La economía se enfría violentamente. Cualquiera diría que es un
hecho anómalo, como los 12 °C que se tiene en Puerto Maldonado. De pronto, nos
ha pasado un tifón del Ártico.
¿Esto es una sorpresa? Si en dos años no se toma ninguna medida
de fondo (hasta ahora hay anuncios y desayunos coquetones; la "ventanilla única"
la entienden como la mesa de partes de cada uno de los 19 sectores), no se
construye sobre el legado de gobiernos anteriores y el entorno internacional
juega en nuestra contra, sin que el Gobierno haga nada al respecto, ¿qué
esperaban? Hace rato que se acabó la inercia y el piloto automático. El
crecimiento del 3% a 4% de este año será su medalla.
El BCR y la SBS están reaccionando ante el "friaje". El crédito
bancario al sector privado venía creciendo a una tasa excesiva, superior al 20%
en el 2012. Por ello, el BCR empezó a tomar medidas vía encajes y la SBS hizo lo
propio mediante políticas prudenciales, diseñadas para atacar: (1) el crédito
hipotecario y (2) el crédito vehicular y de consumo. Hacia este mes, el crédito
se había desacelerado al 12.8%. Esta sobrerreacción trata de prevenir los
efectos del "friaje" en la cadena de pagos, puesto que las entidades financieras
irresponsablemente le han dado crédito a cualquiera que tenga DNI.
La impericia y la falta de decisión han hecho que se pierda la
confianza interna y externa de la marca Perú (hoy el indicador está por debajo
del nivel que se tenía cuando salió electo en junio del 2011). Los proyectos
privados se cancelan o se postergan indefinidamente. El Gobierno rompe fuegos
contra todos, se queda sin aliados (a Toledo le deberían estar construyendo su
cuarto en el Fundo Barbadillo en vez de desgastarse defendiéndolo, vale tanto
como su palabra), se enfrenta a los diversos sindicatos de servidores públicos,
no genera consensos para las reformas que quiere poner en práctica, no tiene
bases (se fueron con Antauro), ni operadores políticos (eran narcoterroristas y
Ollanta no ha tenido la valentía de pedirnos perdón por haberlos hecho
congresistas y/o funcionarios públicos), no hay victorias en el VRAEM y Gabriel
hace lo que quiere, etc. Con quienes son machazos son con los jóvenes indignados
por la "repartija" de las "lagartijas".
El Gobierno tiene necesidad de sus quince minutos de buenas
noticias. No bastan los fuegos artificiales de Blanca Rosales y sus barbados
aliados mediáticos. En Fiestas Patrias se hacen los grandes anuncios y promesas,
hasta hoy no cumplidas: Gasoducto del Sur, el seguro oncológico para todos,
etc.
Todo indica que este domingo se anunciaría el Proyecto de
Modernización de la Refinería de Talara (PMRT), cuya inversión es de $3480
millones (obras principales $ 2730 millones y obras auxiliares $750 millones), a
cargo de la empresa española Técnicas Reunidas. El banquero francés Paul Miquel
del banco de inversión Société Générale -parece que también sabe de ingeniería
de refinerías, pues lidera la operación o una luz verde lo alumbra- tiene que
hacer malabares para explicarle al MEF y a la Contraloría cómo una empresa como
Petroperú, con utilidades de $26 millones en el 2012, tendría que enfrentar un
flujo de caja de $368 millones (por las obras principales) y alrededor de $100
millones (por obras auxiliares; asumiendo 20 años del proyecto a 12%). Las
cifras no cuadran.
Todo el mundo sabe, en especial el Ing. Ernesto Barreda jefe
del proyecto, que el contrato original necesita modificaciones pues las
condiciones bajo las cuales se hizo el concurso público han cambiado: situación
financiera (cartas fianzas), vigencia del contrato, plazos de ejecución, los
límites de responsabilidad, la inflación de costos, la capacidad de la
refinería, la responsabilidad de la contratación de las obras auxiliares y un
largo etc. ¿Estas preguntas fueron resueltas por la consultora Technip Italy, a
la que le pagaron 428,742 libras esterlinas? No.
No se puede anunciar algo que no está listo y que no cuenta con
la aprobación del MEF ni de la Contraloría. Máxime cuando el dinero en juego
cuadruplica el presupuesto de los principales programas sociales, que suman $978
millones. Basta de promesas vacías.