El alto consumo de violencia y temas
sórdidos del televidente peruano es algo que debería preocuparnos. Ya en los
noventas aparecieron los diarios populares que privilegiaron las notas del
espectáculo o lo casos policiales, y que hoy en día son los de mayor venta a
nivel nacional.
Nuestra televisión ha seguido casi
naturalmente el camino de los llamados diarios chichas. Es imposible tratar de
ver un noticiero matutino sin toparse con escenas de choques, atropellos,
asesinatos, matizados con gritos de dolor que inundan cualquier habitación. Y no
satisfechos con prodigarnos con el dolor nacional, ahora nos transmiten lo mismo
pero de origen internacional. Y el espectáculo se ha reducido a la presencia de
algunas vedettes y algún cómico venido a menos dispuestos al escándalo por unos
minutos de pantalla
La fórmula rating = “lo que le gusta a
la gente” = más publicidad, hace sencilla la programación televisiva incluyendo
la de los programas periodísticos. En los noticieros de las principales cadenas,
uno puede enterarse de todos los accidentes, violaciones, suicidios y
asesinatos, pero es difícil encontrar información sobre lo que sucede en los
gobiernos regionales o lo que se discute diariamente en las comisiones del
Congreso. Cada vez es más difícil encontrar programas de debates en la
televisión abierta, restringiendo la política o la economía a la televisión de
paga.
Es una situación que ya se salió de
control. Se retroalimenta, degenerándose cada vez más, compitiendo por los
excesos, vulgarizando cada vez más los contenidos. Los programas dirigidos a las
amas de casa, los del humor, los magazines nocturnos, todos tienen la misma
lógica, todos hospedan a los mismos personajes.
El problema es que la llamada
autorregulación no está funcionando, y por ello aparecen cada vez más
iniciativas que buscan controlar contenidos. Si las organizaciones que agrupan a
los propietarios o a los anunciantes no toman medidas urgentes, el problema se
agravará pues tomará cuerpo las propuestas legislativas, como por ejemplo las
que viene impulsando el congresista Lescano, que buscan prohibir determinados
contenidos ¿Quién evaluará que es lo correcto y que no?.
Aunque siempre cabe preguntarse si son
concientes del problema los empresarios de televisión. Quizás ese sea el
problema.