
público.
En
el Perú, hemos ido avanzando en supuestas propuestas cada vez más
“democráticas” tanto que han terminado por destruir el sistema de partidos.
Decisiones como el voto preferencial, o los escasos requisitos para la
formación de listas independientes a nivel local o regional, por citar dos
normas que aparecieron como propuestas que generarían mayor inclusión,
terminaron por convertirse en verdaderas piedras en el zapato para el
fortalecimiento institucional. Tenemos un sistema afectado por el
democratismo.
Existiendo
el consenso mayoritario de que hemos encontrado el camino hacia el desarrollo,
hay que fortalecer el sistema institucional, para evitar que el desorden
político termine por afectar lo avanzado en las últimas dos décadas. Los hechos
recientes –como la intolerable intervención de la esposa del presidente en la
toma de decisiones- nos muestran que la falta de convicciones republicanas en
nuestra clase política puede jugarnos aun una mala pasada, pues hemos visto como
se ha defendido la presencia de la señora Heredia basados en su popularidad o
eficacia, antes que el respeto de principios democráticos más
elementales.
Lo
sucedido en las cortes superiores de Madre de Dios o Ucayali, y la delicada
situación en la región Ancash, nos muestran que no es difícil la captura del
Estado por intereses ajenos a los de la patria. Luchando contra mafias
organizadas en el narcotráfico, la minería informal o simples organizaciones
delictivas, hemos visto como es fácil infiltrarse y tomar el control de
instancias de decisión que pueden ayudar.
Hay
otros temas colaterales en esta ecuación. Por ejemplo el papel de los medios de
comunicación, que parecen empujar el trabajo político hacía lo mediático, lo que
no necesariamente es lo más importante o urgente para el país. Y la aparición de
las redes sociales, que por su posibilidad de interactuar se han convertido en
los editores de muchos medios de comunicación. En un esquema donde se reducen
costos por la dura competencia, los medios de comunicación tiene también la
obligación de salir de ese callejón sin salida en el que parecen
encontrarse.
Son
más las preguntas que las respuestas, aunque se puedan encontrar algunas en lo
aquí planteado. Nuestra clase política tiene que buscar la salida a ese
atolladero en que se encuentra. Antes de que alguien busque un atajo no
necesariamente democrático.